Ya hay numerosas evidencias de que Marte tiene agua congelada, pero la evidencia científica nos dice que está en las regiones polares del planeta. Sin embargo, desde principios de siglo XXI, las sondas Mars Odyssey, ExoMars Trace Gas Orbiter han llevado a cabo mediciones en regiones ecuatoriales que han detectado niveles elevados de hidrógeno cerca de la superficie. Esto podría indicar, según los expertos, «la presencia masiva de hielo en esa zona». Entender cuanto hay y qué contiene es importante de cara a las futuras misiones espaciales a Marte.
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Esta es la razón por la que numerosos científicos, aquí en la tierra, buscan entender cómo se originó hielo en esta zona que llaman «inesperada». Ahora un equipo liderado por Saira S. Hamid y Amanda B. Clarke, de la Universidad Estatal de Arizona, junto con Laura Kerber, del Jet Propulsion Laboratory (JPL) de la NASA, creen haber entendido qué pasó: es una escena casi de película en la que intervienen dos volcanes y una «catástrofe planetaria» en la que cayeron cristales de hielo del cielo marciano. Lo publican en Nature Communications.
«Una historia de hielo y fuego»
Las autoras creen que dos antiguos volcanes de Marte -el Apollinaris Mons y el Syrtis Major- provocaron hace unos 4.000 millones de años un cataclismo planetario que transformó el clima del planeta. En aquel momento, el planeta tenía con una atmósfera más densa -alrededor de una presión de 1 bar de CO₂- y una superficie probablemente más húmeda.
Los dos gigantes volcanes expulsaron 400 billones de kilogramos de agua en forma de vapor durante «episodios que duraban de tres a cinco días». Ese vapor de agua subió, en columnas de hasta 45 kilómetros de altura, hacia los cielos marcianos.
A partir de esa altura se enfrió rápidamente. Lo siguiente es, explican, «una inmensa lluvia de cristales de hielo» que cubrió amplias zonas del ecuador marciano. Según el estudio, la tasa de precipitación alcanzó hasta 0,5 metros de hielo por día, una intensidad comparable a las tormentas más extremas en la Antártida terrestre.
Esta inmensa nevada planetaria provocó «depósitos de hasta cinco metros de espesor». Y poco a poco, el hielo se mezcló con las cenizas, formando un material poroso capaz de aislar y conservarlo «bajo tierra» durante millones de años.
Esta increíble historia sería, dicen las autoras, una explicación factible para explicar por qué hay hielo debajo de la superficie marciana de las regiones ecuatoriales, una zona donde las temperaturas actuales y la baja presión atmosférica hacen prácticamente imposible su formación o persistencia.
Y además… Ácido sulfúrico
Al vapor de agua, el equipo incorporó en sus simulaciones la emisión de ácido sulfúrico (H₂SO₄), un componente habitual en las erupciones explosivas. Estas partículas habrían actuado como aerosoles reflectantes, reduciendo drásticamente la radiación solar que alcanzaba la superficie y provocando un «invierno marciano» que hizo bajar 10 grados Kelvin la temperatura media del planeta.
«Bajo estas condiciones, Marte habría experimentado un invierno volcánico capaz de preservar el hielo durante largos periodos, incluso en el ecuador», explica Hamid en el artículo. Este efecto es muy parecido al observado en la Tierra tras la erupción del Monte Pinatubo en 1991, que enfrió temporalmente el clima global.
Las simulaciones muestran que la nube de ácido sulfúrico podría haber dado varias vueltas al planeta en pocos meses, manteniendo un clima más frío durante, al menos, dos años antes de disiparse. Una vez cubierta por ceniza o polvo, la capa de hielo habría quedado sellada, manteniéndola «viva» hasta hoy.
Claves para la exploración humana… ¡y la vida!
Más allá de su impacto en la historia climática del planeta, este descubrimiento es muy importante para cuando «amarticemos». Si realmente existen depósitos de hielo en el ecuador del planeta, están en zonas estratégicas para futuras misiones tripuladas, al encontrarse en regiones más accesibles y templadas que los polos.
Eso por un lado. Pero, por otro, las expertas resaltan que «las zonas donde interactuaron agua y actividad volcánica podrían haber ofrecido entornos habitables temporales para microorganismos». «Los lugares donde coexisten hielo, calor y minerales volcánicos son algunos de los más prometedores para buscar señales de vida pasada», señala Clarke.