El Estadi Olímpic Lluís Companys vivió la única actuación en España de este “Grand National Tour” de 46 conciertos que se inició en Minneapolis el 19 de abril y que concluirá en su parte europea el 6 de agosto en Estocolmo, para dar el salto, en septiembre y octubre, a México, Colombia, Brasil, Argentina y Chile –cinco fechas que contarán con los fusioneros CA7RIEL & Paco Amoroso como teloneros–, antes de acabar en diciembre en Australia.
Dividido en nueve actos, el show, de dos horas y media pasadas, alternó partes de Kendrick Lamar y SZA, o los juntó a ambos sobre el escenario, en una progresión estudiada que priorizó, por encima de todos sus discos, el último del pequeño gran hombre: por eso, abrió con dos temas de “GNX” y cerró con dos temas de “GNX”. Una cincuentena de cortes, muchos de ellos solo esbozados y no completos, en un concierto que acabó demostrando, una vez más, el nivel superior de un rapero milimétricamente perfecto que no se sale, ni por exceso ni por defecto, de su estándar de calidad habitual, con un groove que contagia desde la potestad de un flow natural inigualable, y que nunca pierde la esencia juguetona que hay en ese tan característico punto ratonil que ofrece su manera de vocalizar, casi siempre feroz y habitualmente seria.
A pesar de todas sus contradicciones mesiánicas con coartada filosófica –que las tiene– y su discurso a veces un tanto eclesiástico o iluminado, Kendrick Lamar sigue ostentando la auctoritas ética suficiente para transmitir mensajes reales, dotados de una cierta moralidad, como si de un sabio constructor de historias noveladas se tratase. Surgir del conflictivo Compton y triunfar a lo grande (él se autobautizó rey en la canción del mismo título de “good kid, m.A.A.d city” hace trece años), ser influyente voz referencial del Black Lives Matter e idear una provocativa nueva bandera –carnal, negra, confrontacional– de su país ante las pantallas de millones de personas viendo la Super Bowl son hitos crecientes de una carrera que trascendió hace tiempo su categoría musical, como demuestra, además, entre otros logros académicos y sociales, que ganase el Pulitzer por “DAMN.” (el primer rapero en hacerlo) o que sea objeto de imaginativos cursos universitarios a partir de su obra.
Tras el retumbar de graves y unas imágenes de los dos artistas en coches –el Buick Regal GNX, vehículo de 1987 (el mismo año que nació Kendrick), fue el argumento de la trama del show, la que titula e ilustra el disco–, a las 20:12 inauguró el concierto la voz grabada de Deyra Barrera, cantante de regional mexicano, que descorchó “wacced out murals”, el primer tema de “GNX”, con estas palabras: “Siento aquí tu presencia / la noche de anoche / y nos ponemos a llorar”. Sonó también su fraseo en español en “reincarnated” y en “gloria”, la última que se interpretó la noche de anoche. Mexicana emigrada a Estados Unidos en 1993, darle a ella tanto protagonismo en el disco es una muestra más del talante de Lamar para cuestionar el estado de la actual nación trumpista y ampliar así su campo de batalla y expandir el foco fuera de la música. Esta primera canción, “wacced out murals”, contiene citas al “Sweet Love” de Anita Baker y al álbum “Tha Carter III” (2008) de Lil Wayne, y una mención al “Taylor Made Freestyle”, vía el posteo de Snoop Dogg (“quiero creer que fue a causa de las drogas”, le riñe Kendrick en la letra), con el que Drake siguió su absurda contienda con Lamar. Casus belli de inicio, ya que también deja en evidencia a sus compañeros de profesión, raperos que no lo felicitaron al ser elegido como estrella única para la Super Bowl. Quizá por eso Lamar sentencia: “I never lost who I am for a rap image”, su declaración de principios (y no tiene otros, parece decir).
A continuación, “squabble up”, un demoledor G-funk para bailar o para pelear, con homenajes coreografiados al rap de la Costa Oeste. Y, acto seguido, todavía más G-funk con orgullo de barrio en el hit para siempre “King Kunta”; incluso recortada, alcanzó el delirio funk (qué gran momento): lo queremos, sí, por supuesto (“we want the funk”). En “ELEMENT.” continuó enfrascado en su pertinaz pelea en la jungla de la vida, leitmotiv principal de su obra. Y volvió a “GNX” para cerrar el primer bloque de cinco canciones con la primera parte de “tv off”, canción con un mensaje clarividente: apaga la tele y sal de la mediocridad.
La segunda parte fue para SZA con cuatro temas. Lo arrancó con “30 For 30”, canción donde Kendrick participó cantando; pertenece a la reedición extendida, 19 temas extra, de su triunfante “SOS”, el denominado “SOS Deluxe: LANA” del año pasado. Después, se centró en tres pasajes de “Ctrl” (2017), su debut: el cadencioso ritmo lento, sexi y romántico con perverso final de “Love Galore” (con la voz grabada de Travis Scott), el baladismo insulso de “Broken Clocks” y el neosoul (casi fusión) aburrido de “The Weekend”.