A sus 45 años, José Miguel Conejo Torres, conocido por sus colegas como Miguel y por el gran público como Leiva, lleva tres décadas demostrando su amor y su compromiso hacia la música. Desde aquellos inicios en su adolescencia junto a la banda Malahierba, hasta alcanzar el cénit junto a su amiguísimo Rubén en la banda Pereza, el cantante siempre se evadió de la realidad a golpe de guitarra para dejar atrás momentos traumáticos, como aquel accidente que hizo que perdiera el ojo y que le acarreó la ansiedad de ser siempre señalado.

En un ejercicio de honestidad brutal, Leiva protagoniza ahora el documental Hasta que me quede sin voz (dirigido por Lucas Nolla y Mario Forniés), donde se abre en canal y nos deja ver el lado más personal de uno de los cantantes españoles de mayor éxito en la actualidad. Con motivo de su estreno el próximo 17 de octubre en cines, hablamos con el madrileño sobre cómo ha sido contar el lado más desconocido de su vida.

¿Qué supuso para ti crecer en Alameda de Osuna (Madrid), un barrio repleto de música y grandes bandas?

El movimiento musical que había en mi barrio tuvo una injerencia muy grande en mi vida. Era un barrio muy musiquero, donde había un volumen de bandas extraordinario, fuera de la normal. Y eso ha quedado en mí. Sigo viviendo en el barrio y me sigo encontrando con las personas que formaban parte de ellas. Nos hemos hecho mayores, pero eso ha tenido un impacto muy grande en el rumbo de mi vida. Ya no solo en mi carrera, sino en mis cimientos personales.

Suena a una escuela de rock de la calle.

Todo lo que se trazaba en aquellas vías del tren, donde nos reuníamos todas las bandas de diferentes estilos, nos abrió mucho la mente y nos desprejuició mucho con los estilos musicales. Creo que fue una grandísima escuela.

Una música fundamental en tu vida, después de que tu infancia quedara marcada por el accidente en el que tu primo te disparó accidentalmente con una escopeta de perdigones y perdiste el ojo izquierdo…

Ese accidente tuvo como consecuencia que empezara a tocar y formara una banda. Me hizo bregar desde muy pequeñito con las miradas de los demás, que se posaban sobre mí por una cuestión estética. Creo que me hizo madurar muy pronto. Y no es un accidente que se cuente por morbo en el documental, sino que tuvo una injerencia posterior en mi vida y en mi relación compleja con la popularidad. No es que me tropezara y me clavara un palo en el ojo, es que fue un disparo con una pistola y esa historia corrió en el barrio como la pólvora, nunca mejor dicho. Eso explica un montón de cosas sobre mí.

¿Nos salvan esas amistades de la infancia en nuestros peores momentos?

Preservar ese núcleo de amigos fuera del manicomio de la música es una de las cosas más importantes de mi vida. Lejos de los grandes recintos y las miles de personas, ese espacio que no es público y que es solo mío y de mis amigos. Un espacio en el que estoy escuchando sus historias, los problemas que tienen y en el que me hablan de sus trabajos, donde no soy el centro de atención del momento. Eso me equilibra mucho.

De hecho, este documental parte de tu amistad desde niño con el director Mario Forniés.

Es importante que se entienda que no es que haya querido hacer este documental para darme autobombo. Este es el proyecto de uno de mis mejores amigos. Somos amigos del barrio desde pequeñitos y decidió que era bonito registrar con una cámara todos esos años de vértigo o de lucidez. La historia de mi vida. Gira, gira, gira, y recogida al campo. Estuvieron muchos años proponiéndome el documental y nunca quise, pero terminaron convenciéndome cuando vieron los problemas que estaba teniendo en mi voz, y cómo estaba bregando con ellos. Era interesante.

Y si hablamos de amigos, Rubén Pozo, tu partenaire en Pereza, también tenía que estar presente. Y más después de esa apuesta de separaros para conservar vuestra amistad.

Rubén y yo somos muy colegas, somos como hermanos, y tuvimos un episodio de nuestra vida muy importante en el que descubrimos el mundo juntos y saboreamos las mieles de esto que llaman éxito, aunque sea una palabra que a mí me cuesta decir, pero también saboreamos lo que significa el desgaste y no entenderse en ciertas situaciones. Creo que, a pesar de lo que pueda sentir los fans de Pereza, tuvo un final muy bien traído, en una apuesta por seguir siendo colegas. Si eso lo hubiéramos hecho, si hubiéramos estirado el chicle, yo creo que las cosas no hubieran terminado como han terminado. 

¿Aunque supusiera dejarlo en el momento más alto?

Pereza paró en el momento de mayor éxito y es muy significativo del respeto que nos tenemos. No aguantamos y nos separamos cuando las cosas estaban fatal, sino que siento que hicimos las cosas bien, desde una madurez que no correspondía a la edad que teníamos. Lo supimos ver a tiempo y y me gusta que el público lo sepa. No quisimos desgastar Pereza. 

Se nota la admiración que le profesas a Rubén, te brillan los ojos al verle sobre el escenario.

Es uno de mis mejores amigos a día de hoy y una de las personas que más admiro. Siempre me ha gustado y me sigue gustando. Sigo esperando sus discos, como espero los discos de los grupos que me gustan. Cuando sale uno nuevo, lo devoro. Quiero que se entienda que, por encima de todo, lo que hay son dos amigotes de toda la vida del barrio. Me gusta mucho él como compositor.

¿Qué puedes contarnos de tus problemas de voz para aquellos que desconocen que te has tenido que enfrentar a diversas operaciones y sufres afonía constantemente?

Tengo una lesión en una cuerda vocal que no es reversible y eso me ha provocado una pérdida de voz. Digamos que, si la gente tiene el cien por cien de su voz, yo tengo bastante menos. He aprendido a convivir con ello y a adaptarme, reduciendo el número de shows y conciertos más cortos. No puedo hacer conciertos seguidos, porque tengo que cambiar los tonos y ya no puedo subir arriba como lo hacía antes. 

¿Cómo es tratar con este asunto en giras como Gigante, con la que recorres estos meses España?

Con el documental, quiero hablar de la suerte que tengo, a pesar de este inconveniente, porque los verdaderos problemas tienen otros nombres y este es uno muy llevadero. Es un obstáculo que me lo pone muy difícil a veces y que me hace pensar muchas veces que no voy a aguantar más o preguntarme cómo voy a hacerlo, pero, por el momento, me permite hacerlo y he aprendido a jugarlo de otra manera y me siento afortunado. 

Más allá de tus problemas en el documental, también eres muy honesto sobre otros problemas como la ansiedad o el consumo de alcohol.

Es verdad que corren tiempos donde ya casi se está mercantilizando con los problemas mentales y, en mi caso, nada más lejos de la realidad. Creo que es una parte muy pequeña del documental, pero que al final es algo con lo que he bregado desde muy pequeño. Lo que pasa es que ahora tiene nombre y cuando yo lo padecía no lo tenía. En el año 1994, yo tenía ataques de pánico, pero nadie sabía lo que era, ni yo mismo siquiera, y no podía contárselo a la gente, porque no encontraba las palabras para ello. Ahora, convivo con ello.

Al hilo de esto, y como buen rockero, el mantra de sexo, drogas y rock & roll también está muy presente en el documental. 

Accedí a este proyecto porque quien estaba con la cámara eran mis amigos y mi compañera. Nunca tuve extraños rodándome. Como se repartieron las cámaras, no tuve la sensación de que estuvieran molestándome. Siempre y cuando no hubiera morbo o sensacionalismo, la honestidad me pareció correcta. A mis amigos les interesaba ese retrato al bajar del escenario, porque subiendo ya lo ha visto todo el mundo. Tuvieron un acceso muy privilegiado y retrataron situaciones muy íntimas.

¿Tuviste algún momento en el que pensaste mandar al carajo todo?

Para mí todo lo que tiene que ver con la exposición pública, me genera una presión muy grande sobre mis hombros. Es la cara B de lo bonito y lo extraordinariamente privilegiado que es mi oficio. Soy una persona muy blindada en redes sociales y no cuento nada de mí, por lo que me da un poco de vértigo verme en situaciones que jamás he compartido con nadie. En muchos momentos del documental me veo y no me gusto, me veo un montón de complejos, pero es el proyecto de mis colegas y de cómo me ven ellos. Yo me reconozco en el documental con esa vida normal, lejos de los neones y los escenarios. Una vida muy poco glamurosa, con muy pocos cristales tintados. 

Una presión que se deja ver durante la preparación de tu gira en el documental y la promoción detrás. 

Subir a un escenario para tocar no es un trabajo para mí. El trabajo es sentarme a ponerle palabras a las cosas que hago delante de la prensa. Explicarlo siempre me costó mucho.

«Soy un desgraciado de oficio. Primero desgraciado, luego músico, luego otra vez desgraciado y luego compositor». El documental también destapa tu lado más divertido, con frases tan potentes como esta.  ¿Qué piensas de ello?

[El cantante ríe] Esos días eran los más peligrosos por mi problema con la voz, ya que hace tiempo que no puedo hacer días conciertos consecutivos porque me quedo afónico. De repente, la noche antes del tercer concierto, que era el concierto donde estaban todos los riesgos de suspensión, porque me quedé sin voz, me fui el último del camerino. Me cogí una castaña gigante y eso sale en el documental. Es que no tengo arreglo. 

En el documental, amigos como Joaquín Sabina o Iván Ferreiro también salen muy de fondo.

Sabina es una parte muy importante en mi vida, porque componemos juntos. Llevamos produciendo y trabajando juntos desde hace muchos años, y ese es mi día a día. Resultaba poco verosímil retratar mi vida sin que apareciera Joaquín, aunque sean extractos pequeños, pero se entiende la relación que tenemos profesional y personal.

Más allá de tu amor por música y el fútbol, el running (al más puro estilo Rocky) o la vida en el campo que también te dan sosiego también hacen acto de presencia. ¿Pararse a respirar es tan necesario como creemos?

Yo padezco mucho de empachos sociales. Vuelvo de la gira con la pila social muy, muy baja y lo compenso marchando al monte, a una casita que tengo en la montaña y cultivando mi huerto, recuperando la tranquilidad y preservando ese espacio que ya no es público y que necesito tanto. La vida real es todo lo que sucede entre escenario y escenario, lo que no es real es el escenario. Subirte en un vehículo con tus amigos a tocar en un sitio que te aplaudan y te paguen es una irrealidad. Esto me devuelve a una vida sin aplausos, donde tengo que coger la azada y currar en el campo. Es muy importante para mí.

Lo que no sabe mucha gente es que las películas y las series también son un refugio para ti, como para tantas personas.

Me gusta mucho el cine. Hace dos días vi una película que veía de niño, aunque no correspondiera con mi edad, y era de mis favoritas. Una de estas películas favoritas que teníamos entre los cuatro o cinco VHS que poníamos en bucle. Me volví a poner De aquí a la eternidad, con un reparto magnífico encabezado por Montgomery Clift y Frank Sinatra. Me fascinó. Hacía años que no la veía y caí en la cuenta de que la escena de Clift con la corneta en el ejército, donde tocaba un blues, me había hecho descubrir ese género y empezar a tocarlo, sacándome ese blues con la guitarra. Para que veas cómo es la vida. 

Y más allá de la recomendación de tu documental en Movistar Plus+, ¿qué has visto que te haya impresionado en los últimos meses?

Aunque estoy un pelín empachado con las plataformas, por lo general hay muchas cositas pequeñas de autor en Filmin que disfruto mucho. Una serie que me gustó mucho recientemente fue El ladrón, su esposa y la canoa. Además, también descubrí hace poco una joya en Netflix, Kalifat, una serie especialmente buena.​

Y, para terminar, ¿qué tiene la música o el arte en general que enganchan tanto?

Más allá de lo adictiva que sea la música, creo que es un refugio al que se me permite huir. Esa es la realidad. Creo que me permite tener un espacio al que escapar y dejar de escuchar las voces internas que no quiero. Creo que es la respuesta más honesta. Podría decirte que la música es un modo de expresión en mi vida, y claro que lo es, pero creo que es ese lugar en el que, durante el tiempo que estoy haciendo música, que es mucho tiempo al día, estoy dejando de escuchar otro tipo de voces.