Pese al incremento de la esperanza de vida, los casos de suicidio, sobredosis de drogas y un consumo excesivo de alcohol elevan la mortalidad en jóvenes

El último Estudio sobre la Carga Mundial de Enfermedades (GBD) dibuja un escenario esperanzador para la salud global: vivimos más, envejecemos mejor y mueren menos personas que hace una década. Las cifras confirman un progreso sostenido en longevidad y bienestar.

Sin embargo, entre los logros, asoma una sombra inquietante: la mortalidad entre adolescentes y jóvenes aumenta, recordando que el avance no siempre llega por igual a todas las generaciones.

El documento presentado en la Cumbre Mundial de Salud en Berlín muestra un cambio sanitario sin precedentes, experimentado en el mundo en las últimas siete décadas. Detalla cómo han evolucionado la mortalidad, la esperanza de vida, las causas de muerte y los factores de riesgo en 204 países y 660 territorios subnacionales entre 1950 y 2023.

Además ofrece una hoja de ruta científica para repensar las políticas de salud global.

Los hallazgos confirman avances notables en la ciencia y la atención médica preventiva, de diagnóstico y tratamiento. También alertan sobre el aumento sostenido de las enfermedades no transmisibles (ENT) y los riesgos metabólicos. En 2023, la tasa mundial de mortalidad estandarizada por edad disminuyó un 67% desde 1950, una tendencia reflejaba en todos los países y territorios.

Mientras tanto, la esperanza de vida volvió a los niveles prepandémicos, con 76,3 años para las mujeres y 71,5 años para los hombres. Esto supone más de 20 años de incremento, en comparación a la década de los cincuenta. A pesar de este progreso, persisten marcadas diferencias geográficas, con una esperanza de vida que oscila entre los 83 años en las regiones de altos ingresos y los 62 años en África subsahariana.

En el caso de España, la esperanza de vida media era de 83,1 años en 2023: en las mujeres se situaba en 85,8 y en los hombres, 80,3 años.

Mayor esperanza de vida

El mapa de la salud global exhibe cambios importantes en más de medio siglo. Importantes avances, algunos retrocesos puntuales y una «crisis emergente», como la han catalogado los investigadores, al referirse al alza de mortalidad entre adolescentes y adultos jóvenes. El mayor aumento de muertes se registró entre las personas de 20 a 39 años en América del Norte con altos ingresos entre 2011 y 2023. Principalmente debido al suicidio, la sobredosis de drogas y el consumo excesivo de alcohol.

La mortalidad infantil en menores de cinco años disminuyó más que en cualquier otro grupo de edad entre 2011 y 2023. Sobre todo en Asia oriental (-68%), gracias a varios factores como una mejor nutrición, vacunación y sistemas de salud más sólidos. Sin embargo, el número de muertes en niños de 5 a 14 años en el África Subsahariana entre 1950 y 2021 fue mayor de lo estimado, debido a problemas respiratorios, tuberculosis y otras enfermedades infecciosas.

El informe del Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universidad de Washington, publicado en The Lancet, forma parte del proyecto GBD. Dice que las enfermedades no transmisibles representan casi dos tercios de la mortalidad y morbilidad totales a nivel mundial, con la cardiopatía isquémica, el accidente cerebrovascular y la diabetes a la cabeza.

Los investigadores también estiman que casi la mitad de las muertes y discapacidades podrían prevenirse. Habría que modificar algunos de los principales factores de riesgo, como la reducción de los niveles elevados de azúcar en sangre y el índice de masa corporal  elevado.

“El rápido crecimiento de la población mundial, la mayor esperanza de vida y la evolución de los factores de riesgo han dado paso a una nueva era de desafíos para la salud global”, afirma Christopher Murray, director del instituto.

Enfermedades crónicas y contaminación del ambiente

El equipo de Murray en IHME y su Red de Colaboradores GBD de 16.500 científicos e investigadores recopilaron y analizaron datos. Produjeron estimaciones para 375 enfermedades y lesiones y 88 factores de riesgo por edad y sexo a nivel mundial, regional y nacional.

El documento indica que desde 1990, las tasas de mortalidad por cardiopatía isquémica y el ictus han disminuido. Al igual que las enfermedades diarreicas, la tuberculosis, el cáncer de estómago y el sarampión. Por el contrario, durante el mismo período, la tasa de mortalidad aumentó para la diabetes, la enfermedad renal crónica. Así como la enfermedad de Alzheimer y el VIH/sida.

También alerta que continúa aumentando la incidencia en la población mundial de dos trastornos mentales, la depresión y la ansiedad, capaces de causar muerte o discapacidad. Y enfatiza que la mitad de la carga de morbilidad en el mundo se puede prevenir.

La obesidad y el tabaquismo son dos amenazas potenciales para la salud. Condiciones que, junto a la alta presión arterial o la contaminación del aire, pesan más entre los 88 riesgos modificables evaluados. El análisis también ponen de relieve que la contaminación del aire y el calor en un contexto de cambio climático tienen un “impacto significativo” en la salud mundial.

La polución por partículas, de hecho, es considerada por los autores como el segundo riesgo principal para las tasas de años por vida ajustados por discapacidad y acortamiento de la esperanza de vida.  Más altas por ese factor en las regiones de Asia meridional, África subsahariana, África del norte y Oriente Medio. Especialmente en el Sahel las altas temperaturas exacerban las sequías, la inseguridad alimentaria y el desplazamiento.

El progreso no es equitativo

Los investigadores aseguran  que los progresos en salud global podrían revertirse si no se mantiene la inversión en sistemas sanitarios y programas de prevención. Las reducciones en la ayuda internacional al desarrollo sanitario y el aumento de la carga de enfermedades no transmisibles amenazan con ampliar la brecha entre países ricos y pobres.

Resaltan la necesidad de estrategias integradas que combinen políticas de salud pública con intervenciones sobre los determinantes sociales. Entre ellos, la reducción de la pobreza, la mejora del acceso a la educación, el fortalecimiento de los sistemas de salud y una mayor cobertura de planes de vacunación.

Asimismo, piden dar un enfoque renovado a la salud mental, cuya carga global crece de forma sostenida, y a la preparación ante futuras pandemias. La mejora de los registros vitales y la disponibilidad de datos en tiempo real serán esenciales para guiar las políticas basadas en la evidencia.

El documento concluye que la humanidad ha logrado una ganancia neta de más de dos décadas en esperanza de vida desde 1950. Sin embargo, el progreso no ha sido equitativo ni garantizado. “Las estimaciones robustas de mortalidad y carga de enfermedad son esenciales para orientar las prioridades sanitarias. Y también reducir la mortalidad prevenible”, señalan los expertos.

En un contexto de envejecimiento poblacional, crisis climática y transición epidemiológica, el GBD ofrece una hoja de ruta científica para repensar las políticas de salud global. Su mensaje es claro: el progreso sanitario mundial es posible. Pero solo si se aborda con una visión de equidad, sostenibilidad y cooperación internacional.

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