Leer la noticia en catalán

La cocina catalana no es una moda, ni una fórmula cerrada. Es una forma de vivir el tiempo, de respetar la tierra y de entender la gastronomía como una expresión cultural que pasa de generación en generación. Cuando Gonzalo Ferreruela, chef y defensor del producto local, habla de “esencia”, no lo hace con nostalgia, sino con respeto. “Nuestra cocina requiere tiempo –asegura–. Hacer un buen sofrito, un fricandó o una escudella pide rato. Por este motivo, cada vez es más escasa nuestra cocina. Disponemos de muchos productos y herramientas, pero nos cuesta dedicar tiempo a cocinar lo que se ha comido siempre”.

En ese tiempo pausado está el latido de todo un país. Catalunya Región Mundial de la Gastronomía 2025 quiere poner en valor la relación entre cocina, paisaje e identidad. Una celebración del producto de proximidad y de temporada, y de la sostenibilidad, pero también del conocimiento compartido que conecta a los cocineros y cocineras con los productores de alimentos y con los jóvenes que se están formando para tomar el relevo.

Gonzalo Ferreruela, cocinero:
“Nuestra cocina requiere tiempo, y hoy disponemos de muchos productos y herramientas, pero nos cuesta dedicar tiempo a cocinar lo que siempre se ha comido”

Ferreruela lo cuenta con naturalidad. “Hace ya unos años que cambiamos la carta del restaurante cada día en función de lo que nos ofrece el territorio. Es la manera más natural y orgánica de trabajar con nuestros productores”. Los tomates, las setas o los melocotones no son sólo ingredientes: son símbolos de una espera, de un ciclo que enseña a valorar lo efímero. “Cuando un producto se acaba, le decimos adiós y esperamos que vuelva el próximo año. Estar todo un año esperando un tomate o una trufa es bonito, porque es vivir conectado a la naturaleza”, dice el chef del restaurante Ferreruela, cocina de la tierra.

Gonzalo Ferreruela en la cocina de su restaurante de Lleida

Gonzalo Ferreruela en la cocina de su restaurante de Lleida 

Generalitat de Catalunya

Esta conexión con el territorio se expresa también en sencillos gestos: comprar aceite de oliva de un molino cercano, elegir verduras de pequeños productores, apostar por variedades autóctonas. Para Ferreruela, “el olivo es más que un árbol, es un símbolo de la agricultura de secano que forma parte de nuestro paisaje, nuestra historia y nuestra economía”.

Mertxe París, librera:
“El proyecto ‘Un llibre, una llavor. Llegir per transformar’ fusiona mis dos mundos: la tierra y la lectura”

Mertxe París, librera, editora, narradora oral y divulgadora del vínculo entre lectura y territorio, observa un fenómeno similar desde el mundo de los libros. “Hay un interés creciente por lo que es más cercano, por redescubrir el valor de lo que tenemos cerca. Aun así, la globalización todavía tiene mucha fuerza y hay que seguir trabajando para reivindicar nuestra manera de producir y consumir”, destaca.

Desde su librería, París ha vivido de cerca el proyecto “Un libro, una semilla. Leer para transformar”, impulsado por el Departament d’Agricultura, Ramaderia, Pesca i Alimentació de la Generalitat de Catalunya, que quiere acercar el mundo agroalimentario a los niños a través de la lectura. “Es la fusión de mis dos mundos –explica–. Soy hija de campesinos, me he criado rodeada de melocotoneros y manzanos, y también de libros.”Esta iniciativa combina estos dos universos, la tierra y la lectura, de una manera transversal, rica y abierta, porque enseña a amar el producto de proximidad y, al mismo tiempo, despierta la curiosidad de los más pequeños por su entorno, el paisaje de nuestro país”.

Mertxe París con el libro 'Acadèmia de cuina'

Mertxe París con el libro ‘Acadèmia de cuina ‘

Generalitat de Catalunya

Cocinar con respeto

Para Gonzalo Ferreruela, la cocina no es sólo oficio, es transmisión. Su equipo aprende todos los días la importancia de respetar el producto y el territorio. “Lo que compro, cómo lo cocino y cómo lo servimos en el restaurante dice mucho más que cualquier discurso. Cuando llega un producto nuevo, ya tengo pensado qué haré con él. Cuanto mejor es el producto, menos me gusta intervenir como cocinero. Un año hice unas fresas del Pirineo con una nata montada espectacular de una granja cercana. ¡Quién soy yo para maquillar la perfección de una fresa!”.

El chef defiende que la innovación sólo tiene sentido si se funda en la tradición. “Tenemos que tener a raya el ego creativo y pensar más en el producto y en el cliente. ¡La cocina catalana se ha construido en las casas y masías, y este reconocimiento debería servir para impulsar su legado!”.

La sabiduría que pasa de mano en mano

Traspasar conocimientos es hoy uno de los mayores retos de la gastronomía catalana. El saber de las abuelas, de los agricultores y de los pequeños productores necesita espacios donde arraigar en las nuevas generaciones. Aquí, la educación alimentaria tiene un papel muy importante. “Debemos enseñar a nuestros hijos que vivir de la tierra es importante, que consumir productos locales ayuda a fomentar nuestra economía y da valor al territorio”, afirma Ferreruela. “La industria alimentaria no puede monopolizar nuestros hábitos de consumo. Es necesario que los adultos también nos lo creamos”, remarca.

Mertxe París coincide. “La lectura puede ser un puente hacia esta conciencia. Tanto la cocina como la lectura comparten un mismo ritmo: el del fuego lento. Ambas piden tiempo y atención, por lo que pueden transmitir valores como la sostenibilidad y el respeto”.

En un momento en el que el mundo avanza a gran velocidad, Catalunya celebra su gastronomía como una forma de detener el tiempo y reconectar con la tierra. Como dice Ferreruela, “nos nutrimos de lo que nos rodea para cocinar como si fuera fiesta mayor, gracias a lo que hemos aprendido de nuestros abuelos”.

El libro que fusiona dos tradiciones

El libro que fusiona dos tradiciones 

Generalitat de Catalunya

“Un libro, una semilla”, o cómo aprender a amar la tierra desde la lectura

El proyecto “Un libro, una semilla. Leer para transformar” une dos tradiciones esenciales del país: la del cultivo y la de la lectura. Impulsado por el Departament d’Agricultura, Ramaderia, Pesca i Alimentació, con la complicidad de los departamentos de Educació i Formació Professional y Cultura, el programa busca fomentar el conocimiento del mundo agroalimentario y reforzar el vínculo entre tierra, alimento y cultura. Lo hace a través de los libros, que se convierten en una puerta de entrada para descubrir de dónde provienen los alimentos y cómo la naturaleza forma parte de la vida cotidiana de los niños.

Cada edición se articula en torno a un libro que inspira actividades escolares y familiares vinculadas al ciclo de la naturaleza, la cocina y los productos de temporada. La iniciativa fomenta el respeto por el territorio y despierta la curiosidad por la cultura gastronómica del país, con un mensaje claro: leer también puede ser una forma de cultivar.

Para Mertxe París, “el proyecto enseña a los niños y niñas a amar todo lo que tienen cerca. Los libros les ayudan a conocer su entorno y a dar valor a lo que comen”. Esta experiencia conecta con el espíritu de Catalunya Región Mundial de la Gastronomía 2025, que quiere hacer de la cocina catalana una herramienta educativa, sostenible y participativa.