La Málaga cofrade ha puesto este viernes sus ojos en la parroquia de Santo Domingo para admirar el nuevo retablo de la capilla de la … Congregación de Mena, uno de los proyectos artísticos de mayor valor e importancia de cuantos han realizado las hermandades malagueñas en los últimos años.

Inspirado en el altar de esta capilla que se perdió con la quema del templo en mayo de 1931, la obra supone un hito en la trayectoria de esta popular corporación, y pone de relieve la necesidad de intervenir en el resto de la iglesia, aquejada de numerosos problemas de humedades.

El acto de presentación de esta magna obra se ha desarrollado en la tarde de este viernes, con presencia de autoridades cofrades, políticas, militares y religiosas, entre los que se encontraban el delegado episcopal de Hermandades, Salvador Guerrero; el antiguo párroco de Santo Domingo, Juan Manuel Parra; el presidente de la Agrupación de Cofradías, José Carlos Garín; los exhermanos mayores de Mena Francisco Fernández Verni, Álvaro Mendiola y Antonio Jesús González; y varios representantes municipales y de la Junta de Andalucía.

Salvador Salas

El congregante Pablo Krauel, tercer teniente hermano mayor y vestidor de la Dolorosa, se ha encargado de describir el altar, al que calificó de ‘Opus Magnum’, «que significa gran obra, o más aún, obra maestra», subrayó. Krauel, uno de los principales valedores de este proyecto, repasó la historia del templo y, por supuesto, de la congregación, fruto de la fusión, en 1915, de la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad con la Cofradía del Cristo de la Buena Muerte, y en ese repaso histórico lamentó que, tras la quema de conventos de 1931, «por desgracia, el resurgir de nuestros templos no fue igual de afortunado», indicó. «Muchos desaparecieron por completo, borrados, incluso, del callejero de la ciudad. Y aquellos que lograron reconstruirse, como este de Santo Domingo, donde hoy escribimos una pequeña línea en la historia, no pudieron recuperar la grandeza de aquellas imponentes máquinas barrocas que fueron sus retablos», afirmó el presentador de la obra para, seguidamente, evocar con alegría que 94 años después, «culminamos ese esfuerzo colectivo recuperando este majestuoso retablo, cumpliendo un anhelo largamente compartido por quienes nunca dejaron de creer», añadió el congregante antes de conocerse la obra.

Una vez descubierto el retablo entre aplausos y los devotos en pie, cuando el reloj marcaba las 21 horas y después de abrirse la cortina negra que lo ocultaba y escucharse unas emotivas palabras, en ‘voz en off’, de Francisco Jiménez Valverde, pregonero de la Semana Santa de 2023, Pablo Krauel pasó a detallar los pormenores de este gran testero ornamentado de los titulares de la Congregación de Mena, cuyo proyecto fue aprobado en junta de gobierno de 2021, siendo hermano mayor Antonio de la Morena, y a este le ha correspondido su finalización e inauguración, ya que Ramón Gómez, sentado junto a De la Morena, todavía no ha tomado posesión de su cargo de hermano mayor aun cuando el cabildo de elecciones se celebró el pasado 25 de julio.

Cierto es que la corporación se llegó a plantear un ambicioso retablo, dibujado por el joyero y orfebre cordobés Manuel Valera, que contaba con cuatro hornacinas en sus calles laterales. Si embargo, la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico de la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, al encontrase la capilla en un inmueble BIC –Bien de Interés Cultural–, exigió que la nueva maquinaria lignaria a construir siguiera un estilo contemporáneo a la fecha actual o lo más fidedigna posible en su traza al retablo destruido en 1931, opción por la que se optó finalmente, aunque para ello, el tallista sevillano Daniel Ibáñez Valles, hijo precisamente del también tallista Antonio Ibáñez, autor del trono de la Virgen de la Soledad, reinterpretó el bosquejo de Valera e introdujo importantes cambios en la parte superior del conjunto y sus calles laterales que, de cuatro nichos laterales se pasaron a tener solo dos, tal y como era el retablo primitivo, modificación que igualmente afectó y simplificó la propuesta iconográfica original.

Descripción de la obra

El nuevo aparato arquitectónico erigido en la capilla de Mena ocupa todo el testero –tiene unas dimensiones de 9,60 metros de alto, 6,28 de ancho y 0,81 de grosor– y está coronado por una cartela con el emblema de la jarra con azucenas, símbolo mariano de pureza y vinculado tanto a la Virgen de la Soledad como a la Catedral de Málaga, dedicada a la Encarnación. Bajo ella, otra cartela muestra las armas de la Orden de Santo Domingo, recordando el origen dominico de la congregación.

En el ático, una hornacina central alberga la imagen de Santa Catalina de Siena, que aparece con hábito dominico, corona de espinas y un crucifijo, evocando su misticismo y sus estigmas. La imagen, tallada por Álvaro Abrines y sugerida por el que fuera vicario parroquial de Santo Domingo, Francisco Aurioles, porta un Crucificado de la Buena Muerte, reforzando el vínculo simbólico con los titulares de la corporación.

En la parte superior también aparecen dos maravillosas esculturas de ángeles jóvenes que exhiben unos extraordinarios estofados, figuras realizadas por Encarnación Hurtado y que portan la caña y la lanza de la Pasión, y dos querubines desnudos de la misma autoría sosteniendo cartelas alusivas a los titulares: uno con la corona de espinas del Crucificado de la Buena Muerte y otro con la flor de lis de la Virgen de la Soledad. Estas figuras recrean las del antiguo retablo destruido. «Encarna es a la Congregación de Mena como la Roldana a Carlos II, su escultora de cámara», dijo Pablo Krauel al referirse a la sobresaliente escultura y autora de los relieves del trono de la Virgen de la Soledad, también la imagen de Cristo y santos de la cruz alzada procesional, los relieves del estandarte de coronación «y lo más significativo, las delicadas manos de nuestra Señora», añadió.

Imagen principal - Mena estrena un imponente retablo en su capilla de la iglesia de Santo Domingo

Imagen secundaria 1 - Mena estrena un imponente retablo en su capilla de la iglesia de Santo Domingo

Imagen secundaria 2 - Mena estrena un imponente retablo en su capilla de la iglesia de Santo Domingo

El cuerpo principal del conjunto, de tres calles, sigue la tradición barroca andaluza, con una estructura equilibrada que evita la sobrecarga visual. En las hornacinas laterales se sitúan San Telmo y San Vicente Ferrer, ambas piezas de Abrines, recuperando la memoria de las hermandades filiales históricas vinculadas a la Cofradía de la Soledad. San Telmo, patrono de los marineros, aparece con hábito dominico, libro y maqueta de un barco de plata, mientras que San Vicente Ferrer, gran predicador valenciano, se representa en actitud oratoria, señalando al cielo y sosteniendo un libro con un versículo del salmo 36. Ambas esculturas, junto con la de Santa Catalina, lucen nimbos de plata con el escudo de la congregación.

El conjunto impresiona. De arriba a abajo, de derecha a izquierda. Pero si hay una sección del retablo que llama especialmente la atención esa es la embocadura del camarín, que, si bien difiere de la obra primitiva, acertadamente su hechura y materiales empleados refuerzan el carácter sagrado del espacio donde se veneran el Cristo de la Buena Muerte, la Virgen de la Soledad y la Magdalena, al ser construido en orfebrería. Este «descomunal marco», calificó Pablo Krauel, semejante a un arco triunfal, labrado por el cordobés Manuel Valera, otra de las grandes firmas, en este caso, de la joyería y los metales, eleva la dignidad del conjunto.

La peana

Otra novedad que puede apreciarse es la posición de la Virgen, situada ahora a la derecha del Cristo –a la izquierda del devoto–, en armonía con la inclinación de su rostro.

La peana de orfebrería, de estilo neobarroco, es también nueva. Con una decoración predominante de roleos y motivos vegetales, cuenta en la parte central con un regatón labrado donde ajustar la cruz del Señor, mostrando en su basamento la representación de una calavera ostentando una corona y con dos tibias cruzadas como alegoría de la muerte, en clara alusión a la segunda advocación del Crucificado, ‘Ánimas’. Es por ello que, en un plano inferior a este motivo, pero en la parte superior de esta peana central, aparecen enfrentadas las figuras de dos ángeles que ofrecen su mano izquierda a unas almas a las que conducen a la presencia de Cristo, cuya imagen señalan respectivamente con la diestra. Entre ambas, campea el escudo corporativo de la congregación.

 Por su parte, las peanas laterales, rehundidas en cuanto a la principal, contienen dos cartelas con emblemas acordes a las imágenes que sustentan. La de la Dolorosa exhibe el anagrama entrelazado del nombre de María y, la reservada a la Magdalena, el tarro de ungüento con el que la mujer pecadora, tradicionalmente identificada con ella, ungió los pies del Señor.

El zócalo marmóreo del retablo, en tonos rojizos y negros, armoniza con el revestimiento de la capilla, inspirado en el de la Virgen del Rosario de Santo Domingo, garantizando la unidad estética del espacio.

La colosal obra, cuya iconografía ha sido aportada por Alberto J. Palomo, salvo la inclusión de la figura de Santa Catalina de Siena para el ático, que fue sugerida el sacerdote Francisco Aurioles, ha contado con la participación del tallista sevillano Daniel Ibáñez Lirio, a quien también se debe el bosquejo definitivo del proyecto, y del malagueño Alberto Berdugo Trujillo en las labores de dorado, mientras que las esculturas de los ángeles del ático han sido realizadas por la imaginera utrerana Encarnación Hurtado, y las de los santos dominicos, por el sevillano Álvaro Abrines. La orfebrería, incluida la embocadura, peana y nimbos, son de Manuel Valera, y los trabajos en piedra han sido ejecutados por la empresa almeriense Cuéllar Stone.

Ante la ausencia del obispo de la diócesis, José Antonio Satué, por encontrarse fuera de la ciudad, la bendición de la obra corrió a cargo del vicario para el Laicado y párroco de los Santos Mártires y San Juan, Manuel Ángel Santiago, «perchelero», como se encargó de recordar, quien después de la oración del ritual, procedió a la aspersión con agua bendita sobre el retablo y echó incienso al conjunto. Eran las 21.33 horas.

El acto concluyó con el canto de la Salve Marinera a la Virgen de la Soledad, tras unas palabras del hermano mayor, Antonio de la Morena, que con esta aportación artística pone fin a sus ochos años al frente de la congregación. De la Morena ha deseado que el retablo sea «la primera piedra» de la necesaria rehabilitación integral de la iglesia de Santo Domingo que ya proyecta el Obispado. Asimismo, ha tenido palabras de recuerdo para el desaparecido congregante Agustín Sibaja, y de agradecimiento a sus compañeros de junta y a quienes han hecho posible la ejecución del retablo, así como a los miembros de su familia.

Historia

Que hoy día se levante un gran retablo en una iglesia es motivo para felicitarse. La magnitud que supone este tipo de obra, para la que se precisa el trabajo de diferentes disciplinas artísticas, y el elevado coste que acarrea dificultan, sin duda, su encargo. Pero si la iniciativa parte, además, de una cofradía, la felicitación es doble, ya que, con este tipo de acciones, se confirma el compromiso que tienen las hermandades, o lo que es lo mismo, la piedad popular, con el patrimonio de la Iglesia y, por extensión, de la ciudad.

En Málaga, Santo Domingo fue uno de los templos más castigados en 1931. La conocida como quema de conventos hizo estragos en esta iglesia. La ola de violencia anticlerical de aquel año, entre el 11 y 12 de mayo, tuvo como resultado la destrucción de imágenes devocionales, insignias y otras piezas artísticas. El Cristo de la Buena Muerte, el de Pedro de Mena, y el retablo dieciochesco de su capilla, ubicada en la nave de la epístola y primitivamente dedicado a la Virgen de la Soledad, desaparecieron para siempre durante aquel asalto desmedido y el posterior incendio. De este recinto, prácticamente solo quedó la verja que lo cierra.

Aunque la Congregación de Mena, durante la posguerra, emprendió una sencilla actuación en la maltrecha capilla, como fue el enmarque que delimitaba la embocadura del camarín, y en 1962 hubo una segunda intervención más ambiciosa, costeada en gran parte por su hermano mayor, Álvaro Príes Gross, que es la que ha perdurado hasta ahora, no ha sido hasta casi un siglo después, 94 años en concreto, cuando los titulares de esta corporación, el Crucificado ahora de Francisco Palma Burgos y la Virgen de la Soledad, además de la Magdalena, también de Palma, presidan desde este viernes un retablo que pasa por ser una recreación, en su traza, de aquel otro que fue pasto de las llamas en mayo de 1931. Por tanto, puede afirmarse que este nuevo conjunto arquitectónico supone una regresión a la Málaga anterior al 11 de mayo de 1931. Si bien algunos elementos y la iconografía difieren uno de otro, lo cierto es que cuando se observa el nuevo retablo de la Congregación de Mena, uno puede imaginar cómo era aquella otra tramoya barroca de la Virgen de la Soledad que, a partir de 1915, dio cobijo también al famoso Crucificado de Mena hasta su desaparición.

La capilla de la congregación podrá visitarse este sábado en horario de 10 a 14 horas y de 17 a 21 horas.