Ocurrió hace justo 20 años, cuando Maria de la Pau Janer ganó el Premio Planeta con ‘Pasiones romanas’ y el escritor Juan Marsé, sustituto en el jurado de su querido Manuel Vázquez Montalbán, estalló. «Este premio no tiene nada que ver con la literatura, pero nuestro cometido tampoco», clamó el autor de ‘Últimas tardes con Teresa’. Y, acto seguido, dimitió como jurado. «Me gustaría añadir lo que ya dije una vez en relación con la literatura de ficción, tal como hoy se nos vende, en tantos premios: que es una literatura que se asemeja cada vez más al mundo del ‘prêt-á-porter’, y que el verdadero reto para un escritor actual no es entrar en ese mundo, sino ser capaz de rechazarlo», razonó entonces Marsé, quien ya el año antes había «apechugado» a regañadientes con el fallo a favor de Lucía Etxebarría.
«Advertí enseguida que el negocio editorial primaba sobre la literatura», recordaría años después el novelista, unas palabras que resonaron el miércoles en la sala Oval del MNAC cuando Juan del Val, guionista y colaborador de ‘El hormiguero’ y autor de cuatro novelas -además de otras dos junto a su mujer, la presentadora Nuria Roca-, recogió el 74ª Premio Planeta y reactivó la vieja y eterna controversia sobre la alta y la baja cultura. «Se escribe para la gente, no para una supuesta élite intelectual», reivindicó el flamante ganador. «Lo que intentaba decir es que la literatura tiene sentido si se ve. No me parece raro querer que la gente me lea o me vea. Lo comercial puede tener calidad o no, igual que lo no comercial», abundaba horas más tarde en una entrevista con El Periódico de Catalunya.

Juan del Val, ganador Planeta 2025. / MANU MITRU
«¿Ser comercial es llegar a más gente? Pues si llegas a más gente es algo positivo», subraya también en conversación con El Periódico de Catalunya Ángela Banzas, finalista del Planeta con ‘Cuando el viento hable’. «Si todo lo que yo quiero contar llega a más gente, le acaricia y le deja una sensación de calidez en el pecho, pues creo que ganamos todos. En el momento en que tu deseo es publicar, todos intentamos llegar a cuantas más personas. Luego cada uno tiene su voz y hay que saber buscar la forma de canalizar todo lo que te apetece contar pensando en el otro», añade la gallega.
En el extremo opuesto, el último Nobel de Literatura, el húngaro László Krasznahorkai, un autor de «obra cautivadora y visionaria» y ventas «discretas pero suficientes», en palabras de su editora, Sandra Ollo. Su futuro, eso sí, pinta prometedor: el año pasado, la surcoreana Han Kang pasó de los 10.000 ejemplares vendidos a los 100.00 gracias al empujoncito de la Academia Sueca. Así que también ahí, en lo que Del Val identifica como élite, hay negocio. «Es una falta de respeto a la gente considerar que calidad y comercial son conceptos opuestos. ‘El Quijote’ es una novela de entretenimiento y muy comercial», insistía el autor de ‘Vera, una historia de amor’.

El escritor húngaro László Krasznahorkai, Premio Nobel de Literatura 2025. / Gyula Czimbal
Ventas y aplausos
El mismo debate ya reapareció hace unos poco meses cuando, a las puertas de Sant Jordi, editores de Planeta y Penguin Random House reflexionaban en estas páginas sobre los diferentes niveles de lectura de la literatura más o menos popular y la eterna lucha de clases de la cultura. «Todo el mundo quiere lo que no tiene: los literarios quieren vender y los comerciales quieren el prestigio. Lo que no tiene sentido es despreciar algo sólo porque venda mucho», dijo entonces Lola Gulias, editora ejecutiva de ficción en lengua española de Planeta. «Si quieres reseñar un ‘best seller’ desde el mismo lugar que un libro de Mircea Cărtărescu, ni lo entenderás ni lo sabrás valorar. Y como no se entiende, Casavella hace una crítica de ‘El Código Da Vinci’, lo destroza y todos nos reímos mucho. Pero la está haciendo desde el punto de vista equivocado», añadió por su parte el editor de Grijalbo, Toni Hill.

Marsé, junto a Rosa Regàs, Pere Gimferrer y Carlos Pujol durante la accidentada entrega del Planeta a Maria de la Pau Jane en 2005 / JOAN CORTADELLAS / EPC
La polémica, en cualquier caso, es recurrente: ¿bonanza comercial o prestigio intelectual? ¿Ventas saludables o palmaditas en la espalda de la academia? «Siempre dicen que James Joyce no podría ganar el Planeta. Puede ser, pero sí lo harían Balzac y Dickens. Es un premio que tiene una enorme sensibilidad hacia las personas que leen», dijo en su día la escritora y miembro del jurado Carmen Posadas. Marcando el ritmo, ‘Las hijas de la criada’, novela con la que Sonsoles Ónega se llevó el Planeta en 2023 y, al mismo tiempo, una una de las obras más vendidas de la historia reciente del premio -20 ediciones y más de un millón de lectores- y la que peores críticas ha recibido. «La hamburguesa es de buen tamaño y tiene muchos ingredientes, pero, lamentablemente, no sabe a nada», resumía en las páginas del suplemento ‘abril’ Malcolm Otero Barral.
El equilibrio, ya ven, es complejo, pero posible: ahí están casos de éxito como el Strega italiano y el Goncourt francés, galardones a obra publicada de dotación aparentemente poco llamativa (5.000 euros el primero, un simbólico billete de 10 el segundo) pero poderoso reclamo comercial: Pierre Lemaitre, por poner un ejemplo de novelista de vocación popular y herencia folletinesca, ganó el Goncourt en 2013 y su novela ‘Nos vemos allá arriba’ pasó de los 100.000 ejemplares vendidos a los 600.000 en cuestión de meses. «En Italia es el libro que todo el mundo lee durante el verano. Si vas a comprarte un libro antes de irte de vacaciones, compras el ganador del premio Strega», explicaba a El periódico de Catalunya Andrea Bajani, ganador de la última edición del galardón transalpino con ‘El aniversario’.
46 millones de Planetas
En sintonía con todo lo anterior, nunca ha escondido el Premio Planeta su voluntad abiertamente comercial y, de algún modo, colonizadora del hogar medio español: año tras año, el presidente del grupo, José Crehueras, anuncia con orgullo el marcador de ejemplares vendidos. En 2023, la cifra llegaba a los 45 millones; en 2025 ya son 46. Así, a ojo, sale a casi dos Planetas y medio por casa. Durante décadas, ese sector de la población que se reconoce en las encuestas como lector ocasional ha tenido en el jurado del premio su mejor aliado a la hora de escoger lectura, ya fuera ‘Los mares del sur’ de Manuel Vázquez Montalbán: ‘Pequeño teatro’, de Ana María Matute; o ‘No digas que fue un sueño’, de Terenci Moix. «El ‘best seller’, ese libro de muchas páginas y fácil lectura, fue un invento de la industria inglesa a finales del siglo XIX para que aquellas personas a las que no les gustaba leer tuvieran en las manos algo que pareciera un libro», recordaba horas después del fallo el escritor Carlos Zanón.
«El premio tiene como objetivo dar la máxima difusión al libro y conseguir nuevos lectores», insiste Creuheras siempre que tiene ocasión. Se explica así el amplio y variado perfil de los galardonados, una amalgama de rostros mediáticos, veteranos con tirón en el otoño de su carrera y primeras espadas de la literatura con galones de prestigio. En el palmarés, nada menos que dos premios Nobel, ocho premios Cervantes y una docena de académicos de la RAE. Alta cultura a gusto del consumidor. Un rostro conocido, en cualquier caso, es casi siempre sinónimo de pingües beneficios y máximo rendimiento comercial, como demuestran galardones recientes como el Ramon Llull a Ramon Gener o, claro, el Planeta a Juan del Val.
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