CARTA DE DESPEDIDA A FLORITO
Querido Florito:
Antes que nada, permítame tutearle. Ha estado presente tantos años en mi vida taurina como aficionada, que le tengo tanto cariño como se le puede tener a uno de los amigos más cercanos. El pasado 12 de octubre, aparte de Morante y Fernando Robleño, se fue uno de los bastiones de esta plaza, una figura icónica, el mejor mayoral que vamos a ver en la vida y el criador de los bueyes más famosos: se fue el “special one”, usted, y se fue como llegó y como ha sido su figura durante 39 años como mayoral de la primera plaza del mundo: con total discreción, riguroso y en silencio. ¡Hasta usted puso su granito de arena en el festival de Antoñete, cuando devolvieron al 4.º novillo!
Cuántas añoranzas se le agolparán en el corazón cuando se siente en algún lugar de su finquita y le vengan recuerdos de su época de novillero, “El Niño de la Plaza”, en honor a su casa, la plaza de toros de Talavera, aquella en la que aprendió a manejar el ganado como ninguno. Cuántas tardes toreando por el Valle del Terror, Madrid y Toledo… o esa primera becerra que llevaron para Raúl Sánchez…
Fuiste muy precoz con el manejo del ganado; a los 12 ya sabías de memoria el manejo de los bueyes, y con 18 ya ocupaste el puesto de tu padre a su muerte. En 1986, gracias a D. Manuel Martínez Flamarique “Chopera”, llegaste a Las Ventas, y te convertirías en figura esencial e imprescindible para el correcto funcionamiento de la 1.ª plaza del mundo.
Presente en desembarques, veedor con el paso del tiempo, bajo tu responsabilidad recaía directamente la presentación de las reses reseñadas para todos los festejos. Guardián de los toros, responsable de que estos no se desgracien durante su estancia en corrales. Eras el primer hombre que los veía y el último que los despedía. Su labor como veedor, crucial; apagaste en los últimos años varios incendios provocados por el anterior veedor de la plaza y, gracias a ello, pudimos ver de vuelta a algunas ganaderías. Conocedor como nadie del trapío que debe tener el “toro de Madrid” y defensor del toro cinqueño.
Cuántos sustos vivieron las paredes de esos corrales, donde tu vida corrió peligro en no pocas ocasiones, como aquella tarde en que un toro de rejones, al ir a enchiquerarlo, se dio la vuelta y te caíste tras un resbalón; gracias a que saltaste al pesebre, pudiste salvarte. O ese toro de Julio de la Puerta que se te arrancó al volverse en chiqueros y te cogió contra la pared, dándote con el pitón en la ingle. Se va a hacer raro no ver aparecer tu figura en los apartados cuando la cosa se tuerce y no quieren pasar por la puerta, y aparecía tu figura, sin dar una voz más alta que otra y a cuerpo limpio, jugándotela de verdad; les tirabas la vara en ese último intento para que saliera del corral. O esas veces en las que te quitabas la chaquetilla y los traías arrancados hacia toriles… ¡Qué espectáculo! Aunque para espectáculos, tus bueyes, como peones de ajedrez, donde cada uno sabía perfectamente su movimiento. Ahí se ven perfectamente tus palabras: “Los toros hacen lo que yo quiero, los bueyes lo que yo les digo”.
Ojalá haya un hueco en tu corazón para el aficionado que tantas ovaciones te dio en muchas tardes, donde el más aplaudido fue un hombre menudo, con gorrilla campera y traje corto, quien, vara en mano, se llevaba los aplausos más fuertes de muchas tardes. Guárdanos en tu memoria junto a “Costalero”, ese buey que llegaba el primero en los Sanfermines, o “Golondrino”, cojo por una cornada de un sobrero de Cuadri.
En las pocas entrevistas que has dado, decías que te ibas a ir en silencio, y así ha sido. Figura y maestro, no de los de luces, pero sí de corto. Ahora te toca la parte más difícil: la de ver a tu hijo crecer profesionalmente bajo la sombra muy alargada de tener un padre tan grande.
Mucha suerte en la vida y gracias por todo, Floro.
Artículo escrito por Cristina Barba, socia de la Asociación El Toro de Madrid