Bajo los pies de los habitantes del golfo de Nápoles, la Tierra lleva tiempo murmurando. Desde 2022, miles de pequeños temblores sacuden de forma casi constante esta región del sur de Italia, a veces varios en un solo día. Apenas se perciben en la superficie, pero los científicos han notado un patrón inquietante: la actividad sísmica se ha multiplicado y se concentra en torno a una estructura geológica desconocida hasta ahora.

Un equipo internacional de investigadores ha utilizado inteligencia artificial para analizar los registros sísmicos de los últimos tres años en los Campos Flégreos, una enorme caldera volcánica situada a pocos kilómetros de Nápoles. Donde los métodos tradicionales habían detectado unos 12.000 movimientos, el modelo de aprendizaje automático identificó más de 54.000 microterremotos, revelando un nivel de detalle sin precedentes.

El hallazgo, publicado en la revista Science, muestra que los temblores no están distribuidos al azar, sino que siguen una estructura circular bajo la superficie. Esta falla en forma de anillo, situada a menos de cuatro kilómetros de profundidad, podría estar marcando el límite de una antigua cámara magmática. Según los científicos, su reactivación indica que la corteza terrestre está experimentando deformaciones relacionadas con la acumulación de presión.

“El anillo apareció con una claridad que nos dejó perplejos”, explicó Xing Tan, investigador principal del estudio. Su equipo colaboró con el Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia para comparar los datos históricos y confirmar el patrón. Aunque no hay indicios de una erupción inminente, los resultados sugieren que la actividad tectónica y térmica en la zona se está intensificando.

Un supervolcán bajo vigilancia

Los Campos Flégreos (cuyo nombre significa literalmente “campos ardientes”) forman parte de un supervolcán que ya ha registrado grandes erupciones en el pasado. En su interior viven más de 360.000 personas, muchas en zonas densamente urbanizadas como Pozzuoli o Bacoli. La última erupción significativa tuvo lugar en 1538, pero desde hace décadas el terreno no ha dejado de elevarse y fracturarse lentamente.

El estudio también detecta movimientos vinculados a la circulación de agua caliente y vapor en las rocas, un fenómeno conocido como hidrotermalismo. Este proceso podría estar detrás de buena parte de los microtemblores, aunque los expertos advierten que el aumento de fracturas en la corteza podría favorecer la aparición de sismos más intensos.

“Las fallas son largas y superficiales, por lo que un terremoto de magnitud 5 no puede descartarse”, advirtió el geofísico Bill Ellsworth, coautor de la investigación.