Pilar Mazo|
Logroño (EFE).- Un buen libro de memorias debe incluir un equilibrio entre la confesión y la discreción, además de responder a otros aspectos esenciales, como la autenticidad, la narratividad, la relevancia y la dimensión cultural.

Así lo ha explicado a EFE la directora del Máster en Escritura Creativa de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), Anna Cacciola, para quien las memorias constituyen «un género de éxito inagotable», que tiene, en el horizonte próximo, varios lanzamientos «sonados», como las del rey Juan Carlos I, Isabel Preysler y la francesa Gisèle Pelicot.

Desde el punto de vista de esta doctora en Lengua y Literatura Española, para que un buen libro de memorias funcione de verdad debe tener cinco aspectos esenciales: la autenticidad, la narratividad, la relevancia, el equilibrio entre la confesión y la discreción y la dimensión cultural.

Ha insistido en que el lector espera revelaciones, secretos, pero «demasiada exhibición convierte el texto en un tabloide y demasiada opacidad puede convertir la experiencia de lectura en algo frustrante», por lo que «mantener ese equilibrio entre la confesión y la discreción es muy importante».

El cantante Julio Iglesias saluda a su esposa Isabel Presley, a su llegada al aeropuerto de Barajas el 19 de diciembre de 1972. EFE/apj

Para que un buen libro de memorias funcione, en cuanto a que tenga éxito en su publicación, ha defendido que también debe incluir el componente de la autenticidad, con el fin de que el lector sienta que está accediendo a una verdad honesta.

Igualmente, se tiene que leer casi como una novela, por lo que debe tener cierto ritmo, tensión narrativa y unas anécdotas que sean reveladoras, ha añadido.

Además, no todas las vidas interesan por igual, por lo que es «necesario encontrar un ángulo, una perspectiva, ya sea la vida pública o un testimonio de una época o una historia de superación personal», en lo que cobra importancia el aspecto de la relevancia.

Un buen libro de esta naturaleza tampoco se limita a contar una vida, sino que ilumina un tiempo histórico, una sociedad o una mentalidad, por ejemplo, ha explicado.

Y detrás de todo ello, ha enfatizado, hay «un proceso editorial complejo y muy planificado», ya que no se trata simplemente de que una persona famosa se siente a escribir lo que recuerde de su vida y se lo entregue a una editorial, sino que «hay un engranaje de fases literarias, comerciales, que convierten este tipo de obras en auténticos acontecimientos mediáticos».

Gisele Pelicot, el 10 de octubre de 2025, en Nimes (Francia). EFE/EPA/GUILLAUME HORCAJUELO

Las memorias no se agotan

Actualmente, las memorias es un género literario que tiene un atractivo que parece no agotarse porque responde a «algo profundamente humano, que es la curiosidad por la vida de los otros», ha señalado esta experta.

El lector de memorias busca el acceso a lo privado de personas que, en muchos casos, han estado en la esfera pública, cómo se han enfrentado a momentos decisivos de su trayectoria o qué hay detrás de esa imagen construida en los medios de comunicación.

Por ejemplo, Isabel Preysler, ha argumentado Cacciola, no es una figura política, pero sí ha sido y sigue siendo un icono social, que ha marcado el imaginario de la elegancia del espectro de la vida pública española durante décadas.

También cree que las memorias no necesitarán a largo plazo el auxilio de la inteligencia artificial porque en ellas prima «lo anecdótico, lo personal».

Por ello, «más allá de un auxilio en lo que es la revisión de estilo, poco puede aportar la inteligencia artificial en la plasmación de una narración individual y personalísima», ha concluido.