A sus 20 años, Roberto Martín ‘Jarocho’ ya conoce la dualidad del toreo: la gloria de las grandes plazas y la emoción íntima de una tarde inesperada. El joven matador de toros, originario de Huerta de Rey (Burgos), desgrana las claves de una profesión que ha abrazado desde la cuna, marcada por el sacrificio, el miedo constante y una admiración reverencial por figuras como Morante de la Puebla. Este verano le hemos visto en varios de los ruedos de la provincia de Soria, como Almazán o El Burgo de Osma, y ya ha pasado por el coso de San Benito, en la capital, en varias ocasiones. Se ha paseado por grandes templos del toreo nacional, como Las Ventas, en Madrid, Vista Alegre, en Bilbao, o la Monumental de Pamplona.

Con una madurez que sorprende para su edad, Jarocho ha asumido la responsabilidad de ser una de las grandes promesas en un momento de relevo generacional en la tauromaquia. Lejos de rehuir la presión, la convierte en motor: «Es una responsabilidad, pero creo que es algo bonito. Cuando vas a una plaza de toros y ves que la gente espera algo de ti, es algo que me ilusiona mucho, me motiva«.

Su historia está indisolublemente ligada a su familia, un entorno donde los capotes y los vestidos de torear formaban parte del paisaje cotidiano. «Me he criado viendo toros«, ha recordado, sintiéndose un privilegiado por haber vivido la profesión desde tan cerca, siendo su padre matador de toros y teniendo dos tíos banderilleros. Sin embargo, el paso definitivo lo dio con apenas 15 años, cuando tomó la decisión de dejar su casa para ingresar en la Escuela Taurina de Salamanca. Un sacrificio que considera «fundamental para haber podido cumplir el sueño de tomar la alternativa en Palencia» el año pasado y consolidar una carrera que no ha hecho más que empezar. De hecho, a principios del mes de octubre, confirmó alternativa en Las Ventas, un paso importante para su trayectoria.

Morante de la Puebla, el espejo en el que mirarse

Si hay una figura que ha marcado la vocación y el concepto taurino de Jarocho, esa es la de Morante de la Puebla. Su admiración trasciende la de un simple aficionado; es la de un discípulo que encontró en el maestro la inspiración para dedicar su vida al toro. «Morante es el torero que ha hecho que yo quiera dedicarme a esto«, ha afirmado con rotundidad. Para él, el «genio de La Puebla del Río» ha sido capaz de interpretar el «toreo con el que todos sueñan», convirtiéndose en su mayor influencia dentro del mundo de la tauromaquia.

Por eso, compartir cartel con su ídolo ha sido uno de los momentos culminantes de su joven trayectoria. «Realmente es un sueño, para mí fue un sueño torear con Morante«, ha relatado, describiendo la tarde como una de las más bonitas que ha vivido. Sin ir más lejos, este año, en septiembre, ambos salieron a hombros de la plaza de toros de Navalcarnero: «Me habría dolido no haber compartido cartel con él este año». La reciente retirada de Morante le ha provocado una profunda tristeza. «Me dio mucha pena, en el momento en el que se estaba cortando la coleta se me ponían los ojos cristalinos. Era una sensación de impotencia, de que se iba el maestro», ha expresado, agradecido por haber podido torear con él antes de su adiós.

Tras la despedida de su ídolo, en su perfil de Instagram, compartió un emotivo post en el que aparecen Jarocho y Morante encima de un texto que reza lo siguiente: «Se lo contaré a mis nietos, gracias maestro». Además, sobre la sorpresa que supuso el corte de coleta de Morante, el joven torero ha dicho que a él le «gustaría retirarse de la misma forma, sin avisar al comienzo de la temporada y que nadie se lo espere«.

Las Ventas y Almazán: dos caras de la misma emoción

La carrera de un torero se mide a menudo por sus actuaciones en las grandes catedrales del toreo y Jarocho ya sabe lo que es triunfar en la más importante de todas: Las Ventas. El año pasado salió a hombros por la puerta grande de la emblemática plaza española. «21 de mayo de 2024. Fue una tarde muy bonita, los animales me permitieron expresar el toreo como lo siento», ha rememorado. Y es normal que tenga un buen recuerdo de ese día, pues triunfar de esa forma en Madrid, en la Feria de San Isidro, no es algo que esté al alcance de todos, hay que tener un talento especial para «transmitir tus emociones a las 24.000 personas que te están viendo» y hacer que se levanten.

Recientemente ha vuelto a pisar el albero madrileño para confirmar su alternativa, una experiencia que, aunque no se saldó con el mismo éxito por la condición de los toros, ha calificado de «privilegio». Ese día, los toros salieron muy mansos al ruedo, sin tener «oportunidad de lucimiento». Pese a ello, el acto de la confirmación fue «muy especial», y aunque la pasividad de los toros pudiera resultar frustrante, Jarocho «nunca» va a «olvidar ese día».

Sin embargo, la grandeza del toreo, para el joven diestro, no reside únicamente en la categoría que la plaza pueda tener. Al factor al que le otorga una mayor relevancia es a las sensaciones que recorren su cuerpo a la hora de «expresar el toreo», sin importar cuál sea el ruedo. Sin ir más lejos, uno de los días que guarda con más recuerdo de este 2025, fue en Almazán, durante su segunda faena: «Recuerdo un toro en Almazán, el segundo de mi lote, que lo disfruté mucho. Es uno de los toros que más he disfrutado«. Y es que su filosofía es muy clara y contundente: «El toreo nace y muere cada tarde. Llegas a una plaza de toros, el toro sale por chiqueros y no sabes si estás en Almazán o en Las Ventas«. La emoción de una corrida no reside en la cantidad de gente que te esté viendo, en el aforo de una plaza o en su tamaño, sino en «la forma en la que te expresas en el ruedo, sin dejar que lo de fuera te influya».

La soledad y el miedo: la batalla invisible del torero

Detrás de la aparente seguridad del traje de luces se esconde una lucha mental constante. Jarocho, preguntado por el miedo, no ha escondido que pasa «miedo todos los días«, que es un compañero inseparable en su día a día. «El miedo es algo que existe. No es que los toreros no tengamos miedo, al revés, igual somos las personas con más miedo del mundo», ha confesado. Distingue entre diferentes temores: «El miedo al toro, el miedo al fracaso o a defraudar, un cúmulo de presiones que hay que saber gestionar«.

La rivalidad en el ruedo es otro pilar de la profesión. No es tan visible, como puede ser en un partido de fútbol o de tenis, pero tiene una fuerte presencia. Aunque existe un profundo respeto entre compañeros, la competencia es máxima. «Llegas a un patio de cuadrillas y ya no hay amigos. Sales a la plaza y quieres que la gente salga hablando de ti, que seas el torero más brillante de la jornada«, ha explicado. Esa tensión, lejos de ser negativa, es lo que empuja a los toreros a superarse: «Si el que te precede se pega al toro tú intentas acercarte más, si torea despacio, tú lo haces más lento. Compites en todo momento para ganarte a la grada». Las horas previas a la corrida son las más complicadas, con momentos de soledad y pensamientos de todo tipo que cada uno afronta a su manera. «Son momentos duros, se pasa mucho miedo, se vienen muchos pensamientos a la cabeza», ha admitido.

Algunos sueños por cumplir

Jarocho tiene muchas aspiraciones en la larga carrera que le queda por delante. De las grandes plazas españolas, solo le queda torear en una, especialmente emblemática: «Me encantaría ir a la Maestranza de Sevilla, en la Feria de Abril. Es uno de mis sueños«. A decir verdad, le encantaría estar en todas las grandes ferias de España: «Quiero volver a San Isidro, a Las Ventas, pero como matador de toros. Y estar en la Feria de San Fermín, en Pamplona, también sería todo un privilegio». A la hora de analizar el invierno en las corridas de toros en Hispanoamérica ha indicado que «es una experiencia que me gustaría vivir», aunque, por el momento, no lo contempla.

Sin duda, tiene muchos años por delante para vivir todo tipo de experiencias en el mundo taurino. Lo que está claro es que, hoy en día, es una de las grandes promesas del toreo español, una disciplina que está en pleno cambio con la retirada de sus estrellas, como Morante de la Puebla, Cayetano Rivera, Fernando Robleño o Javier Castaño.