En un contexto donde la obesidad y sus consecuencias metabólicas afectan a millones de personas en todo el mundo, aún existe una visión simplificada del problema. Cada vez es más evidente que la localización y el tipo de grasa corporal son factores clave que pueden marcar la diferencia entre un organismo sano y otro en riesgo.
Más allá de la grasa subcutánea, es decir, la que se acumula bajo la piel, existen depósitos de grasa menos evidentes que podría desempeñar un papel crucial en el desarrollo de enfermedades metabólicas. Comprender cómo y dónde se distribuye esta grasa puede ofrecer nuevas pistas para mejorar la salud. Por ello, es de urgencia adoptar métodos más precisos para analizar la composición corporal, capaces de identificar depósitos de grasa menos visibles pero que podrían ser potencialmente dañinos para la salud cardiovascular.
Qué tipo de grasa es señalada como la nueva enemiga de la salud cardiometabólica
El nuevo tipo de grasa señalada como la nueva enemiga de la salud cardiometabólica es la grasa intermuscular (IMAT), que se acumula entre los músculos y que está relacionada con trastornos como la diabetes tipo 2, la hipertensión o las enfermedades cardiovasculares.
En un estudio recientemente publicado en la prestigiosa revista The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, se ha revelado que la acumulación de grasa entre los músculos de la pierna (a la altura del muslo) podría estar más estrechamente relacionada con un mayor riesgo cardiometabólico que la grasa acumulada entre los músculos de la zona abdominal.
La investigación ha sido realizada por el grupo de investigación Biomarcadores de Enfermedades Metabólicas y Óseas del ibs.GRANADA liderado por los Drs. Manuel Muñoz Torres y Jonatan R Ruiz en colaboración con el Instituto Mixto Universitario Deporte y Salud (iMUDS), el Hospital Universitario Clínico San Cecilio y el Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada, así como el grupo de investigación liderado por la Dra. Idoia Labayen de la Universidad Pública de Navarra, junto con el CIBER de obesidad (CIBEROBN) y el CIBER de Fragilidad y envejecimiento saludable (CIBERFES).
Grasa en la parte inferior del cuerpo
Durante años se ha considerado que la grasa localizada en la parte inferior del cuerpo —especialmente en los muslos y glúteos— tenía un efecto protector frente a enfermedades cardiovasculares. Esta visión, respaldada por numerosos estudios que destacaban los beneficios de la grasa subcutánea en esa región, comienza ahora a matizarse con nuevos hallazgos.
Este estudio liderado por la Dra. Alba Camacho Cardeñosa, investigadora postdoctoral del grupo Biomarcadores de Enfermedades Metabólicas y Óseas del ibs.GRANADA y el Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Clínico San Cecilio, revela que la acumulación de grasa intermuscular en el muslo, es decir, la que se encuentra infiltrada entre los músculos y no debajo de la piel, se asocia con un mayor riesgo de alteraciones cardiometabólicas. A diferencia de la grasa abdominal, cuya relación con la enfermedad metabólica es ya conocida, este tipo de grasa profunda en el muslo podría ser incluso un mejor predictor del riesgo cardiometabólico en personas con sobrepeso u obesidad.
En esta investigación, participaron 189 personas adultas con sobrepeso u obesidad, de las cuales la mitad fueron mujeres. Durante dos semanas, se les realizó un seguimiento detallado de sus niveles de glucosa mediante dispositivos de monitoreo continuo. Además, se cuantificó la cantidad de grasa intermuscular tanto en la zona abdominal como en los muslos, utilizando imágenes por resonancia magnética. También, se evaluó un conjunto de factores de riesgo para enfermedades del corazón y diabetes, como el colesterol, la presión arterial, la glucosa en ayunas y el perímetro de cintura.
Estos resultados subrayan la importancia de distinguir entre tipos y ubicaciones de grasa corporal, y abren la puerta a nuevas estrategias de evaluación y tratamiento más precisas y personalizadas. En este caso, la grasa acumulada entre los músculos del muslo parece tener un papel clave en la salud metabólica, lo que podría abrir nuevas vías para evaluar y tratar el riesgo de enfermedades crónicas como la diabetes tipo 2 o las afecciones cardiovasculares.