El trágico accidente del funicular de Gloria en Lisboa, ocurrido el pasado 3 de septiembre y que dejó 16 muertos y más de 20 heridos, fue provocado por la rotura de un cable que no cumplía con la normativa exigida para el transporte de personas ni con los requisitos técnicos de la empresa operadora. Así lo confirma el informe preliminar del Gabinete de Prevención e Investigación de Accidentes de Aeronaves y Accidentes Ferroviarios (GPIAAF), organismo oficial encargado de esclarecer las causas del siniestro.
El documento revela que el cable incumplía tanto los estándares legales como los criterios técnicos establecidos por la propia empresa de transporte urbano que gestiona el funicular, uno de los más emblemáticos de la capital portuguesa.
El GPIAAF continúa investigando si hubo negligencia en el mantenimiento o en la supervisión técnica del sistema, mientras las autoridades locales enfrentan crecientes críticas por la falta de controles que podrían haber evitado la tragedia.
El cable, compuesto por seis cordones de 36 alambres de acero, había sido instalado hace seis años y su sustitución estaba prevista en un plazo de 263 días, según una inspección realizada el mismo día del accidente. Sin embargo, el punto exacto donde se produjo la rotura no era accesible mediante inspección visual, lo que impidió detectar su deterioro.
El sistema de frenado del funicular, activado por el guardafrenos tras la rotura del cable, resultó insuficiente para detener la cabina que descendía sin control por la empinada Calçada da Glória. El informe señala que los frenos no constituían un sistema redundante en caso de fallo del cable de conexión, lo que agravó las consecuencias del accidente.
Un símbolo histórico convertido en tragedia
Inaugurado en 1885, el funicular de Gloria es el segundo más antiguo de Lisboa y fue declarado Monumento Nacional en 2002. Conecta la Plaza de los Restauradores con el mirador de São Pedro de Alcântara, en el Barrio Alto, y transporta a más de tres millones de pasajeros al año. En sus inicios funcionaba con un sistema de contrapeso de agua, luego con vapor, y desde 1915 con energía eléctrica.
Su estructura de hierro y madera, con reminiscencias de la estética de Gustave Eiffel, lo convirtió en una atracción turística y en un emblema de la ciudad. El trayecto de 265 metros supera un desnivel del 17 % y se realiza en apenas dos minutos.