Decía Goya que «el tiempo también pinta» y se refería a una respiración de la materia que escapa a la voluntad del artista. El óleo puede craquelarse, y en los muros y las estatuas de los viejos templos griegos apenas quedan huellas de la … policromía, devorada por los soles y las intemperies de un cielo bajo el cual los mortales, sin aviso de aquellos dioses, erran todavía, sobreviven o destruyen. Y la destrucción no es el tiempo.

La iconoclasia de los bajorrelieves de Luxor o el fuego de las piras de la Bebelplatz son la prueba de que el odio también pinta, borrando. Cretinos que se creen santos siempre ha habido, pero los ecoterroristas de Futuro Vegetal, fascistas de salón, entraron en el Museo Naval el 12 de octubre y arrojaron pintura sobre el cuadro de Colón pintado por José Garnelo y Alda.

Al día siguiente del ataque pasé tiempo ante ese lienzo con las restauradoras. A ver si se enteran estos bárbaros: el cuadro tiene daños serios, y aunque pudieron eliminarse los chorretones, los pigmentos se han filtrado por cada poro, por cada grieta, y nadie sabe qué reacción tendrá la mezcla una vez seca, con el paso del tiempo.

El cuadro está gravemente herido, por culpa de unos descerebrados (nada que ‘cerebrar’ sería su errata perfecta) que decidieron destruir patrimonio para llamar la atención. Odian a quien no piensa como ellos, a quien conoce la historia de España. Odian la inteligencia, por atavismo inverso, pero también sabemos a dónde lleva eso. La barbarie, ni en pintura.