José Luis González

Martes, 21 de octubre 2025, 07:02

La historia de Iñaki Churruca y José María ‘Chato’ Núñez es la de dos amigos unidos por el fútbol desde hace décadas. Ambos coincidieron en el Athletic de Bilbao de José Ángel Iribar y Txetxu Rojo, pero antes sus caminos se cruzaron en un viaje simétrico: uno de los mejores extremos de la historia del Sporting de Gijón ponía rumbo a la ciudad del Nervión y el joven central de Tolosa tomaba la carretera en sentido inverso para, bajo las órdenes de Vicente Miera, colocarse al lado de Quini, Ferrero y Joaquín. Un traspaso para el primero y una cesión para el segundo, un viaje de poco más de 260 kilómetros en el verano de 1976 que cambió la historia del Sporting. Porque con parte del dinero que el conjunto gijonés ingresó por Churruca se compraron los terrenos de la Escuela de Fútbol de Mareo, unas instalaciones que la leyenda rojiblanca no llegó a probar. «No me invitaron ni a la inauguración. Esas instalaciones pusieron las condiciones necesarias para trabajar con la cantera y con los futbolistas, era algo que no se daba en esa época», recuerda el extremo.

Atacante y defensor han seguido manteniendo la amistad desde que compartieron vestuario en Lezama, cuando la cesión de Chayo expiró, y, fruto de ella, llegó un encuentro en los últimos días por el que ambas familias se han juntado en Gijón. Una ocasión para recordar el movimiento que permitió echar a andar un proyecto que forma parte de la filosofía del Sporting. «Se pudieron comprar los terrenos por Iñaki, que era un fenómeno y fue por el que pusieron la pasta», bromea Chato, que tiene buen recuerdo de la puesta en marcha de las instalaciones. «Tuve la suerte de ser de los que inauguró Mareo. Antes entrenábamos en la Universidad. Cuando se abrió, era un calco de Lezama».

La inauguración de Mareo coincidió con el inicio de la mejor época de la historia de un Sporting que logró el ascenso en el verano de 1977 y, un año después, contaba con su Escuela de Fútbol. «Teníamos un equipazo y un grupo que hacía vestuario», recuerda Chato. Un ligero repaso a los nombres da cuenta de la afirmación: Vicente Miera en el banquillo y, sobre el verde, jugadores como Jesús Castro, Redondo, Doria, Maceda, Morán, Valdés y, por supuesto, la trinididad rojiblanca, Quini, Ferrero y Joaquín. «En la última jornada jugamos, y ganamos, en Oviedo con el ascenso ya conseguido. Pero es que al año siguiente nos clasificamos para la UEFA».

Las competiciones europeas ya formaban parte de la vida de Churruca, asentado en San Mamés y dueño de una de las bandas. «La exigencia era distinta, pero viví aquella etapa en un ambiente muy bueno, muy familiar», apunta el extremo, a quien le queda una espinita clavada. «Fui subcampeón de mucho, pero no gané nada». El que sí lo hizo fue Chato, que le dio uso a la gabarra con dos títulos de Liga, una Copa del Rey y una Supercopa cuando regresó al equipo de Nervión después de dos temporadas en Gijón. «Aquella época fue extraordinaria. Lo único que me quedó fue ser campeón de Liga con el Sporting. Habrá que volver, a ver si lo conseguimos», bromea.

El fútbol ha cambiado mucho desde entonces. La repercusión mediática no es la misma ni tampoco los campos, el juego o la permisividad. Las piernas de uno y otro dan cuenta de la importante transformación que ha vivido un deporte en el que ahora las acciones duras tiene una penalización mucho mayor. «Antes arreaban más. Las rascadas eran una caricia entonces», apunta Churruca. «Lo bueno de aquella época es que en la primera entrada el árbitro solo te advertía. La primera era gratis», incide Chato.

Uno y otro ven al Sporting con la ilusión del que tiene un profundo cariño por la entidad y le desea que pueda cantar un ascenso. Aunque ambos son conscientes de que habrá que remar mucho para lograrlo. Lo explica Churruca. «El equipo está bien posicionado y hay que confiar, pero hace falta mucho trabajo. La Segunda es muy complicada y hay muchos equipos importantes que también lo intentan». Chato apunta que una vez que una institución como el Sporting cae a la Segunda División «es muy difícil volver a subir», pero el fútbol es un deporte que «va por rachas. Quizá el equipo no crea tanto, pero hay posibilidades. El domingo se trajeron una victoria de Valladolid». Y así, entre bromas y reflexiones, se va agotando una comida que ha vuelto a sentar en la misma mesa a dos futbolistas que son historia del Sporting y que mantienen en su corazón a club y excompañeros, a los que mandan calurosos abrazos.

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