Rubén Fariñas

Martes, 21 de octubre 2025, 08:23

Las obras son un «momento delicado» por la acción de los amigos de lo ajeno. De ello han podido dar buena cuenta en el Louvre de París y, hace unos años, un hecho «similar» ocurría en el museo de San Isidoro en León.

Así lo recuerda Raquel Jaén, directora del museo isidoriano. «Son el episodio más delicado en la seguridad de un museo», explica. Ellos, en ese momento, pidieron a la empresa encargada de las obras, y así se contempló en el pliego de contratación, que el andamio tuviera un sistema de alarmas que impidiera acceder a él. «Es raro que un museo tan importante -Louvre- no tuviera esas medidas de seguridad»

Sin embargo, el asalto al museo parisino se hizo a plena luz del día. El robo perpetrado en el Louvre, donde los ladrones se han llevado ocho joyas de un valor incalculable, se produjo aprovechando un elevador exterior usado para esos trabajos. Lograron romper un cristal de un balcón con una radial y después hicieron lo propio con las vitrinas. «Han tenido que operar muy rápido porque en esas vitrinas hay volumétricos, medidas antisísmicas, que ante cualquier movimiento o rotura hace saltar la alarma», explica la directora leonesa.

El intento de asalto en León

El intento de asalto que sufrió San Isidoro en el año 2019, con intento de acceder a la sala del grial, y que llevó al museo a presentar su correspondiente denuncia, no pudo llevarse a cabo ante el complicado acceso que tiene la basílica. Los cacos frustrados aprovecharon, como en el Louvre, que el museo estaba en obras para escalar por los soportales externos. «La seguridad funcionó porque no llegaron a cruzar la puerta del cáliz ni a saltar los elementos sonoros».

Entre los elementos más destacados que custodia se encuentra el Santo Grial -cáliz de Doña Urraca- situado, precisamente, en la parte más defendida del edificio: la propia torre. Este vaso se ubica en la primera planta, protegido por un suelo macizado por abajo y por arriba solo se podría asaltar por el aire o escalando la muralla. «Tendrían que venir con un matacán medieval», bromea la responsable.

A ello se suma una puerta noble antigua, con blindaje y volumétricos, en la que si alguien intentara acceder «se podría ver con infrarrojos de temperatura». Además, el propio grial tiene «mucha seguridad» con una vitrina con antisísmicos e infrarojos que se instaló en 2014.

Raquel Jaén señala que «nadie está exento» de sufrir un robo profesional como el ocurrido en París. Además, ha querido destacar que este tipo de robos «no los sufre solo el Louvre, lo sufren todos los ciudadanos», recordando que estas colecciones de tan alto valor patrimonial «no serían accesibles si no estuvieran en un museo y, además, acabarían dañados».

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