Qué poco dura la alegría en la casa del pobre. Cruel y posiblemente injusto despertar para un gran y excelso UEMC Baloncesto Valladolid que, por momentos, concretamente casi 40 minutos (le faltaron 9 segundos), hizo olvidar al respetable la agonía que significa sufrir la penitencia de jugar este año en la tercera categoría del baloncesto profesional español. Porque el equipo de David Barrio soñó con ser David apedreando y tumbando al gigante Goliat.

Pau Isern en su regreso tras la lesión.

Pero la lógica, ese que no entiende esfuerzos ni siquiera de merecimientos, hizo de las suyas condenando de forma lacerante a un equipo que no solo tuteó con descaro a su acaudalado rival, candidato un año más al ascenso a la Liga ACB, sino que le dejó por momentos en evidencia. Y lo hizo con un baloncesto ilusionante e eficiente, prácticamente caído en el olvido y rescatado por la clase consumada de Pau Isern, que por momentos dio toda una masterclass de dirección dejando claro que será protagonista de una manera u otra esta temporada, aquí o fuera si llegan, como parece los cantos de sirena.

UEMC CBCV 79; Estudiantes 80

  • UEMC Baloncesto Valladolid: Marín (7), Pablo Martín (2), Haney (21), Ordoñez (13) y Ochi (6) -quinteto inicial)- Pau Isern (18), Taiwo (5), García-Abril (0), Hanna (7) y Barnes (-).
  • Estudiantes: Granger (9), Silvero (4), Brimah (3), Vaulet (7) y Giovannetti (0) -quinteto inicial- González (0), Salin (9), McGrew (2), Filipovic (17), Nwogbo (14) y Garino (15).
  • Árbitros: Caamaño, Gallego y Pérez.
  • Eliminados: Nwogbo.
  • Polideportivo Pisuerga. 2.500 espectadores

Pero el UEMC, que se puso por delante a 25 segundos para el final en un partido en el que siempre estuvo vivo enseñando sus garras, acabó ahogado en el baño de realidad que le otorgo a nueve segundos para el final un triple de Sasu Salin. Un triple que nunca posiblemente nunca debió ni siquiera lanzar. Porque el UEMC tenía solo tres faltas en su casillero y no estaba en bonus. Pero se dejó lanzar y ese triple letal dio la vuelta al partido traspasando toda la presión al equipo vallisoletano con nueve segundos por jugar, un tiempo muerto y un último balón para cambiar la historia del pobre.

Pablo Martín en un lance del UEMC CBC Valladolid-Estudiantes.PHOTOGENIC

Pau Isern asumió los galones de jugarse un último lanzamiento que acabó de forma cruel en el hierro provocando el ‘ohhhh’ de un público, por fin, encantado con el baloncesto (79-80).

Fue una guerra de guerrillas ante un adversario con un fondo de armario terrorífico (Garino, Nwobbo, Granger, Filipovic, Vaulet, McGrew…) al que sin embargo supo plantar cara el conjunto de David Barrio. Y lo hizo, principalmente, con un ingrediente, el simple deseo, del que adoleció e incluso despreció por completo toda la temporada pasada.

Pau Isern en un lance del UEMC CBC Valladolid-Estudiantes.PHOTOGENIC

El UEMC Baloncesto Valladolid dio fue una pesadilla para un Estudiantes que, de nuevo, no es capaz de exprimir el mucho zumo que lleva dentro. La muñeca de Haney, con cinco triples sin fallo que no hacen sino enseñar que Valladolid será una parada de paso en su carrera; la polivalencia y desparpajo de Ordóñez, valiente como pocos pese a su poco cuerpo; y la intensidad a veces no controlada de Hanna, ejercieron de flotador ante la incuestionable calidad del Estudiantes, que sacó petróleo de las segundas acciones.

EL SEMÁFORO

  • VERDE.-La calidad y liderazgo de Pau Isern e ‘Ice’ Hanney, dos jugadores determinantes que ejercieron en todo momento de flotadores del equipo.                                
  • AMARILLO.- La mala lectura a la hora de defender la última posesión de 18 segundos del Estudiantes. Se pudo hacer falta y se dejó lanzar un triple, la peor elección ante un rival lleno de francotiradores.                                    
  • ROJO.- La ansiedad que persigue y caricaturiza al capitán Juan García-Abril, que valoró 0 sin anotación en 14 minutos en pista.

Como ocurriera en pretemporada ante Palencia, la diferencia de categoría no fue obstáculo alguno ni insalvable para un conjunto morado motivado en el que quizás la precipitación en su último triple (Pau Isern mandando 79-77) y el no saber cómo defender tras tiempo muerto el último ataque del Estudiantes que llevó a la derrota y a la injusta eliminación de la Copa España, le jugó esta vez una mala pasada. Una derrota, sin embargo, que bien se podría calificar hasta de heroica por sus grandes y meritorias prestaciones en una plantilla bien hecha y que debe de ejercer de brote verde para la afición.