Con más de dos millones y medio de ejemplares vendidos, Javier Castillo ha escogido Tenerife para ambientar su nueva novela, ‘El susurro del fuego’.
Para Tenerife es una gran noticia, desde muchos puntos de vista, que haya escogido la Isla para ambientar su nueva novela…
Llevaba mucho tiempo buscando una historia que contar y sentía que no encajaba con Estados Unidos. Quería alejarme un poco de ahí, al menos probar y descansar un poco de ese país. Hasta ahora todas han estado ambientadas allí. Llevaba un tiempo buscando una idea que fuese un thriller como muy distinto, muy emocional, que no fuese solo un thriller sino algo mucho más grande y que nos planteara preguntas también más grandes a todos nosotros. Y de repente vine a un viaje con la familia aquí, a Puerto de la Cruz, concretamente. Vi un momento muy cotidiano: iba yo con la familia y un chico tuvo una bajada de azúcar, le ayudamos entre todos y tuvo que venir una ambulancia y se lo llevó. A raíz de ese momento empecé a pensar si ese podía ser el detonante de una historia. Pensé en una pareja de hermanos que quizás podrían venir a la Isla a celebrar algo, que uno de ellos ha superado un cáncer y acaba de terminar el último ciclo de quimio y que ahí podía pasar algo. Tienen muchas esperanzas puestas en ese viaje y, de repente, tiene una recaída y debe volver al hospital. Cuando le dan el alta, su hermana desaparece. Cuando sale no la encuentra. Y no solo no la encuentra, sino que su móvil la localiza en medio de una colada de lava en el Parque Nacional del Teide. Conforme más pensaba en la historia, más me daba cuenta de cómo encajaba el lugar, las Islas y el fuego que ruge bajo la superficie con aquello con lo que yo intentaba conectar, con esa parte emocional de la historia. Me di cuenta que era como la unión perfecta: avivar esa llama que tenemos todo dentro en un thriller.
La historia plantea temas universales como el temor a la muerte o esa búsqueda de «algo más», un dios quizás.
Sí, y el cómo vivimos nuestra vida, qué estamos haciendo o si estamos aprovechando realmente el tiempo porque en tan solo un segundo todo se puede evaporar. Nos sentimos inmortales y en realidad no lo somos. Y la novela tiene ese mensaje de fondo: tienes que planear tu vida como si la fueses a vivir para siempre, pero al mismo tiempo vivirla como si fuera a terminar mañana. Tiene esa dualidad de querer hacerte abrir los ojos, por ejemplo, para que saborees la comida, que encima aquí es única. A que mires a la gente a los ojos cuando hablas, que camines descalzo, que te metas en una piscina natural, te bañes en el mar, que abras los brazos cuando vas en la moto y sientas el viento. Ese mensaje de ‘jolín, disfruta de todo lo que tienes porque es súper frágil’.
Y después de ese chispazo inicial, imagino que ha vuelto varias veces a visitar la Isla para documentarse, ¿cierto?
Sí, he vuelto muchas veces. He disfrutado de la oportunidad de poder acercarme al lugar para desarrollar y conocer mucho más el sitio. Cuando ambientaba mis historias en Estados Unidos usaba principalmente Google Maps e investigaba muchísimo por mi cuenta. Aquí usaba eso mismo pero al mismo tiempo podía venir y conocer la Isla. Podía sentirlo todo mucho mejor y crear una situación en la que los personajes se sintiesen en peligro pero al mismo tiempo estuvieran conectados con la naturaleza en lugares como el acantilado de Los Gigantes. Son bestiales, allí te sientes insignificante, como que la naturaleza te engulle y la muerte está muy presente. El peligro de caerte y cada sitio que aparece en la novela refuerza ese mensaje de un modo u otro. Por ejemplo, los personajes se van al Observatorio y miran al cielo. Las Islas te enseñan un cielo que no existe en otro lugar de Europa. En Madrid, ejemplo, se ven de noche 40 estrellas, aquí 2000. Hay tanta diferencia que funciona muy bien esa belleza de las Islas y esa conexión tanto del suelo con el cielo. Nosotros estamos en el medio para contar una historia muy única. Una de las protagonistas, de hecho, trabaja en el Astrofísico y pasa buena parte de su vida en el Teide.
Personalmente, considero que el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) es una institución que debemos reivindicar más no solo aquí en el Archipiélago sino a nivel estatal…
Completamente de acuerdo. No lo estamos explotando lo suficiente. Yo creo que la gente del mundo de la ciencia sí que lo conoce y lo valora muchísimo pero no se está aprovechando tanto ese potencial desde el punto de vista más general. Un potencial que viene avalado por ese cielo tan único que hay en Canarias. Es una institución puntera en el que todos los países del mundo colaboran para que los proyectos se hagan aquí porque el cielo es único. Creo que se está avanzando en proyectos alucinantes y que está todo el mundo mirándolos.
Uno de ellos es el proyecto Quijote, aparece en la trama. ¿Le han ayudado para documentarse desde el IAC?
No, nada. Lo he investigado por mi cuenta. Quería ejemplificar esa idea de la insignificancia de nuestra vida, eso que sientes cuando miras la inmensidad del cielo y sientes que no eres absolutamente nada. El proyecto Quijote busca los rastros del fondo del universo y me apeteció jugar con esa idea.
¿Y cuál es la respuesta que está recibiendo por parte del público?
Es una mezcla, hay gente que lo está disfrutando muchísimo pese a ser un thriller muy diferente que considero que no se puede comparar con nada. Y eso es porque tiene este componente emocional tan fuerte. Todos los personajes aprenden lecciones vitales abrumadoras. En realidad lo importante aquí no es el enigma, sino el camino y lo que pasa dentro de ti cuando lo lees.
Es usted un autor muy adaptado al cine, esta novela parece tenerlo todo a su favor en ese terreno.
Eso todavía está en el aire, claro, pero la verdad es que lo piensas y es una historia que tiene mucho potencial para ser rodada. Especialmente al tener lugar aquí en Canarias, donde últimamente se está robando absolutamente todo. Es una historia única que no sólo habla de las Islas sino que habla de todos nosotros.
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