Hay dos cosas que siempre me han generado intriga sobre el impacto que producen los libros en el mundo en general y en las personas en particular. A menudo, quienes estamos en este ámbito nos damos golpecitos en el pecho hablando de la importancia de … vender libros, de que se compren, de que la industria es esencial.
Por una parte, está el libro como objeto, que desde hace un tiempo me parece perfecto como instrumento de conocimiento. Hemos tenido que vivir confinamientos pandémicos insufribles para darnos cuenta de que el libro es un refugio. Hemos visto multitud de estados en redes sociales, de poetas y escritores, en los que se presume de biblioteca personal.
También hemos tenido que padecer un apagón —aunque posiblemente tengamos que prepararnos para otro— en el que nos hemos sentido huérfanos del smartphone. Habrá más, y viviremos otras tragedias en las que volveremos a refugiarnos en esas unidades mínimas que utilizamos para darle sentido a las cosas en general: los libros, las relaciones íntimas, el calor de la reunión para contar historias. La capacidad de hacer cosas y de utilizarlas para dar sentido.
El libro supuso ese interruptor en el pasado; en realidad, siempre lo ha sido, y por eso los grandes regímenes persiguen a los intelectuales y queman los libros. En este juego del que hablaba al principio entra, supongo, la biblioteca. Pero no solo la pública, sino también la académica, la personal, la de cualquier institución o asociación que sirva como punto de encuentro en torno a miles y miles de libros. El ser humano, cuando socializa, necesita ese calor y ese instrumento perfecto de transmisión del conocimiento.
Creo que existen muchos centros de reunión dedicados a diferentes cosas, a distintas adoraciones, pero suelo encontrar que las bibliotecas no lo son. ¿Acaban siendo, en realidad, la salvación? ¿Cómo se arregla esto? Pregunto.
Yo no tengo la solución, pero sí he reflexionado sobre ello en voz baja, porque al final me doy cuenta de que estamos utilizando el libro para distintas cosas, dándonos importancia por cómo lo usamos. Sin embargo, las bibliotecas son el lugar de los libros que nos mejoran como sociedad. La historia lo demuestra, porque si no fuera así, ¿por qué en esos momentos de dictadura y represión se habrían quemado?