Lucía García Cortes tiene 17 años, juega al tenis desde que su padre Marcos la apuntó en el cole a una actividad extraescolar de la … que «me acabé enamorando» y ha llegado a representar a Asturias Asturias en el campeonato de España por comunidades en categoría infantil y el año pasado fue al campeonato de España cadete. Ayer se plantó en el Aeropuerto de Asturias para esperar a Serena Williams, Premio Princesa de los Deportes. Y acabó sacándose una foto con ella. «También me firmó una pelota», presume aún emocionada. «La seguridad no me dejaba acercarme, pero le dije que era mi ídolo, que la admiraba muchísimo. Ella se paró, me cogió la pelota que le di para que firmase, fue muy agradable. Fue un momento que no olvidaré nunca», cuenta.

Lucía, que está muy agradecida a todos sus entrenadores -empezó en el Club Santa Olaya con los Avendaño, después estuvo seis años con Rosa Domínguez y ahora entrena en Turón con José Manuel García, del club de Tenis de Mieres- ha tenido la mala suerte de lesionarse el año pasado. «Me rompí el ligamento cruzado anterior y el menisco interno en un entrenamiento. Me operé el pasado mes de marzo y ahora llevo varias semanas ya entrenando, después de trabajar muy duro por recuperarme». Su sueño siempre fue ir a Estados Unidos con una beca deportiva a través del tenis, pero la lesión le ha parado un poco los planes. «Sigo con esta idea a pesar de la lesión», asegura.

Sí es cierto que «Serena siempre ha sido mi ídolo, mi tenista favorita desde que era muy pequeña». Es por eso, nos cuenta, que «al venir aquí a Asturias, quería verla como fuese». El caso es que ayer por la mañana, a las ocho, tenía un examen en el instituto. Pero en cuanto acabó, salió corriendo. Fuera le esperaba su padre, Marcos, que la llevó al Aeropuerto a ver si tenían suerte. «No teníamos la certeza de que iba a venir hoy, esperamos varias horas y conseguimos verla. Fue un momento superemocionante. Se me cayeron las lágrimas cuando la vi salir por la puerta em el aeropuerto. Fue superagradable, supermaja», asegura. Esta noche, si lo consigue, dormirá feliz en su casa de Manzaneda, en Gozón, porque ha cumplido uno de sus sueños: conocer a la que, como dice su padre, «es la mejor tenista de la historia». Y corrobora lo que dice su hija. «Es muy maja. Impresiona cuando la tienes ahí delante», asegura. Así fue que cuando la vio marcharse le dijo: «Serena, grande».