Viernes, 24 de octubre 2025, 07:17
En la pista de tierra de la Federación Madrileña, cuando el sol todavía no ha terminado de desperezarse, una silueta menuda se mueve con una precisión milimétrica. Tiene quince años, se llama Ailish García y es de Torrelavega, aunque a veces parece que su vida discurre entre dos mundos: el norte húmedo y el bullicio seco de Madrid. En su raqueta caben ambos paisajes. «Cuando era pequeña hacía muchos deportes», cuenta su padre, Amador García, con nostalgia. «No practicaba solo tenis, hacía natación, atletismo, kárate y un poco de tenis. De hecho, tenis era lo que menos hacía». Lo dice en un tono casi divertido, como si aún no terminase de creerse el giro que dio la historia. «Entrenaba con ocho años en la Escuela Deportiva de Torrelavega, en La Lechera. Iba a tenis y seguido iba a natación. Y de tenis salía siempre quince minutos antes para poder llegar a natación. Por aquel entonces le gustaba más la natación que el tenis», ríe.
El relato de Amador tiene ese sabor de las decisiones que no parecen grandes cuando se toman. «Nuestro interés era que jugara al tenis. Y a medida que eso exigía más, no podía hacer todos los deportes. Entonces decidimos enfocarla más a la raqueta». Lo dice con sinceridad, sin romanticismo. Ailish escucha esas palabras con una media sonrisa. «Al final, sí era la competición que más me gustaba», dice. «Me atraían todos los deportes, pero en la competición, lo que más me gustaba era el tenis», confiesa. En esa frase se asoma ya su carácter: competitivo, silencioso y centrado. «Es especial porque es un deporte individual, dependes de ti y no de los demás».
A los doce años ya había ganado ocho campeonatos de Cantabria y empezaba a notar que el techo regional se le quedaba bajo. «Aquí en Cantabria ya no había más», recuerda su padre. «Salía a competir fuera y veías que había mucho más nivel. Para igualar, tenía que salir. Así que a los doce años se fue a Madrid», cuenta. Ailish recuerda ese momento con naturalidad. El cambio no ha supuesto para ella una gran dificultad. Al fin y al cabo, permanece en Madrid unas semanas y después regresa a casa para pasar otra temporada. No es una estancia continua. «Mitad allí y mitad aquí más o menos. Estoy muy contenta y en Madrid me he sentido muy bien siempre», cuenta.
La frase suena madura para una adolescente que vive entre torneos, entrenamientos y viajes. Su rutina en la capital es un ejemplo de disciplina. «Se entrena por la mañana y por la tarde, tenis y físico. Por la mañana dos horas, luego descansamos, hacemos tareas y cosas de clase y por la tarde otra vez».
Con las maletas a cuestas
La lista de países en los que ha competido forman un mapa por el que ha paseado sus maletas y su esfuerzo: Portugal, Francia, República Checa, Noruega, Marruecos… «Todos los torneos han sido igual de difíciles, porque todas las rivales tienen un gran nivel», explica. «Es más mental. El saber solucionar cada partido de la forma en la que puedas». Pero hay un recuerdo que brilla más que los demás. «Ir con la selección española», afirma sin dudar. Con 14 años recibió su primera llamada del combinado nacional. «Sentí felicidad, porque al final tienes que estar jugando a gran nivel para ser seleccionada», confiesa. En Colombia, con la camiseta roja, pasaron la fase de grupos y terminaron terceras. «Sobre todo, me gustó estar allí con el equipo. Fue una gran experiencia». Este año ya suma tres títulos y un objetivo que no teme pronunciar. «Intentar seguir subiendo mi nivel y llegar a jugar un Grand Slam júnior».
Entre raquetas, mochilas y vuelos, Ailish todavía encuentra hueco para dedicar a la lectura o quedar con sus amigos. «Me gusta leer y disfrutar del tiempo libre», cuenta. En Torrelavega aún la recuerdan saliendo quince minutos antes del tenis para ir a nadar. Ahora, en Madrid, el sonido que marca su ritmo no es el agua golpeando los bordes de una piscina, sino el golpe seco de una pelota que viaja a toda velocidad. Entre ambos ecos crece una promesa del tenis.
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