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3I/ATLAS, un objeto venido de las afueras del sistema solar, acaba de sufrir una transformación: su anticola, esa estela que apuntaba de forma desconcertante hacia el Sol, ha mutado. Lo que era una rareza astronómica ahora es una revelación que pone patas arriba las hipótesis vigentes sobre su composición, comportamiento y, sobre todo, su origen. Desde el majestuoso paraje del Observatorio del Teide, las imágenes captadas por el Telescopio Óptico Nórdico de 2,5 metros revelaron este septiembre un fenómeno que en julio y agosto parecía imposible: el repliegue de la anticola y la formación de una cola clásica, esa que se aleja del Sol como dictan las leyes físicas tradicionales. A medida que se acercaba al astro rey, 3I/ATLAS abandonó su comportamiento excéntrico y se alineó con lo esperable… al menos en apariencia.
Este giro ha despertado un renovado interés científico, en especial por parte de investigadores como David Jewitt y Jane Luu (dos pioneros en la exploración de cuerpos transneptunianos), quienes han analizado la tasa de pérdida de masa del objeto.
Dicha pérdida, calculada con precisión, revela una relación directa con la intensidad de la radiación solar, lo que sugiere que el dióxido de carbono (CO₂) actúa como principal agente volátil. Esta hipótesis se apoya en estudios espectroscópicos previos realizados por el telescopio espacial SPHEREx y el telescopio James Webb.
Los espectros de alta resolución tomados por el Webb revelaron que a 3,32 unidades astronómicas (ua) del Sol, 3I/ATLAS estaba perdiendo materia a razón de 150 kilogramos por segundo. Su núcleo parece compuesto en un 87% por CO₂, un 9% por monóxido de carbono (CO) y solo un 4% de agua en forma de hielo (H₂O), un perfil químico tan exótico como revelador. En julio de 2025, las observaciones del Hubble mostraban una anticola que se proyectaba hacia el Sol como un chorro, con una relación de elongación 10:1, una señal de que algo inusual estaba ocurriendo.
Ballet termodinámico
Junto al astrofísico Eric Keto, el profesor Avi Loeb ha desarrollado un modelo teórico que intenta explicar la transición del objeto: a medida que 3I/ATLAS se aproxima al Sol, la temperatura se eleva exponencialmente, acelerando la sublimación del CO₂.
Esto provoca una explosión de fragmentos de hielo que, inicialmente, dominaban la dispersión solar, pero que pronto son reemplazados por partículas más duraderas, capaces de formar la clásica cola opuesta al Sol. Es un ballet termodinámico donde cada elemento químico juega su papel en un guión dictado por la distancia heliocéntrica.
Jewitt y Luu 2025
Evolución del brillo de 3I/ATLAS que demuestra una transición de una anticola hacia el Sol a favor del viento solar.
Las imágenes tomadas por el telescopio Keck y el observatorio Gemini Sur confirmaron este cambio en la geometría de 3I/ATLAS, validando el modelo Keto-Loeb. La desaparición de la anticola y la consolidación de una cola convencional señalan un punto de inflexión en la evolución del objeto.
Aunque aún falta por analizar las imágenes prometidas del Mars Reconnaissance Orbiter (MRO), cuya publicación ha sido retrasada (posiblemente por el reciente cierre gubernamental en EE.UU.), se espera que su resolución de 30 kilómetros por píxel aporte una perspectiva lateral esencial.
Pérdida de masa
Hasta la fecha, la masa perdida por 3I/ATLAS durante su paso por el sistema solar interno ronda los 2 millones de toneladas. Pero este número, aparentemente colosal, representa una ínfima fracción de su volumen: menos de 0,00005 del total. Estimaciones dinámicas realizadas por Loeb, Cloete y Veres apuntan a una masa total superior a los 33.000 millones de toneladas, deducida por la ausencia de fuerzas no gravitatorias detectables.
La fina capa erosionada del objeto (de apenas 4 cm en su superficie) equivale a la diferencia entre la palma de una mano y la longitud de Manhattan, una imagen poética que recuerda cuán poco sabemos de lo que hay bajo su superficie.
¿Origen artificial?
Avi Loeb, líder del ambicioso Proyecto Galileo y autor de Extraterrestrial, insiste en que 3I/ATLAS no puede descartarse como una mera roca helada. Su masa, su trayectoria alineada con el plano de la eclíptica y su comportamiento inusual lo convierten en un caso que, al menos, merece una categoría 2 en su escala propia de posibles orígenes artificiales. Una reducción frente a las expectativas iniciales, sí, pero aún muy por encima del umbral de la normalidad cósmica.

Sin embargo, dentro de la comunidad científica hay voces que se alzan con escepticismo ante las interpretaciones más audaces de Avi Loeb. Numerosos astrónomos sostienen que el comportamiento observado en 3I/ATLAS es perfectamente compatible con procesos cometarios naturales, sin necesidad de apelar a hipótesis extraordinarias.
Investigadores del Instituto Max Planck, del Jet Propulsion Laboratory y de varios observatorios europeos han señalado que la evolución de su cola, la composición rica en CO₂ y la pérdida de masa observada encajan dentro del marco clásico de sublimación volátil en objetos interestelares. Para estos expertos, la masa elevada de 3I/ATLAS y su alineación orbital no constituyen pruebas suficientes de artificialidad, sino variables dentro de una estadística aún pobremente muestreada.
Las próximas observaciones (previstas para diciembre de 2025, cuando el objeto se acerque a la Tierra) podrían ser decisivas. Bajo una radiación solar que se estima en 33 gigavatios durante su paso más cercano al Sol, 3I/ATLAS enfrentará su momento de verdad. Si resiste como lo haría un cometa natural, su misterio podría diluirse. Pero si muestra desviaciones, anomalías o estructuras inesperadas… entonces estaremos ante un visitante que quizás no sea del todo natural.