«Tardarás en darte cuenta de que, cada vez que Jaime entra en casa, Frida se tumba encima de ti. Que, cuando él tiene algo en las manos, Frida agacha un poco la cabeza […]. Tardarás en aceptar que tú no eras la única que lloraba. Sobre todo, tardarás en perdonarte por haber tardado tanto en protegeros», se dice a sí misma la protagonista de ‘Comerás flores’, primera novela de Lucía Solla Sobral (Marín, 1989).
Hay comprensión en las palabras que Marina se dirige a sí misma, sin embargo, como todo lo demás, también llega tarde. El lector, en cambio, sí lo ve, observa cómo Jaime va inoculando la violencia y el desprecio en la relación que mantiene Marina, cómo la relación la convierte en un sujeto desposeído de casi todo, empezando por sí misma. Lo único que le queda es una perra y –en cierta manera, como en ‘El celo’ de Sabina Urraca– la violencia, el deseo y las heridas se hacen visibles a través del animal: es cuando ve el miedo de su perra hacia Jaime que Marina comienza a comprender, este es el primer paso para reapropiación de lo perdido.
Punto de inflexión
«Al llegar a casa, le dio un beso a Jimena y se fue a la cama. Entonces sí empezó el silencio y, por primera vez, no intenté que volviese a hablar», cuenta Marina, marcando un punto de inflexión en la relación y en la novela, en la que Solla Sobral no solo presta atención a las dinámicas internas y perversas de esta pareja marcada por la diferencia de edad –Jaime es 20 años mayor que Marina, que tiene la misma edad de su hija Jimena–, también por las dinámicas que envuelven la relación.
La amiga de Marina no entiende qué hace con un hombre tan mayor y, al inicio, su madre tampoco. «Llevaba dos años y medios mostrando a un Jaime perfecto, que me cuidaba, que me abrazaba en las misas de mi padre, un novio serio que me acababa de pedir matrimonio con dos anillos»… ¿cómo decir ahora que él era todo lo contrario? «No era tan fácil mostrar otro Jaime, uno que mi madre ni nadie había visto». Hay un doble sentimiento de culpa: por tener que romper el silencio y contar el verdadero Jaime, y por dejarlo, pues pese a todo «quise estar con él, quise vivir con él».
Entre algunos capítulos, la autora introduce, casi a modo de letanía, breves apuntes con los que la protagonista nos dice qué tiene y qué deja de tener. Así, estructura la novela a partir de la lógica de la desposesión: la pérdida del padre es el punto de partida, pero lentamente la pérdida es completa y, como decíamos, antes solo queda el perro. Esta pérdida conlleva el aislamiento y el silencio, la invisibilización de la violencia, el sentimiento de culpa y de vergüenza.
Doble mirada
Solla Sobral narra este lento proceso, capta los detalles apenas perceptibles que preanuncian la violencia psicológica posterior y muestra las dinámicas de incomprensión, vergüenza y silencio que hacen impune e invisible esta violencia. Mira dentro y mira fuera de la pareja y esta doble mirada se refleja también en la protagonista, que se narra en primera persona desde el presente de los hechos, pero también desde fuera, desde una distancia que le permite comprender.
Con esta distancia, expresada también a través de una prosa sin florituras que busca ser el bisturí con el que diseccionar lo narrado, Solla Sobral firma una destacada primera novela que no se recrea en lo dramático ni en lo sentimental. Resulta dura y, al mismo tiempo, bella, porque no todo está perdido.
‘Comerás flores’
Autora: Lucía Solla Sobral
Editorial: Libros del Acantilado
248 páginas. 19,95 euros