En la calle del hoyo 18, Jordan Gumberg aún tenía una pequeña esperanza, que en el golf, a diferencia de lo que sostiene Eduardo Mendoza, es lo último que se pierde. El estadounidense había despachado el domingo del Genesis Championship, el último torneo de la temporada regular con un solo birdie, insuficiente para mantener la tarjeta del DP World Tour, para seguir siendo golfista de primera. Con 30 años y en el puesto 693 del mundo, todo dependía de ese final. Gumberg lo sabía. También su prometida, que le miraba desde la terraza de la casa club.

A 53 metros, Gumberg, que perdió un gran torneo universitario en 2016, el Pac 12 con Jon Rahm, tenía en la cabeza rematar con un birdie el par 5 final y ver si sería suficiente, con toda la incertidumbre que podía haber. Llevaba 16 pares y un acierto en su tarjeta. Su temporada había sido nefasta. De los últimos 16 torneos había fallado 13 cortes y el mejor puesto que presentaba era un cuadragésimo sexto en el British Masters.

Cogió el wedge y mandó la bola al cielo. La bandera estaba a la izquierda, pegada al lago para disuadir a los golfistas de llegar de dos a green. La pelota botó en el green justo en la bajada y comenzó a rodar por la hierba. Describió un pequeño giro a falta de tres metros y entró por todo el centro. Se desató la euforia con el eagle. Gumberg dio salida a todas las emociones contenidas. Un buscavidas de 30 años que lamentaba no poder ver el próximo año a toda la gente que había conocido en el golf sino conseguía el pasaporte, lo había logrado con un golpe inverosimil.

«»Es el mejor golpe de mi carrera. Buscábamos el birdie porque creíamos que bastaba. Y después de tantos hoyos lo hemos conseguido. Sentí la misma presión todo el día, pero al final salió bien», contó a la televisión del European Tour.