A Vinicius se le había visto en casi todos los contextos posibles. Enfadado con las aficiones rivales, en la gran mayoría de las ocasiones con razón, por aguantar insultos y vejaciones racistas. Enfadado con los jugadores contrarios, también en bastantes veces con razón, por … patadas y provocaciones fuera de lugar. Enfadado con compañeros, por situaciones de juego con las que no estaba de acuerdo. Y enfadado con sus entrenadores, por reprimendas o decisiones que tampoco compartía.
Lo que no se había visto nunca es lo que se vivió en el clásico de este domingo. Un Vinicius fuera de sí contra su entrenador, lanzando improperios al aire, desafiando la autoridad de su técnico, mostrando su enfado a todo el Bernabéu y amenazando con marcharse del Madrid. Vinicius cruzó ante el Barça una raya muy peligrosa: «Yo me voy del equipo. Me voy, mejor me voy», dijo Vinicius, según recogieron las cámaras de DAZN, nada más salir del campo. Un tenso momento en el que ni siquiera cruza la mirada con Alonso, no acepta el abrazo cómplice de Parrila, el segundo de Xabi, y se marcha directo al vestuario con la intención de no ver el final del partido desde el banquillo.
Es entonces cuando Llopis, el entrenador de porteros, que también acudió a su rescate en el pique final con Lamine en el que ambos se citan para pegarse dentro del vestuario, entra al vestuario del Madrid y hace recapacitar al brasileño para que no se quede en el vestuario y regrese al campo. Lo consigue, y ahí termina su enfado, justo también cuando encuentra comprensión en Lunin, que le da un beso cariñoso en la cabeza nada más sentarse a su lado.
«Vini, venga, hostia»
El desaire de Vinicius a Xabi, telegrafiado desde su banda hasta que sale del campo con gestos elocuentes de desaprobación a la decisión de Alonso, comenzó con un «¿Yo?, míster, míster ¿Yo? ¿Yo?» que ya adelantaba el lío que iba a generar el brasileño. Desde el mismo momento que vio a Rodrygo vestido de corto para entrar al campo, el ‘7’ sabía que su partido iba a terminar, pero no por eso dejó de escapar la ocasión para escenificar su disconformidad. Y se pasó de la raya. «Vini, venga, hostia», masculló Alonso, echándole la sangre fría y la cabeza templada que necesitaba gestionar una situación así para que no fuera de madre.
El entrenador del Madrid no quiso saber nada del numerito de Vinicius, aunque su cara delataba sorpresa, a la vez que concentración por lo que estaba en juego. «Hablaremos, pero lo haremos dentro del vestuario», dijo Alonso en la sala de prensa a las dos preguntas que se le hicieron sobre lo sucedido, una de ellas de este periódico: «Cada jugador tiene su personalidad y sus características, y claro que hablaré con él, pero dentro del vestuario, no aquí», comentó a ABC.
Vinicius, que no habló ante los medios tras el partido, sí que lo hizo para la tele oficial del club, momento que aprovechó calmar el fuego de la doble tangana final y de los rifirrafes con Lamine, asegurando que no quisieron ofender a nadie, pero no hizo mención ninguna a su enfado con Xabi, ni por supuesto pidió perdón.
Y es que Vini no solo le faltó el respeto al entrenador, sino que también le hizo un feo al compañero que le sustituía, que no era otro que Rodrygo. ¿Qué pensaría su compatriota del ataque narcisista de Vinicius?
Está por ver qué hace ahora Xabi y, también, el club. El equipo tiene dos días libres y no volverá a entrenar hasta el miércoles, pero un amplio sector del madridismo se fue ayer a la cama con un hartazgo considerable hacia Vini, y con la idea de que debe recibir un severo castigo por lo sucedido.
Un castigo acompañado de un perdón en el vestuario y, también, públicamente. A año y medio de que acabe su contrato, y con una renovación en el aire, no parecen los mejores modos para llegar a un entendimiento con una entidad que le ha consentido todo, hasta el punto de creerse más importante que el propio club. Y ahí están sus actos, y veremos si sus consecuencias. Le toca al Madrid tomar cartas en el asunto.