Antonio José Sánchez dirige el departamento de Derecho Administrativo de la Universidad de Sevilla y tomará posesión el mes próximo de la cátedra Soltel de Inteligencia Artificial y Derecho Público, pionera en España. Premio Extraordinario de Doctorado, este catedrático sevillano ha recibido varios premios de … excelencia docente y realizado estancias en Estados Unidos, Alemania e Italia. Fue discípulo de Alfonso Pérez Moreno y es el último representante de la brillante Escuela de Sevilla de administrativistas creada en Sevilla hace más de medio siglo por Manuel Clavero Arévalo.

-Lleva 28 años dando clase. ¿Cómo definiría a sus alumnos actuales respecto a los tenía cuando empezó?

-Es un tema muy interesante. Cuando estudiaba bachillerato, éramos 44 en clase. Y en la Universidad recuerdo el Aula Magna de Derecho llena con más de 200 personas y gente por los pasillos. La masificación era mucho mayor, pero el tipo de alumno, entre los que yo me contaba, era mucho más activo. No era normal que el profesor diera una clase sin que nadie le interpelara. Eso no solía pasar y era un síntoma de que el profesor no era muy bueno, en el sentido de que no llamaba la atención. En esas clases, la gente levantaba la mano y preguntaba y repreguntaba constantemente. No nos creíamos fácilmente lo que el profesor decía. Y teníamos capacidad crítica. Yo empecé a dar clase con 26 años y desgraciadamente en los últimos años he notado un descenso de la gente que viene a clase. Es decir, tú empiezas la clase a lo mejor con 80 personas y te vas quedando con 30 o con 20. Y el tipo de alumno es más pasivo, cuesta que te pregunte, tienes que meterle los dedos y provocar su reacción para que te pregunte algo.

-¿A qué cree que se debe este cambio?

-Puede ser que el alumno esté acostumbrado a recibir la información por enseñanza virtual y que tiene los textos, los casos prácticos y los manuales. Y que crea que tiene el material suficiente para aprobar la asignatura sin tener que preguntar, mientras que nuestra época era por apuntes. Yo creo que es un déficit importante porque hay errores de comprensión que se ven en los exámenes y que antes se veían en las aulas.

-En la pandemia, la universidad tuvo que dar las clases a través de dispositivos electrónicos. ¿Ha podido tener algo que ver con esto? 

-Por supuesto que sí. Durante la pandemia tuvimos que dar clases on line. A todos nos encerraron en casa y eso hizo que los alumnos se relajaran o se acostumbraran a recibir clases en su casa. Y al acabar la pandemia todos hemos notado que la asistencia ha bajado mucho. Aquí hay un problema grave porque no es lo mismo estudiar en casa sin haber escuchado la explicación de un experto que ir a una clase donde se te desmenuza la materia y te explican cosas como jurisprudencia que a lo mejor no están recogidas en el libro. Hemos notado una pereza del alumno y esto pasa en toda la universidad española porque lo hemos comentado con compañeros y colegas de Barcelona y de Madrid. Ha habido una especie de renuncia a las clases y muchos alumnos solamente van para los casos prácticos, para los exámenes y poco más. Tienes que ser un profesor superactivo y superinteresante para que te vayan 20 ó 30.

-¿Hay clases a las que van incluso menos?

-Sí. Y en mi departamento, las valoraciones que nos hacen los alumnos a los profesores respecto a la calidad de la docencia son altísimas, gracias a Dios. Pero tú puedes hacer malabares en clase, poner diapositivas, videos, iniciar debates digitales, etcétera, que nada de eso te garantiza que vengan 40 ó 30. Es una decisión tomada por el alumno de que no quiere sacar un 10 o porque no me interesa lo que me cuente este hombre, porque ya tengo un libro donde voy a aprobar con un 5 ó un 6. Es un problema de falta de curiosidad del alumno. No es lo mismo saber una materia que dominar una materia. Para esto último hay que estar al día de la jurisprudencia, normativas, problemas doctrinales, y eso se lo pierde el alumno que se queda en casa.

-Esos alumnos, o algunos de esos alumnos, deberán ser los futuros profesores de la siguiente generación. ¿No le preocupa que no estén a la altura?

-Nos preocupa muchísimo a todos los profesores por dos cosas. Somos de la generación del baby boom y el 60 por ciento de todos los profesores de la Universidad en España se van a jubilar a los próximos 10 o 15 años. Y estamos todos con las carnes abiertas porque no encontramos un reemplazo rápido de gente que se quiera quedar a la universidad. Antes lo mejor de cada promoción se quedaba en la Universidad, era algo de prestigio. Ahora, la gente buena buena se pone a hacer oposiciones. No quiere la incertidumbre de pasar varios años haciendo carrera universitaria cobrando un salario que no es digno y con el que no puedes montar una familia. La gente buena se pone a estudiar tres años y se garantiza una notaría, una plaza en justicia, letrados, etcétera, y lo prefiere a llevarse 10 ó 15 años sin saber si va a tener carrera universitaria. Eso de entrada. Y en segundo nivel, para ser profesor hay que tener una nota de entrada muy alta. Y cada vez no cuesta más trabajo encontrar alumnos excelentes con una media entre 9 y 10, que es lo que se sigue para entrar en la universidad. Es un problema doble: hay pocos alumnos y de entre los pocos que hay que deciden hacer carrera universitariaç, pocos a su vez tienen nota suficiente para entrar. Esto es una ecuación irresoluble de aquí a poco tiempo.

-¿No va a haber relevo generacional?

-Eso nos tememos muchos. Si en 10 ó 15 años no hemos conseguido reemplazar a la gente que estamos ahora, los que se queden van a tener que dar el doble de clases. O habrá que aumentar la ratio de alumno o disminuir los grupos para que en vez de cinco grupos de administrativo como tenemos ahora, haya sólo sólo dos, porque no va a haber profesores.