Hay algo casi místico flotando en Bilbao estos días. Tras el estreno de ‘Los domingos’ de Alauda Ruiz de Azúa, la nueva canción de Rosalía … con aroma litúrgico y la oleada de cruces que se han infiltrado en la estética pop, la religión parece haberse convertido en el hilo invisible que atraviesa la cultura contemporánea. En ese mismo clima espiritual, la emisora estadounidense KEXP ha desembarcado por primera vez en Europa para grabar una serie de sesiones en directo y para ello ha elegido la bilbaína iglesia de La Encarnación, un espacio histórico que data de 1499 en el barrio de Atxuri.
El proyecto, titulado ‘Live on KEXP in Bilbao’, nace de la colaboración entre la mítica radio de Seattle y BIME, y supone la primera incursión europea de un formato que ha inmortalizado actuaciones históricas de artistas como Alt-J, Dinosaur Jr., Grimes, The National, Arctic Monkeys, Phoebe Bridgers o Rosalia cuando aún era una promesa, además de impulsar la carrera de Nirvana. Ahora, Bilbao se convierte en su nueva sede temporal para captar la efervescencia del indie iberoamericano.
Roy Borland, Alcalá Norte y Depresión Sonora inauguraron ayer el formato con sendos conciertos en el altar reconvertido en escenario por el que hasta el viernes pasarán nombres como Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, Queralt Lahoz, Triángulo de Amor Bizarro, Aiko el Grupo, Los Punsetes, Rosario La Tremendita, Javiera Electra, , Vera Fauna, Merina Gris o Tanxunguerias. Las sesiones, conducidas por la periodista argentina Albina Cabrera, se graban ante un público reducido y se emitirán próximamente en el canal de YouTube de KEXP, que supera los tres millones de suscriptores.
Estreno madrileño
Las primeras grabaciones han confirmado que la unión entre lo sagrado y lo sonoro no era una simple metáfora. En la puerta de la iglesia hay carteles con normas de silencio y respeto, mientras dentro se reparten pósteres, púas, pulseras y pegatinas como si se tratara de un pequeño festival. La reverberación natural del espacio, el eco de los instrumentos y el simbolismo de las letras convierten cada tema en una especie de misa laica.
Alcalá Norte, banda madrileña de Ciudad Lineal, abrió las sesiones de la tarde. Su cantante, Álvaro Rivas, apareció con túnica y corona de laureles, interpretando temas como ‘La calle Elfo’, ‘420N’ o la mítica ‘La vida cañón’, con la mezcla justa de ironía y fervor. «Tengo el decreto de Dios en mis manos, y he pensado que quizá sea mejor no leerlo…», cantó.
Al final de la sesión, Rivas y el batería Jaime Barbosa charlaron con Cabrera entre bromas: «Yo creo que Dios no ha estado aquí. Para esta tontería se ha ido», dijo el vocalista. «Yo no escucharía Alcalá Norte si fuera yo —añadió Barbosa—. Para mí es mi hijo tonto».
Más tarde llegó el turno de Depresión Sonora, el proyecto del madrileño Marcos Crespo, que presentó temas de su nuevo disco ‘Los perros no entienden internet (…Y yo no entiendo de sentimientos)’ y que iniciará su gira en Bilbao el próximo enero. Su sesión comenzó con una declaración de intenciones: «Sigo perdido entre sentimientos, nunca he sentido todo este miedo, por escoger el camino correcto». En la penumbra de la iglesia, su voz áspera se mezcló con una batería dominante y un coro de once niños y niñas que entonaron versos sobre la vida en los márgenes: «De vuelta en el extrarradio ha habido una bomba en el centro de Madrid».
La imagen fue tan poderosa como la letra. En medio del altar y la luz tamizada por los vitrales, Depresión Sonora se erigió como cronista del desencanto urbano. «Entiendo mejor mis sentimientos —dijo tras la grabación—, pero tengo que saber cogerlos para que no se descontrolen». Su Madrid, confiesa, suena «decadente, hostil, fría y oscura», y precisamente de ahí surge el pulso visceral de su música.
KEXP, fundada en 1972 como una emisora universitaria y convertida hoy en un referente global de la música independiente, después de grabar desde sus estudios en Seattle a centenares de artistas de todo el mundo, su aterrizaje en Bilbao no solo supone una apuesta por la escena hispanohablante, sino también un reconocimiento a la vitalidad cultural de la ciudad.