Este fin de semana, Kathryn Bigelow ha tenido a toda la audiencia de Netflix y al mismísimo Pentágono pegados al sofá. Las casi dos horas de ‘Una casa de dinamita’ son un meticuloso ejercicio de tensión que pone al espectador en el peor escenario posible. Un misil nuclear va a caer en Estados Unidos, concretamente en Chicago, y solo queda saber si el país se rendirá o contraatacará.
Por mucho que la película sea ficción, hay muchos procesos y conversaciones que los expertos han señalado como muy realistas. Desde el equipo de la película se enorgullecían ante Netflix de un extensivo trabajo de documentación, contando con asesores militares que han participado en pruebas nucleares de todo tipo. La cinta quiere entrar casi en lo documental. Más que especular con territorio post-apocalípticos, su objetivo es retratar el escalofriante escenario de cómo se viviría un ataque así desde el lado de las instituciones.
LAS 10 MEJORES SERIES DE LA DÉCADA (2010-2019)
Decidir el destino del mundo en un cuarto de hora
El primer elemento certero lo vemos reflejado en el propio desarrollo. Esa estructura tan particular, de segmentos episódicos en los que vemos diferentes perspectivas de los mismos 18 minutos ficticios antes del impacto tienen un fondo muy real. De ocurrir la situación mostrada en la película, tanto desde el Pentágono como el comando estratégico estadounidense (STRATCOM) solo tendrían unos 15 minutos para ponerse al día e informar al presidente.
La película da un poco más de margen del que hay realmente, y hace algo muy similar con las posibilidades del contraataque. En una escena se menciona que hay un 60% de probabilidades de que un misil de defensa impacte al objetivo. En la realidad, los diferentes tests hablan de un porcentaje del 55%. La expresión que se utiliza en la película, golpear una bala con una bala, también se utiliza internamente en los organismos de defensa estadounidenses.

Otro elemento tan escalofriante como realista es la progresión dramática. La película empieza con los implicados no tomándose muy en serio las señales de alerta, pero preocupándose cuando descubren que se trata de un ataque real. Esto podría pasar perfectamente, ya que conferencias virtuales como la que aparecen al principio de la película pasan con mucha más frecuencia de la que podríamos imaginar. Se habla de al menos 15 llamadas de ese tipo durante la primera presidencia de Trump, y eso solo por Corea del Norte. En todos esos casos no avisaron al presidente, ya que se acabaron descubriendo como pruebas.
El episodio final, y probablemente más intenso, es en el que el presidente interpretado por Idris Elba tiene que tomar la dura decisión de si rendirse o contraatacar. Esto es también realista con el funcionamiento de la burocracia norteamericana. Se ha referido en ocasiones a Estados Unidos como monarquía nuclear por cómo la decisión recae en una única persona: la cabeza del Estado. Sus asesores pueden informarle, tratar de convencerle o disuadirle, pero en última instancia la decisión es suya. Nunca llegamos a saber esa decisión, pero el libro laminado que Elba tiene que ponderar se parece mucho al real. Su código de colores empezó con Jimmy Carter, quien fue el primer presidente americano en lidiar con la amenaza nuclear.
