William J. R. Curtis, historiador y crítico de arquitectura británico, es reconocido internacionalmente por su obra Arquitectura Moderna desde 1900, un texto fundamental para todo aquel que haya hecho de la arquitectura su profesión. En él, analiza la evolución de la disciplina, aunando los avances tecnológicos, económicos y sociales como elementos influenciadores. Su filosofía se centra en la idea de que la arquitectura moderna debe responder a las necesidades reales de las sociedades contemporáneas y no limitarse a proyectos grandilocuentes carentes de sustancia. Para Curtis, el fenómeno de la «arquitectura espectáculo», donde los edificios se conciben principalmente como «seductoras imágenes en las pantallas del ordenador», ha degradado la esencia de la disciplina, haciendo que se olviden los valores cívicos, el espacio urbano y las preocupaciones ecológicas.

Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela El caso de la Ciudad de la Cultura, de Santiago de Compostela

En nuestro país, encontramos un ejemplo claro de lo que critica el historiador: la Ciudad de la Cultura de Galicia, en Santiago de Compostela, diseñada por el arquitecto estadounidense Peter Eisenman. Curtis ha señalado que este proyecto prioriza la forma sobre la practicidad: no se integra de forma orgánica con el urbanismo local y su escala desproporcionada hace que domine por completo el paisaje de la zona. La crítica se centra en cómo la grandiosidad formal puede eclipsar por completo la verdadera función de un edificio público y convertirlo en un mero objeto de espectáculo más que en un instrumento social. No solo eso: la construcción y mantenimiento futuro supone un gasto difícil de sostener, haciendo que el proyecto sea, en términos económicos, prácticamente insostenible, demostrando la desconexión real con las circunstancias del lugar que lo acoge.

Metropol parasol en la plaza de la Encarnación, Sevilla Geometría constructiva

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Una intervención descontextualizada en la sevillana plaza de la Encarnación

Otro caso señalado por Curtis es la intervención de Jürgen Mayer en la Plaza de la Encarnación de Sevilla, en forma de hongos gigantes, que ejemplifica a la perfección el problema de este tipo de arquitectura monumental: busca antes el impacto visual que la integración urbana, y altera, sin ningún beneficio claro, el objetivo primordial de fomentar la vida comunitaria que tienen las plazas. Lo que más preocupa al historiador, sin embargo, es que, además de «ser una catástrofe, el proyecto lo ha impulsado el propio Museo de Arte Moderno», sentencia en conversación con el diario Heraldo.

¿Qué soluciones plantea el historiador?

Más allá de desvirtuar la disciplina, Curtis ve en la explosión de este tipo de edificaciones un claroparalelismo con la explosión crediticia, la cultura del consumo, y la incongruencia ideológica del sistema en el que vivimos. «Era una arquitectura que se correspondía en buena medida con los excesos del capitalismo: la llamada ‘lógica del mercado», afirma, y agrega que «ahora el sistema se ha derrumbado y ha arrastrado en su caída a muchos proyectos excesivos».

byung chul han

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El futuro hacia una arquitectura más sana

A pesar de no atreverse a hacer predicciones, arroja un rayo de esperanza sobre la situación: cree firmemente en que las nuevas generaciones de jóvenes arquitectos se están formando con una especial sensibilidad hacia la forma de entender los nuevos paisajes sociales y sus necesidades. De ahí, precisamente, surgirá el cambio, y no de los sentimientos morales altisonantes «que no crean por sí solos buena arquitectura». Se trata de que los propios arquitectos generen, desde sus proyectos, soluciones acordes a las problemáticas sociales y urbanísticas que el sistema actual plantea. Su mensaje, pues, apunta a un equilibrio entre creatividad, contextualización y funcionalidad: edificios que se integren en la ciudad que los produce, respeten su historia y sean sostenibles a largo plazo, sin caer en el fetiche de la espectacularidad vacía.