«Ningún enemigo fue filmado», podría ser el título, de la película o también de un epílogo, un cuaderno de campo o cosa parecida. Qué fuerza tiene esta epifanía que concluye La sabana y la montaña, que no sé exactamente si es un documental, un pedazo de tiempo cortado con afilados cuchillos o simplemente un aullido que se escucha en pleno campo.
Sí sé que es el galope de un caballo sobre el asfalto, el zumbido de unas avispas que, a su vez, es el zumbido del descontento, del pie de guerra, del puñetazo contra lo impuesto, contra el hachazo de lo nuevo sin vuelta atrás. Muchas películas vienen encargándose de ello en los últimos tiempos. Muchas suenan a fabricación, a representación. Aquí no hay parafernalia y no se atisba la huella del coach detrás de cada uno de los planos.
La oposición a una mina se oye en la letra de una canción, en una guitarra y en un escenario. También en una fiesta country en plena calle y en un cohete en medio del cielo. Es la lucha de la portuguesa región de Barroso, patrimonio agrícola mundial. «Ningún enemigo fue filmado», retumba esta frase en la memoria horas después de haberla visto. Junto al galope del caballo.
Título ‘La sabana y la montaña’
- Director
Paulo Carneiro
- Género
Drama
- País
Portugal
- Sinopsis
La comunidad de Covas do Barroso, en el norte de Portugal, descubre que la empresa británica Savannah Resources planea construir la mina de litio a cielo abierto más grande de Europa a pocos metros de sus casas. Ante esta amenaza inminente, la comunidad decide organizarse para expulsar a la compañía de sus tierras.
- Guión
Paulo Carneiro, Alex Piperno
- Duración
77 min
- Distribuidora
ReversoFilms
- Estreno
31 de octubre
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Reparto:
Carlos Libo, Paula Sanches, Aida Fernandes
