La directora Kelly Reichardt se ha ganado el afecto de algún público y el prestigio de cierta crítica por sus giros de tuerca o revisiones a géneros cerrados, como por ejemplo el wéstern, donde algunos títulos suyos (‘Meek’s Cutoff’ o ‘First Cow’) le … dan un auténtico revolcón y arrojan al barro algunas de las bases de su composición original, especialmente ‘Meek’s Cutoff’, ladrillo en toda la cabeza de la tradición y épica del wéstern. En ‘Mastermind’ la emprende con el célebre y entretenidísimo cine de atracos, y desde luego le apunta bien con su ladrillo.

Lo cierto es que compone de arrancada un buen personaje, un hombre atribulado y de familia acomodada que se propone convertirse en ladrón de arte y planea (por utilizar un verbo) un robo al museo de su ciudad. Todo el interés del tipo se lo procura ese buen actor que es Josh O’Connor, que no siempre necesita comprender a sus personajes para resolverlos con garantías. La película tiene una primera parte prometedora, con algún rasgo de sentido del humor y algo de intriga, pero rápidamente se olisquea el estilo de Kelly ‘mano lenta’ Reichardt, a la que le gusta entretenerse en lo inocuo para que la suela de la atención se pegue y dé estirones y parones en el seguimiento de la historia que se supone quiere contar. Por ejemplo: para esconder los cuadros robados en lo alto de un pajar, sube uno, baja, sube otro, baja, sube…, y la intriga pega un bostezo.

El lugar al que se dirige el argumento, completamente ignoto, puede atribuirse a la personalidad ininteligible del protagonista, amplificada por la aún menos descifrable de su esposa, que interpreta Alana Haim, tan vivísima en ‘Licorize Pizza’ y aquí, la pobre, como lavada y puesta a secar. Y el desarrollo de la ‘aventura’ se impregna inevitablemente de una intrascendencia que ni siquiera tiene el ánimo de divertir, sino más bien de parecer muy trascendente, que es el ‘clic’ que muchos necesitan para verle las mayúsculas al cine.

Tal vez, uno no entienda que Kelly Reichardt va directamente al solomillo y por eso echa en falta el sabor de una película con más nervio, músculo y grasa al estilo de un entrecot.