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El Instituto Leonés de Cultura (ILC) no es un comprador compulsivo, aunque lo parezca. En los últimos cuatro años ha acumulado un espectacular «botín» de 275 obras de 142 artistas, la mayoría leoneses o vinculados con León. Ha tenido que habilitar varias salas en el Centro Leonés de Arte (CLA) y la Sala Provincia para mostrarlas desde hoy hasta el 11 de enero. En 2021 ya realizó una exposición similar con 231 obras de 87 artistas, reunidas en tan solo dos años. No es un coleccionismo fortuito, sino que todas las piezas que se han ido incorporando «dan coherencia», según Luis García, responsable de exposiciones del ILC, a una colección que supera las 2.000 obras de arte, de un millar de artistas, e incluye el legado de Díaz Caneja, Herminia de Lucas o Belita Gracia, entre otros.
A la exposición que hoy abre sus puertas solo le falla el título: Nuevas incorporaciones a la colección de arte del ILC. Demasiado formal para una muestra con artistas rompedores como Eduardo Arroyo, Alberto García-Alix o Álvaro Delgado y fotografías de José Ramón Vega, Mary Wilson o la ecoaldea de Matavenero captada por la cámara de Antonio Guerra.
Un «caos» calculado en el que tienen cabida artistas emergentes como Luis Vinagre o Jonathan Notario y consagrados como Verbis —del que se exhibe una escultura, dos pinturas y un grabado—, obras del dibujante Ernesto Rodera y de artistas que abordan cuestiones como la violencia de género, como la fotógrafa berciana Esperanza Merino. Una exposición que tiene un aire de «grandes almacenes», en la que se mezclan pinturas, esculturas, instalaciones, cerámicas, grabados, dibujos, fotos documentales, de guerra y artísticas, textiles y dos libros ilustrados de Aleixandre, por Álvaro Delgado, y Malraux, por Eduardo Arroyo. Hay una obra de los inicios de Félix de la Concha de una calle de Madrid, cuatro obras de Elías García Benavides, una caja de luz de Ramón Isidoro, y piezas de Cristina Ibáñez, Isidro Tascón, Roberto Díez y Juan Manuel Villanueva. Un mercadillo de almas, en el que las tres obras de Miguel Ángel Febrero, donadas por la familia, son un regalo que pesa como un testamento. Matilde Vázquez tejió dos obras con hilos que parecen contar historias de mujeres que nadie escucha. Concha Sáez, en cambio, pinta un grito contra la violencia de género, una obra que te mira fijamente y no te suelta. Y luego está la poesía visual de Jesús Peñamil y Gustavo Vega.
El ILC adquirió cajas de fotos al Centro Nacional de Fotografía, y cada una es un zarpazo. Cristina García Rodero te lleva a la India con una imagen que parece oler a especias y sudor; Cristina Midell, directora de la agencia Magnum, te clava una foto que es puro nervio. Hay nombres como Gervasio Sánchez y J.M. López que han visto guerras y las han atrapado en blanco y negro y viajeros a lugares violentos como Haití del fotoperiodista Martínez Casares. El ILC compró algunas obras y otras han sido donadas por los artistas o sus herederos. Las 2.000 obras de la colección no están quietas. Unas cuelgan en oficinas de la Diputación, otras descansan en almacenes y todas circulan por exposiciones en la provincia.