Manuel Madrid

Sábado, 1 de noviembre 2025, 07:38

| Actualizado 08:06h.

Un desierto de silencio sepultó la figura de la pintora murciana Josefica (Ceutí, 1924-Murcia, 2002) incluso antes de su muerte. Ya en los años 90 la losa del ostracismo se la había tragado. No hay noticia, ni siquiera en prensa, de su fallecimiento. Ni tampoco de su recorrido artístico. Pese a que tuvo una cierta consideración en cierto momento, cuando llega a exponer en Murcia, Cartagena, Madrid y Guadalajara, cuando fue entrevistada por Joaquín Prat y recibió elogiosas críticas de José Ramón López de los Mozos [folclorista, etnólogo, historiador, poeta, escritor, especialista en folclore y costumbrismo], Florencio Galindo [doctor en Bellas Artes y profesor de la Universidad Complutense, considerado uno de los más destacados representantes de la segunda generación del denominado nuevo realismo español] y Basilio Gassent [director de Radio Alicante y redactor jefe de informativos y director de programas de Radio Madrid, donde también realizó numerosas adaptaciones de seriales radiofónicos y ejerció como crítico teatral y de arte].

Lo cierto es que Josefica, nombre artístico de Josefina Gil Escámez, muere sin haber tenido la suerte de ser reconocida, y es enterrada en el Cementerio de Nuestro Padre Jesús de Murcia, donde cada 1 de noviembre, su sobrina Rosa María Espinosa Gil, doctora en Psicología por la UMU con experiencia como psicóloga clínica y neuropsicóloga en el Hospital Universitario Virgen de la Arrixaca de Murcia, acude a llevarle flores. ¿Qué ha cambiado para que hoy, 23 años después de su fallecimiento a los 78 años, se esté hablando de su figura y obra?

'Castillo verde' (1975), obra de Josefica que fue expuesta en los años 70 en distintas salas y estos días ha podido verse en París y Países Bajos.

‘Castillo verde’ (1975), obra de Josefica que fue expuesta en los años 70 en distintas salas y estos días ha podido verse en París y Países Bajos.

El 19 de octubre pasado, justo cuando los ladrones accedían a la Galería de Apolo del Museo del Louvre a través de un balcón cercano al río Sena para protagonizar un robo de película, muy cerca de allí, en el centro comercial Carrousel du Louvre, se celebraba Art Shopping, el Salón de Arte Contemporáneo de París, donde se exponían cinco obras [‘La colina’, ‘Villa junto al río’, ‘Naturaleza intacta’, ‘Marina’ y ‘Bodegón’] de la murciana Josefica seleccionadas por María Victoria Serna, comisaria y curadora de la Galería ImaginArte. Pero antes, a primeros de año, ya se exhibieron en Milán, Luxemburgo y estos días en Hilversum (Países Bajos). Josefica hubiera cumplido 101 años hoy, y nunca imaginó, seguramente, llegar tan lejos.

«Pensamos -reitera la familia- que es una pintora digna de ser tenida en cuenta y valorada. Ese es nuestro único interés: que sea hoy conocida y reconocida».

«Ha recibido buenas críticas de arte de galeristas internacionales como Linda de Sousa, artista multidisciplinar, crítica de arte, profesora de artes plásticas y diseñadora de exposiciones y catálogos», asegura Rosa María, la sobrina de Josefica que ha ejercido de comisaria en la exposición antológica, ‘Vida’, que le dedicó el Ayuntamiento de Ceutí entre finales de 2024 y comienzos de 2025. Ella es quien mejor ha investigado su historia.

En vida, Josefica expuso en cinco ocasiones, al menos, según la documentación aportada por la familia: en la sala municipal de exposiciones del Ayuntamiento de Murcia en la plaza de Santa Isabel del 1 al 14 de febrero de 1975; en la sala de exposiciones de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja del 6 al 14 de noviembre de 1976 en Guadalajara; en la galería Mercurio del Paseo del Prado de Madrid del 6 al 20 de diciembre de 1976; en el Real Casino de Murcia del 22 de marzo al 2 de abril de 1982; y en la Caja de Ahorros Cajamurcia, en la Real Sociedad Económica de Amigos del País en Cartagena, del 20 al 30 de noviembre de 1989.

Pintura al óleo: 'El árbol'. Una de las obras de Josefica, con esa «densa reciedumbre formal» que llamó la atención a críticos como Basilio Gassent.

Pintura al óleo: ‘El árbol’. Una de las obras de Josefica, con esa «densa reciedumbre formal» que llamó la atención a críticos como Basilio Gassent.

Josefica

«Mi madre falleció hace dos años, era la heredera de todas las cosas de Josefica, y en una cajica encontramos fotos de mi tía. Empezamos a ver que en ellas aparecía con gente famosa como Joaquín Prat. Desde entonces llevamos varios años uniendo las piezas del puzle de su vida», explica Rosa María en la Redacción de LA VERDAD.

Josefica es oriunda de Ceutí, donde nace el 12 de febrero de 1924. Quedó huérfana de padre muy pronto. Un hermano de ella murió en la guerra civil española en el frente en Navalcarnero (Madrid); otro hermano falleció de neumonía.

La familia cree que es una pintora digna de ser tenida en cuenta y valorada: «Es es nuestro único interés», asegura su sobrina Rosa María Espinosa, doctora en Psicología Clínica

Después de un tiempo en Ceutí, la familia se marcha a Murcia, y ya casada [su marido, Eduardo Fernández, invidente, fue delegado de la ONCE] la pareja se establece en Madrid, donde vive varias décadas, para retirarse en Alicante y en Murcia, donde fallece sin eco de ningún tipo en la prensa.

«Nosotros en casa siempre hablábamos de mi tía la pintora, yo recuerdo que tendría unos 10 años cuando me llevó una vez a la sala de arte en Santa Isabel. En el Casino también expuso, y en Cartagena. Era una mujer realmente hermosa, de una gran humanidad. No tuvo hijos. Experimentadora y observadora, en la pintura fue autodidacta. Era inquieta y viva, altruista, noble, sensible, para mí fue un ángel», se emociona Rosa María.

En sus obras encontramos paisajes, motivos florales, bodegones y figuras humanas. Dijo el periodista Carlos Valcárcel Mavor, cronista oficial de Murcia, que las obras de Josefica, especialmente sus figuras, estaban «concebidas con un amplio sentido colorista, con una cierta gracia en la actitud y con una referencia, marcada en algunos cuadros, a la pintura de ‘El Bosco’ [Hyeronimus Bosch]». Por su parte, Florencio Galindo aprecia «la persistente lucha de superación de cada día» de Josefica, «su pátina se enriquece y salta a la vista, su manera de hacer, y de hacerlo bien, su gama de verdes, ocres y marrones lo están demostrando con esos paisajes velados que nos revelan algo que más que verse se adivina».

La artista autodidacta murciana de la que distintos críticos destacaron sus atmósferas mágicas y cierto romanticismo misterioso falleció a los 78 años en Murcia en 2002

Galindo, profesor titular de la Universidad Complutense, artista y comisario de exposiciones abulense, escribió que en su continua ilusión de expresarse por nuevos caminos y estilos sus obras eran «hijos de una búsqueda incansable de este querer decir, transmitir por medio de los pinceles, llevándonos de su mano a soñar en su obra lo que ella ha creado con un estilo inconfundible, propio, que nos hace pensar en transformaciones constantes de su manera de hacer con esa fantasía que pensamos no la abandonará jamás, sorprendiéndonos siempre con nuevos hallazgos». Palabras que cayeron en saco roto.

El rastro de Josefica, en cuya obra reinan las tonalidades oscuras, nos ha llegado tan desdibujado que más allá de estas referencias es difícil reconstruir sus pasos.

El estudioso en temas de arte José Ramón López de los Mozos encontraba en sus obras «cierto romanticismo misterioso tipo inglés, sobre todo en los paisajes semivelados», y «cierto misterio en la expresión» en las figuras de Josefica, especialmente en los rostros».

Sobre una de las obras que ahora está dando vueltas por Europa, ‘Castillo verde’, que hoy llevamos en portada de ‘Ababol’, expuesta en Guadalajara a mediados de los años 70 junto a otros 30 óleos de diversas técnicas y temáticas -algunas con «cierto misticismo folclórico»-, a De los Mozos le recuerda mucho a la pintura francesa postimpresionista. «No se trata de una pintora que busca el metal, interesa encontrarse con su obra, sentirse inmerso en estos paisajes que atraen, más que nada, por lo velado, por lo que hay detrás de las nieblas, las plantas y los ríos».

Rosa María Espinosa Gil, doctora en Psicología por la UMU con experiencia en La Arrixaca, muestra a LA VERDAD el ejemplar de 'Flores y abejas', diario de Guadalajara en el que aparece una crítica de arte de J. R. de los Mozos dedicado a la obra de Josefica.

Rosa María Espinosa Gil, doctora en Psicología por la UMU con experiencia en La Arrixaca, muestra a LA VERDAD el ejemplar de ‘Flores y abejas’, diario de Guadalajara en el que aparece una crítica de arte de J. R. de los Mozos dedicado a la obra de Josefica.

Nacho García

Para Basilio Gassent, esa «firme utilización de la materia» define la obra de Josefica, «con un deseo táctil en la utilización de los pinceles y de la espátula, con una densa reciedumbre formal en algunos de sus cuadros trascendidos, no obstante, por una lírica que crea una atmósfera mágica, casi ‘tournerista’, en nuestra retina».

En efecto, Josefica utiliza la pintura como vía de comunicación, y Rosa María Espinosa Gil da la razón a Gassent cuando dice que en sus lienzos la palabra se concreta en imágenes. Esa indescifrable conexión con lo sombrío («el endiablado misterio» al que se refiere De los Mozos), esos paisajes y personajes que ya nacen melancólicos, nos hace pensar que Josefica pudo haber conversado con el alba de la primavera que asaltó al poeta Antonio Machado aquel día que escribió estos versos, «yo no conozco el hada de mis sueños, ni sé si está mi corazón florido», tan repetidos por Cati García Cerdán en las empoderadoras clases en círculo del IES Saavedra Fajardo de Murcia.

Ya advirtió De los Mozos que las obras de Josefica no son «comerciales», pero Rosa María quiere pensar que su tía se alegraría de este bonito momento en que su nombre ha vuelto a la palestra: «Es que es muy emocionante ver todo lo que está sucediendo con la obra de mi tía».

Hoy son más válidas que ayer las palabras de De los Mozos en su crítica de arte publicada en el periódico de Guadalajara ‘Flores y abejas’ sobre los personajes de Josefica: «Son deseos de soledad o aislamiento. También de huida de los mundos fáciles y manidos, de la cotidianidad de las existencias efímeras. Y, a la vez, una forma de supervivencia. De introspectiva forma de verse y de ver a los demás por sí mismo».

Su nombre artístico, Josefica, era, según su sobrina, «un anclaje con su tierra, un enraizamiento con el lugar donde nació y donde vino a morir». «Era una mujer pionera, y moderna, de hecho, conducía cuando no lo hacían tantas mujeres. Mi tía fue una mujer entregada a su marido, para el que era todo, y del que dependía. Pero aún así pudo desarrollar su faceta artística, y vendió cuadros porque yo recuerdo haber visto en Gelen Novias, donde había al menos dos obras de ella, una que llevaba por título ‘La mujer del antifaz’». Este renacimiento de su obra, gracias a la galería ImaginArte, no se detiene aquí: «¡Quieren llevarla incluso a Nueva York!».

¿Veremos de nuevo las obras de Josefica expuestas en Murcia?

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