Lo primer de todo. ¿Cómo va de salud? ¿Cómo se siente de cara a este concierto en València? ¿Qué representa para usted volver a cantar aquí?

Estoy muy bien y completamente recuperado. Después de todo lo vivido, cada función se saborea el doble. Volver a Valencia y, además, debutar en el Roig Arena, me hace especial ilusión. El público valenciano tiene un lugar muy importante en mi historia.

Sabina cantó el otro día en el Roig Arena y aquello tenía un claro aroma de despedida. ¿A qué olerá su concierto?

El mío olerá a celebración, a presente y a futuro. ‘Raphaelísimo’ no es una despedida: es un «aquí sigo», con alegría, energía y en superlativo (risas).

Hace casi un año estaba interveniendo en «La revuelta» y, según su propio testimonio, empezó a «decir una cosa y decir otra» en lo que acabó siendo la expresión de un linfoma cerebral primario que le mantuvo medio año lejos de los escenarios. ¿Cómo le cambió la perspectiva de su vida profesional?

Fue un aviso serio, consecuencia de un linfoma cerebral del que estoy totalmente curado gracias a los médicos y a nuestra sanidad pública. Me obligó a parar, a priorizar la salud y a seguir todas las pautas de los especialistas.

¿Le preocupó en algún momento no poder volver a cantar?

Tuve respeto, claro; miedo, no. Tenía la convicción de que volvería. Mi familia, la sanidad y el público fueron claves en mi mejoría. Me sentí muy arropado y acompañado en todo momento por todos; cada uno desde su lugar.

¿Cómo ha ido a nivel vocal, físico y emocional estos últimos meses de recuperación? ¿Ha cambiado su método de ensayos o su forma de afrontar los conciertos respecto a antes?

No demasiado. Siempre he sido muy disciplinado y he seguido al pie de la letra lo que debía hacer. Escucho a los médicos, descanso cuando toca, y afronto cada concierto con la misma exigencia, pero con una gratitud aún mayor.

¿Para querer volver a un escenario después de un susto así es más necesaria la ilusión o la disciplina?

Ambas. La ilusión te empuja a salir, la disciplina te permite mantenerte. Sin una, la otra no sirve. En mi caso, nunca faltaron ni la una ni la otra.

Raphael

Raphael / L-EMV

Usted dijo recientemente que «no se va a ir nunca, que se irá el día que se tenga que ir por narices». ¿Este concierto en València lo ve como un nuevo capítulo en ese camino o como una reafirmación de lo que siempre ha sido?

Es un capítulo nuevo que reafirma lo de siempre. Mientras haya voz y emoción, seguiré en el escenario. Esa frase, la de que me iré ‘por narices’ la dije convencido, y la sostengo más que nunca.

Usted siempre ha destacado que «el escenario es la felicidad». ¿Ha cambiado para usted el concepto de felicidad respecto a su juventud? ¿Qué es lo que le hace feliz ahora?

La felicidad está en estar con los míos, mi familia, en mi profesión y, por supuesto, en el público y el diálogo que establecemos cada noche de concierto a través de la música.

Usted siempre ha presumido de mirar siempre hacia delante. ¿El pasado da vértigo?

No. El pasado es un maestro, es el aprendizaje. Pero lo que me mueve siempre está delante, no detrás. El presente y el futuro siguen siendo mi motor.

Ahora Netflix va a hacer una serie sobre usted. ¿Si tuviera que dejar fuera de ella alguna fase de su vida, cuál sería?

Ninguna. Si se cuenta mi vida, que sea entera. ‘Aquel’ nace con ese espíritu, y me parece importante que refleje todo el camino.

¿Y si pudiera inventarse un final para la serie, cómo sería?

Con un teatro en pie, las luces de sala encendidas y yo saludando largo… diciendo simplemente: «Nos vemos en la próxima».

«Ayer… aún», su último disco, es un homenaje a la chanson francesa. Su colaboración en el último disco de Loquillo también tiene es un homenaje a la «chanson». ¿No le da envidia cómo los franceses han venerado a sus figuras de la canción?

Siento admiración, no envidia. La chanson me ha acompañado siempre y este disco era una deuda con esos autores que tanto me han inspirado. Y cantar junto a artistas como Loquillo me conecta con un artista al que admiro. La música no entiende de géneros, edades… es eterna, como las buenas canciones.

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