El funeral de Estado celebrado el 29 de octubre de 2025 en el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, en homenaje a las 237 víctimas de la DANA que arrasó el litoral valenciano un año antes, ha sellado el principio del fin político de Carlos Mazón. Lo que debía ser un acto solemne de memoria se transformó en un juicio público. Entre gritos de «dimisión» y «vergüenza», el president de la Generalitat fue abucheado por los familiares de las víctimas, en presencia de los reyes y las principales autoridades del Estado. El momento condensó algo más profundo que el dolor, marcando la ruptura entre el Gobierno autonómico y una sociedad valenciana que siente que fue abandonada en las horas más oscuras de su historia reciente.

«Pese a la petición de las asociaciones de afectados, Mazón acudió al funeral de Estado para acabar admitiendo que «hubo cosas que debieron funcionar mejor»»

Las asociaciones de afectados habían pedido expresamente que Mazón no asistiera. Alegaban que su presencia resultaba una afrenta moral, una herida abierta que el paso del tiempo no había cerrado. El president acudió al acto y, horas después, reconoció ante los medios lo que llevaba un año evitando: «Hubo cosas que debieron funcionar mejor», admitió, y añadió que sigue «reflexionando sobre lo que significa el día de ayer». Su declaración se interpretaba como la conciencia de que su fin político podría estar cerca.

De la tragedia natural a la catástrofe política
La DANA del 29 de octubre de 2024 fue la más devastadora registrada en la Comunitat Valenciana. Las lluvias torrenciales dejaron 237 muertos, más de 12.000 desplazados y pérdidas económicas superiores a los 2.000 millones de euros, según cálculos de la propia Generalitat. Lo que comenzó como un desastre natural se transformó, en cuestión de horas, en una catástrofe política. Los informes técnicos posteriores señalaron graves fallos de coordinación: retrasos en la activación de los planes de emergencia, comunicaciones colapsadas y ausencia de mando claro durante las primeras 48 horas

La Comisión de Investigación de Les Corts Valencianes, cuyo informe preliminar se filtró el pasado julio, apuntó directamente a la Conselleria de Interior y al propio Mazón por «deficiencias de liderazgo operativo». A las deficiencias técnicas se sumó un relato contradictorio del propio Mazón, con diferentes versiones que han socavado su credibilidad. Los detalles de esas horas clave se han acabado viendo tras una serie de mentiras y contradicciones. 

Durante meses, Mazón trató de blindarse tras el argumento de la «tragedia imprevisible». Pero la narrativa se erosionó con cada filtración, con cada testimonio de vecinos que no recibieron aviso, con cada evidencia de improvisación. Según el sondeo de 40dB. para El País y Cadena SER del 8 de octubre de 2025, el 71% de los valencianos cree que Mazón debería dimitir, y el 78% suspende su gestión. La pérdida de confianza no distingue colores: incluso entre votantes del PP y Vox la desaprobación es mayoritaria. 

«La DANA dejó de ser percibida como una cuestión meteorológica para convertirse en el símbolo de un poder que reaccionó tarde y nunca asumió del todo sus errores»

La DANA dejó de ser percibida como una fatalidad meteorológica para convertirse en el símbolo de un poder que reaccionó tarde, comunicó peor y nunca asumió del todo sus errores. El golpe político ha sido letal. En apenas un año, la figura de Mazón encarna la versión más clásica del poder ensimismado e inoperante, a lo que se suma una crisis de representación, incluso, entre sus propios votantes. En política, el tiempo que se tarda en reaccionar es parte de la comunicación. Y Mazón tardó demasiado.

El anuncio de un «periodo de reflexión» por parte de Mazón tras el funeral de Estado parece más una maniobra dilatoria que un gesto de autocrítica. Su frase —»sigo reflexionando sobre lo que significa el día de ayer»— es probablemente un intento de ganar tiempo ante lo inevitable. La autocrítica llega cuando ya nadie la espera, en un clima de duelo colectivo donde la ciudadanía no busca perdón, sino responsabilidad. Los gestos también comunican y Mazón parece haber olvidado que la empatía es un componente esencial del liderazgo político. Cuando las víctimas piden que no asistas y tú decides acudir, no estás ejerciendo autoridad: estás lanzando un desafío.

Feijóo y el espejo valenciano
La tormenta popular en Valencia ha terminado por alcanzar al propio Alberto Núñez Feijóo. Durante meses, el líder del PP exhibió los gobiernos autonómicos como escaparates de gestión solvente y como contrapeso al Gobierno central. Pero la caída de Mazón amenaza con desmoronar esa narrativa.

Feijóo ha pedido que «se investigue hasta el final lo ocurrido en la DANA», pero ha evitado exigir la dimisión de su presidente autonómico, alegando que no improvisará «respuestas sin calado». Esa cautela, sin embargo, se interpreta como complicidad. 

El PP enfrenta ahora una disyuntiva incómoda: o convierte la responsabilidad en virtud, aceptando que la transparencia y la autocrítica son condiciones necesarias para gobernar en el siglo XXI, o sigue atrapado en un reflejo de pasado donde la culpa se administra pero no se asume. En otras palabras, no haber actuado por miedo al desgaste puede acabar multiplicando este ante el límite de la tolerancia de sus propios votantes

«Según las cifras del CIS, la preferencia de Feijóo como presidente del Gobierno ha caído del 17,1% al 10,2% entre los ciudadanos valencianos»

El desgaste de Feijóo ha acabado por manifestarse con fuerza en la Comunitat Valenciana, donde los datos confirman una caída sostenida de su liderazgo. Según las cifras del CIS en este territorio, comparando los datos entre octubre de 2024 y octubre de 2025, la preferencia de Feijóo como presidente del Gobierno ha caído del 17,1% al 10,2%, mientras que la intención directa de voto al PP se ha desplomado del 25,2% al 14,2%. Además, su valoración personal ha descendido casi un punto. Este retroceso de siete puntos en popularidad y once en apoyo directo refleja un fenómeno más profundo que el mero desgaste electoral y confirma que la tormenta política que sacude a Mazón actúa como un espejo ampliado del declive del propio Feijóo.

La DANA del 29 de octubre de 2024 se llevó por delante casas, puentes y certezas. Un año después, se confirma que también ha acabado con una presidencia y un relato político que se creía a salvo. Mazón ya no lucha contra la lluvia, sino contra la evidencia: la de haber gobernado como si bastara con administrar el tiempo, cuando lo que se hundía era la confianza.