Cuando se califica como excesivas las salidas de la Misión de la Esperanza de Triana es que no se conoce a una hermandad que ha hecho de la exuberancia su seña de identidad. Hoy por hoy, tener personalidad es asumir un riesgo a veces incomprendido … por quienes le profesan devoción a la uniformidad. La hermandad del Traspaso lo hizo cuando le encargó a Juan de Mesa el Gran Poder, o la Macarena cuando se puso en manos de Rodríguez Ojeda. En estos días Las Penas ha arriesgado hasta el límite en hacer una exposición antológica que es ejemplo para las que vengan. La Misión de la Esperanza también tenía sus riesgos. Se trataba de trasladar a la hermandad entera a una tierra donde abunda la exclusión y la marginalidad. Lo mismo que en su Misión el Gran Poder fue fiel a su estilo, la Esperanza también lo ha sido. En todo. Y dicen ahora ¿qué queda de lo hecho en este mes que se terminó ayer con la salida de la Virgen en paso de gloria? Probablemente habrá que preguntarles no a los vecinos de las 3000, que también, sino a los hermanos de la Esperanza. Además de la memorable homilía ante la dolorosa del salesiano Alfonso Francia, el pensamiento más claro al respecto lo ha escrito un chaval. Se llama Andrés González Durán. Es voluntario en la parroquia de Jesús Obrero. «Lo que damos es solo la mínima parte de lo que recibimos. Como dijo Jesús: hay más alegría en dar que en recibir» Misión cumplida.

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