La decisión de retirar todos los títulos y honores reales al príncipe Andrés, hermano menor del rey Carlos III, ha desatado lo que la prensa británica ya denomina «la guerra de los Windsor». Nuevos detalles revelan que, aunque la medida fue tomada oficialmente por el monarca, el consenso dentro de la familia real fue clave, y en especial la influencia de la reina Camila y de la princesa de Gales, Kate Middleton. Mientras los nuevos príncipes de Gales avanzan con su agenda de modernización, la caída del otrora «hijo favorito de la reina Isabel II» marca el fin de una era. Andrés Mountbatten-Windsor, despojado de títulos y privilegios, inicia ahora una vida en el exilio interno, convertido en el símbolo más visible del precio del escándalo en una monarquía que ya no tolera la impunidad.

El pasado jueves, el Palacio de Buckingham publicó un comunicado contundente que marcó el fin del vínculo institucional entre Andrés y la Corona. En él se informaba que «Su Majestad ha iniciado un proceso formal para retirar el estilo, títulos y honores del príncipe Andrés», y que a partir de ese momento sería conocido únicamente como Andrew Mountbatten-Windsor. Además, el texto confirmaba la rescisión de su contrato de arrendamiento sobre el Royal Lodge, la mansión de Windsor donde residía desde 2003, lo que implica su desalojo inminente.

El comunicado, de tono inusualmente firme, también incluyó una frase que ha generado especial atención: «Sus Majestades desean dejar claro que sus pensamientos y simpatías más sinceras están, y seguirán estando, con las víctimas y supervivientes de cualquier forma de abuso.» Esta alusión directa a las víctimas de delitos sexuales fue interpretada por muchos como un gesto de empatía sin precedentes por parte de la Casa Real, tradicionalmente reacia a pronunciarse en términos tan explícitos.

Una fuente cercana a la familia real citada por la revista People asegura que «se notaba un toque femenino» en la redacción del comunicado, sugiriendo la intervención de la reina Camilla y la princesa Kate. Ambas, junto con el príncipe Guillermo, habrían presionado a Carlos III para poner fin a un escándalo que desde hace años empaña la imagen de la monarquía. «Camilla y Catherine habrán insistido, y Guillermo no querría heredar ese problema», señaló la fuente, que añadió: «Fue un mensaje fuerte, y me sentí orgulloso al escucharlo.»

Camilla, recordemos, ha sido una firme defensora de organizaciones que apoyan a víctimas de violencia doméstica, agresiones sexuales y violaciones. Su influencia en la decisión del rey refuerza el papel activo que la actual reina consorte ha asumido en cuestiones de sensibilidad social, un cambio de tono dentro de una institución marcada históricamente por la discreción y el silencio.

Según las mismas fuentes, Carlos III no deseaba tomar una medida tan drástica, pero la situación se volvió insostenible. El monarca, que mantiene una relación distante con su hermano, habría estado «exasperado» por la actitud de Andrés, acusado de minimizar las graves acusaciones en su contra y de seguir vinculado con Jeffrey Epstein incluso después de haber afirmado lo contrario. «A Andrés se le dieron muchas oportunidades de hacer lo correcto, pero no lo hizo. El rey se vio forzado a actuar, y eso le resultó doloroso», señaló un asesor. El comunicado también confirmó que Sarah Ferguson, exesposa de Andrés y madre de sus hijas, deberá abandonar Royal Lodge. Aunque se divorciaron en 1996, ambos seguían compartiendo residencia en Windsor, una convivencia que ahora llega a su fin. Pese a que Andrés no presentó objeciones a la decisión real, su destitución definitiva simboliza su aislamiento total dentro de la Casa de Windsor. El gobierno británico, según la BBC, respalda plenamente la medida, que busca «proteger la integridad de la monarquía» tras años de controversia. La familia mira ya hacia el futuro. «Guillermo y Kate están centrados en lo que viene, no en el pasado», afirmaron.

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