Cuando Gonzalo Miguel Ojeda decidió abrir en el Burgos de 1923 el Photo Club, su curiosa mirada ya se había educado en otros lugares, países que le llevaban a España mucha ventaja en cuestiones de modernidad y manera de observar las cosas. Aquel establecimiento ubicado en el número 9 del Paseo de la Isla tomaba el relevo de unos ultramarinos que habían sido de su familia; un gesto que constituía toda una apuesta de futuro. Lo fue: tan es así, que merced a la aventura que Miguel Ojeda emprendió junto con su mujer, la inglesa May Waneke, avezada fotógrafa, hoy se puede conocer mejor el pasado de cuatro décadas de esta tierra merced al fondo fotográfico que ambos legaron y que custodia el archivo de la Diputación de Burgos, que ahora ha dado a conocer parte del mismo en una espléndida edición coordinada por Miguel Moreno y Lena Saladina Iglesias.

En el libro, la investigadora Ana María Peña Varó explica que parte de la trascendencia del Photo Club tuvo que ver con el carácter innovador del negocio, tal y como se anunciaba en la prensa de la época: ‘Aparatos y material fotográfico en general. Ampliaciones, reproducciones y toda clase de trabajos fotográficos. Grandes laboratorios para aficionados’. Prestó, así, diversos servicios, amén de funcionar como agencia fotográfica para ilustrar periódicos y revistas, monografías de todo tipo y con especial dedicación al patrimonio burgalés. Explica en la obra Miguel Moreno que casi 13.000 de las 20.000 imágenes de que consta el archivo del Photo Club, son documentos gráficos del patrimonio cultural, siquiera por el hecho de que Gonzalo Miguel Ojeda formó parte de la Comisión Provincial de Monumentos y de la Asociación para el Fomento del Turismo, llegando a convertirse en académico de la Institución Fernán González.

El objetivo de Gonzalo Miguel Ojeda estuvo siempre atento a cuanto veía

Pastora con una oveja en Quintanar de la Sierra.Pastora con una oveja en Quintanar de la Sierra. – Foto: Archivo Photo Club. Fondo Gonzalo Miguel Ojeda

Pero, siendo así, el fondo que se ha dado a conocer con mayor profundidad en el recién editado libro pone de manifiesto que el objetivo de las cámaras del Photo Club fue más allá, dejando constancia fehaciente de hechos históricos -como la Guerra Civil- y de la realidad y evolución de la sociedad burgalesa durante aquellas cuatro décadas. Así, hay también cierto protagonismo femenino en este ingente archivo. «Una diversidad de imágenes que refleja el papel de la mujer(…) bien es verdad que moderada, como reflejo de las limitadas oportunidades que poseía la mujer por entonces para situarse con fortaleza en el espacio público», explica Mar Chicharro en su estudio de la imagen de la mujer en el fondo del Photo Club. Aunque hay imágenes que ejemplifican la presencia de la mujer en la vida pública, son muy pocas las fotografías de estas «en las que podemos identificar nombres propios; la mayoría obedecen a mujeres anónimas que a través de su día a día, inmortalizado en estas imágenes, han ido haciendo historia y ensanchando las oportunidades».

Un retrato de la sociedad. Ainara Miguel, que se ocupa del capítulo que abunda en el retrato que el Photo Club hace de la sociedad burgalesa (4.300 imágenes que corresponden a retratos, fotos de grupo e instantáneas de prensa), afirma que es una colección que «no sólo refleja la sociedad de la época, sino que también la transforma, construyendo un imaginario visual que no tiene por qué corresponderse con el discurso histórico al uso ni con los textos autorizados. Porque en esta colección, como en todas, se juntan lo que el fotógrafo quiere retratar y lo que sus modelos quisieron mostrarle. En el caso que nos ocupa, no hay un solo autor (se trata de un establecimiento fotográfico), no hay una sola intención, pero sí una línea ideológica y un estilo, ambos conservadores». Apunta la historiadora, así, que el fondo a estudio «no será jamás el retrato de la sociedad burgalesa de la primera mitad del siglo XX, sino un retrato posible. Uno de los miles que se hubieran podido hacer en su momento (mejor, en sus momentos), uno de los cientos que todavía pueden hacerse al mirar este archivo ingente».

Gonzalo Miguel Ojeda, en sus viajes por la provincia, también documentó cuanto vio: un tiempo que se iba, un pasado que no regresaría, como recoge el libro: oficios tradicionales, ese cosmos rural que parecía casi neolítico con sus carros, sus burros, sus mulas, sus hilanderas, sus leñadores… También se hizo eco, claro, del tiempo que llegaba, de aquella modernidad que representó el ferrocarril, por ejemplo, así como las fábricas, los nuevos y grandes bloques de edificios que se construían en la capital, los automóviles y los nuevos ocios: el fútbol, el golf, el cine… También se fotografiaba a los muertos, como también recoge el archivo de Miguel Ojeda

Más fotos:El cadáver de Carmen Gimeno, ‘La Venus de Valencia’, con su madre y hermano.El cadáver de Carmen Gimeno, ‘La Venus de Valencia’, con su madre y hermano. – Foto: Archivo Photo Club. Fondo Gonzalo Miguel OjedaGrupo de estudiantes.Grupo de estudiantes. – Foto: Archivo Photo Club. Fondo Gonzalo Miguel Ojeda

Otro capítulo importante del fondo tiene que ver con los retratos. «Mujeres solitarias sentadas frente al fotógrafo, en su estudio o en la calle, siempre en actitud pasiva, contemplativa, pero con una extraordinaria fuerza en la mirada, en el gesto y en la pose. Hay caras modernas y otras antiguas (…) Los hombres que posan en las páginas siguientes ofrecen dos imágenes: los trajeados en el estudio y los que se visten de faena en la calle. Los primeros no hacen alarde de su ropa, al contrario que las mujeres; y también al contrario que las mujeres, prácticamente ninguno sonríe». Los retratos de grupo constituyen también un bloque importante, y revelador, toda vez que la importancia de la Iglesia queda patente. El fondo del Photo Club puede consultarse digitalmente, aunque no resulta nada sencillo (e igual era el momento para contar con un mejor buscador) en la web mosa.burgos.es