Nacho Ruiz, comisario de Arquitectura de la candidatura de Capital Europea de la Cultura
«A Asturias, arquitectonicamente, la veo bastante rezagada en relación con España. La noticia buena es que tiene un potencial increíble», afirma el arquitecto
03 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.
Ignacio Ruiz Allen (Oviedo, 1975) es arquitecto doctorado por la Universidad Politécnica de Madrid en 2012, investigador y docente internacional, además de creador de varios proyectos europeos y escandinavos sobre cultura arquitectónica, sostenibilidad y memoria del paisaje industrial. Durante su trayectoria ha trabajado siete años en Dinamarca y ahora, junto a Vanesa García es el comisario encargado del área de Arquitectura y Urbanismo de la candidatura de Oviedo a Capital Europea de la Cultura 2031.
—¿Cómo le llega la oferta para hacerse con este puesto de comisario? ¿Se lo esperaba?
—Yo no me lo esperaba. Fue una sorpresa muy agradable. Me llegó en torno a verano, había asistido a un par de reuniones, pero no estaban abiertas al público. Había ido a una primero en Gijón y otra ya en Oviedo. La intención era que yo quería proponer cosas que tengo en la cabeza desde hace tiempo y un día me convocaron a una reunión; nos dicen que han seleccionado a una serie de gente para seguir trabajando sobre el programa. A mí me escogieron un poquito como representante de arquitectura, pero tampoco me esperaba que fuera a pasar nada especial. Pensaba que iba a ser una reunión como las demás, pero esta fue quizás un poquito más acotada. Y en esa reunión ya nos dijeron que contaban con nosotros para ser parte del equipo y un poquito nuestro papel y lo que teníamos que hacer. Entonces, bueno, fue una sorpresa bastante agradable, porque yo tenía ganas de contribuir, la verdad, y me parecía que era un proceso, desde el principio, bastante limpio y abierto a la contribución de terceros.
—Cuando les convocan y les dicen que han sido seleccionados, ¿les dicen qué esperan de vosotros y cuáles serían sus funciones?
—Nos contaron en general el rol de todos porque básicamente es lo mismo, cada uno desde su punto de vista y desde la disciplina que controla. Nos insistieron mucho en escuchar y hablar con la gente. Yo creo que la idea que tenían para nosotros, y que yo entiendo, es ser antenas receptoras, dentro de nuestra disciplina, de posibles iniciativas que se puedan incorporar al programa de la candidatura. Entonces no se trata de aportar nuestra visión personal, sino de convertirnos en interlocutores con el resto de gente que, en mi caso, por ejemplo, está vinculada a la arquitectura y al urbanismo. Con lo cual es bastante cómodo, porque se trata un poquito de ser mirador, de canalizador… bueno, una labor de síntesis también, con toda la gente, que entiendo que hay mucha, que quiere contribuir a esto.
—¿Siempre tuvo clara su intención de aceptar este cargo?
—Es que, por carácter, yo me meto en todo (risas). Yo las primeras reuniones a las que iba era un poquito para saber de qué iba todo. Y la verdad es que el equipo me dio muy buena sensación, porque es gente de fuera, no son de Asturias, y me pareció que estaban haciendo una labor de escucha activa muy respetuosa, de humildad, de «no sabemos el contexto, queremos saber de vosotros, queremos aprender». Entonces me dio una muy buena sensación, y eso siempre ayuda a la hora de tomar la decisión. Y luego, en mi trayectoria como arquitecto, yo siempre estuve vinculado a temas culturales desde el punto de vista de la arquitectura. O sea, he editado libros, he hecho exposiciones… El año pasado organicé, junto con Vanessa García, el Festival de Arquitectura, Cultura y Territorio. Es decir, digamos que es un lenguaje natural para mí. Entonces lo vi como una oportunidad de contribuir. En ningún momento me lo planteé a nivel personal, la verdad, porque es un trabajo y un esfuerzo colectivo. Te sientes parte de un equipo, y desde el principio te sientes bastante bien acompañado.
—¿Cómo fueron las primeras sensaciones al incorporarse a la candidatura?
Sí que me sorprendió el perfil del resto de la gente que escogieron. Yo recuerdo la primera reunión: conocí a alguno, personalmente no, pero sabía de dónde venían, había oído o leído sobre ellos. En esa primera reunión nos presentábamos, cada uno contaba a qué se dedicaba y cuál era su perfil, y me di cuenta de que era gente muy potente. En ese momento me di cuenta de que esto iba en serio. Había gente con mucha trayectoria detrás, muy vinculada a temas culturales y con experiencias fantásticas.
—Su comisariado es el único con dos representantes, ¿cómo se dio esta situación?
—En ese momento propusimos ir en equipo Vanessa y yo. Además, ya le comenté a Vanessa si quería estar en entrevistas, porque siempre vamos a dúo. Lo que pasa es que está pasando por temas personales complicados y me dijo que mejor lo hiciera yo solo. Pero Vanessa y yo trabajamos juntos en el Festival Arquitectura y Territorio; ella no es arquitecta, es economista, pero tiene una trayectoria muchísimo más larga y más sólida que yo en temas culturales, de modernización de todo tipo de temas culturales. Yo creo que su visión es bastante complementaria a la mía, entonces hacemos buen tándem. Propusimos que, si no les importaba, fuéramos los dos juntos de la mano, y les pareció bien. La verdad es que fue bastante fácil. Por eso se da esa extrañeza de que, en este caso, en arquitectura hay dos representantes en vez de uno.
—Al ser dos personas a cargo de este área están obligados a coordinarse, ¿cómo hacen para distribuirse el trabajo y las competencias?
—Ayuda que somos perfiles muy distintos, venimos de ámbitos muy distintos. Cada uno sabe las fortalezas del otro, también nuestras propias debilidades. Hablamos mucho, nos apoyamos mucho el uno en el otro. En realidad, empezamos a colaborar hace un año, no tanto, con lo cual seguimos aprendiendo el uno del otro. Y hasta ahora ha funcionado muy bien, desde el diálogo. Solemos repartir competencias un poquito: yo, quizás como arquitecto, tengo una visión más vinculada a la profesión; ella, como gestora cultural, tiene una visión mucho más cercana a los movimientos vecinales, colectivos, a lo que consiste organizar un evento cultural. Funcionamos bastante bien, sí.
—Habitualmente, cuando se piensa en cultura, se relaciona con disciplinas como música o arte, pero no arquitectura. ¿Cómo crea y forma parte de la cultura un área como la arquitectura?
—Muy fácil, porque eso es en lo que más insisto yo. La arquitectura tiene una componente cultural indudable, también un componente social. Pensar en la arquitectura simplemente como un hecho técnico, creativo o artístico es quizás eliminar capas de complejidad y olvidar el potencial que tiene. La arquitectura y el urbanismo son vehículos para crear ciudad. Lo que pasa es que la ciudad no se crea solo a través de ladrillos; se crea también mediante la contribución de todos los ciudadanos. Y la arquitectura es un vehículo estupendo, canalizador de todos esos esfuerzos colectivos. Aparte, el entorno en el que vivimos dicta mucho nuestra cultura, entonces es como el elemento receptor y transmisor de una determinada cultura. Para mí es muy sencillo verlo así. Digo esto también porque estuve viviendo varios años en Dinamarca, y ahí llegué a la certeza de que una sociedad con una calidad de vida elevada siempre tiene una calidad arquitectónica elevada. Van de la mano: no puede existir arquitectura de calidad sin bienestar social, ni bienestar social sin arquitectura de calidad. Y eso, al final, es un hecho cultural. Creo que concebir y respetar la arquitectura como hecho cultural hace que mentalmente le demos la importancia y el valor que tiene. Es verdad que hay mucho trabajo por hacer en ese sentido, pero en otros lugares de España e incluso a nivel europeo hay mucha gente trabajando desde ese punto de vista, y al final revierte en la calidad de vida de las ciudades.
—En ese aspecto arquitectónico del que hablaba, en el que esta disciplina define la calidad de vida de cada lugar, ¿en qué punto ve a Oviedo en ese sentido?
—A Asturias la veo bastante rezagada en relación con España. La noticia buena es que tiene un potencial increíble. Es más, está en una situación de cambio, porque es inevitable la transformación con todo lo que, a nivel urbano, tiene que suceder con La Vega, con el antiguo hospital central… Son lugares que están a la expectativa y necesitan ser activados. Repensar las ciudades desde ese punto de vista siempre va a ayudar. Asturias, a nivel territorial, tiene una cosa fuerte respecto a otros territorios: el discurso rural está muy arraigado, es muy potente. En Asturias, los territorios urbanos y rurales se entrelazan; hay una especie de solapamiento interesante. Pero sin embargo no ha llegado del todo esa visión desde la arquitectura de cómo se puede desarrollar sacando el máximo potencial que tiene. En mi opinión, no sé cuáles serían las causas, pero quizás una de ellas es que somos periferia. Dentro del discurso arquitectónico somos la periferia de la periferia. Asturias es uno de los lugares de España más alejados de una escuela de arquitectura; de hecho, Gijón es la ciudad española más alejada de una. Eso influye. Vamos un poquito por detrás. Entonces la capitalidad de Oviedo, la candidatura, es una oportunidad única: pone la arquitectura al frente y todo el potencial de arrastre.
—Regresando a la candidatura, ¿qué principios quiere que sean los que transmita su área una vez se acabe el proceso?
—Oviedo es una ciudad en transformación, Asturias es un territorio en transformación. Después de estar unos cuantos años fuera, al volver notas que hay otras dinámicas: después de muchos años quizás en stand-by, ahora empieza a haber fuerzas que empujan Asturias y Oviedo. Tenemos que canalizarlas en la buena dirección, porque esto puede llevarnos a muy buenos lugares… o no tanto. Todo lo que sea transmitir la idea de que, desde la arquitectura y el urbanismo, en relación con las comunidades locales, se puede influir en estos procesos, siempre va a ser bueno. Creo que una cultura arquitectónica en la que hay una serie de gente que decide cómo se hace la ciudad, pero sin interlocución directa con el ciudadano, sin mecanismos de diálogo entre los diferentes agentes, al final es perder oportunidades. En ese sentido, el trabajo desde la arquitectura en esta candidatura puede fomentar esa manera de entender el desarrollo de la ciudad.
—En diferentes entrevista habló de la posibilidad de encabezar algún proyecto, ¿en qué punto está esto?
—Hay que presentar un documento a finales de año con un esbozo de un programa que ya está muy maduro. Si tenemos suerte, todo esto es para desarrollar a partir del año que viene. Es verdad que no podemos desvelar mucho porque se llama concurrencia competitiva, pero lo que sí diría es que nosotros no vamos a encabezar nada. Viene un poco en la línea de lo que te decía antes: se han recibido una serie de proyectos y los comisarios jefes, los que están en el cargo, han hecho una preselección y, a partir de ahí, nosotros tenemos que hacer una labor de síntesis. De todos modos, esto es una puesta en claro de voluntades y deseos de diferentes agentes de cara al documento. El año que viene ya sería, si tenemos suerte, el momento de trabajar con ellos y desarrollar los proyectos. Las líneas de trabajo, te puedo adelantar que Asturias, en general, y Oviedo, como parte de Asturias, tienen muy presente el patrimonio industrial, y que vamos a aproximarnos a los colectivos vecinales y a los barrios para trabajar con ellos.
—¿Cómo sería la Asturias y el Oviedo que le gustaría ver una vez se finalice todo este proceso de candidatura?
—Asturias es un lugar que atrae a la gente por su realidad actual. No solo por sus condiciones climáticas, que vienen dadas, no solo por el territorio, que lo tenemos heredado, ni por ciertas cosas que han definido Asturias desde siempre, sino por el tipo de sociedad que se está construyendo aquí: una sociedad dinámica, abierta, acogedora, amable y en la que cada uno encuentra su sitio, también desde el punto de vista arquitectónico. Es una respuesta un poquito vaga, pero de momento tenemos que pensar en el territorio. Pero sí, me gustaría que alguien viniera a Asturias porque valore lo que está sucediendo en Asturias. Eso puede abrir muchas puertas.
—¿Qué significaría, en su opinión, para Oviedo y su ciudadanía lograr la capitalidad?
—Un revulsivo. Un revulsivo que además creo muy necesario, porque no hago más que oír a la gente que viene de fuera decir lo estupenda que es Oviedo. Es verdad, es una ciudad estupenda, aunque a los de dentro nos cueste verlo. Siempre la mirada distante ayuda a ver las cosas desde otro lugar. Pero también hay una sensación latente en todos, que es el momento de Oviedo. Creo que las ciudades se desarrollan un poquito a golpes; de repente hay épocas de más transformación, y creo que Oviedo está por vivir ese momento. Ahora está en un momento de cambio y esto puede ser una manera de ayudar a llevar el cambio a buen término. Yo conozco unas cuantas ciudades del norte de España, y en unas cuantas de ellas se ve que ha tenido transformaciones fabulosas en los últimos años, que ha pegado tirones para bien, y este es el momento de Oviedo.
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