Aunque las redes han democratizado el diseño de interiores, también lo han convertido en un idioma críptico. Hoy cualquiera puede hablar de wabi-sabi, japandi o boho chic, pero pocos sabrían explicar qué hay detrás de esas etiquetas tan sofisticadas como vacías. En medio de esa vorágine estética, el interiorista Carlos Rubio, director de la escuela Insenia, propone algo tan refrescante como necesario: reírse del postureo decorativo y recuperar el sentido común.
Su libro, Manual para fingir que sabes de diseño, es una lectura deliciosa para quienes aman la decoración, pero sospechan que han caído en alguna moda pasajera. Rubio lleva más de tres décadas formando a interioristas y conoce de sobra las trampas del sector. Por eso, ha creado un glosario que traduce con ironía —y mucha verdad— el lenguaje del diseño. Desde el boho, que convierte cualquier salón en un mercadillo con encanto, hasta el industrial, que transforma las casas en naves de película con lámparas de taller a precio de oro.
Errores comunes al interpretar los estilos decorativos del momento1. Entender el minimalismo «como vacío emocional»

Foto: María Mira
Uno de los primeros errores que señala el director de Insenia es el malentendido del minimalismo. Lo que nació como una filosofía basada en la armonía y la funcionalidad se ha confundido con el vacío emocional. “El minimalismo no es tener una lámpara y un colchón en el suelo: eso es una mudanza”, escribe con humor. Su esencia -recuerda Rubio- está en tener solo lo esencial, pero bien elegido, no en vivir sin alma ni calidez.
2. El maximalismo como la idea de acumular sin criterio
En el extremo contrario, el maximalismo se ha convertido en la excusa perfecta para acumular sin criterio. Colores, estampados, objetos y recuerdos saturan los espacios hasta convertirlos en lo que Rubio define como «un mercadillo permanente». Lo mismo ocurre con las fusiones de moda, como el japandi o el mediterráneo contemporáneo, nombres nuevos para ideas recicladas, que muchas veces se quedan en estética y olvidan su filosofía.
3. La obsesión por lo chic

Foto: Greg Cox Interiorismo: More Design
Otro de los fenómenos que el manual aborda con humor es la obsesión por el chic. Basta con añadir esta palabra para justificar cualquier mezcla: boho chic, rustic chic, shabby chic… Como dice Rubio, es «la muletilla decorativa perfecta para sonar sofisticado sin profundizar demasiado».
4. Los renders impecables y poco creíbles
El interiorista también dedica un capítulo al diseño de escaparate digital: los renders perfectos y los moodboards interminables que hacen soñar con espacios impecables que rara vez existen fuera de la pantalla. En esa versión hiperrealista del hogar, las plantas nunca se marchitan, la luz es siempre dorada y la alfombra blanca jamás se mancha.
5. Materiales que son sostenibles, pero no

Foto: Foto: Fhe.es Interiorismo: Erico Navazo Realización: Paloma Pachecho Turnes
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Y si el minimalismo se confundió con vacío, la sostenibilidad corre el riesgo de convertirse en puro eslogan. Rubio lo dice sin rodeos: «No todo lo que lleva la etiqueta de sostenible lo es». En su manual, ironiza sobre materiales ecológicos que viajan miles de kilómetros y campañas verdes que apelan más al marketing que al planeta.
El tono es sarcástico, pero el fondo es profundamente real: el buen diseño no se mide por etiquetas, sino por coherencia. No se trata de decorar para impresionar, sino de crear espacios pensados para habitar, disfrutar y perdurar. Porque, como resume el propio autor, «el estilo no se compra, se construye». Y hacerlo bien no exige dominar el diccionario del diseño, sino saber mirar más allá de la tendencia y descubrir lo que de verdad convierte una casa en un hogar.