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Adolfo Olmedo Villarejo nació en Granada hace ahora 73 años, pero se vino a Almería con 14 años, “o sea que soy almeriense de pura cepa”. Ahora está jubilado, pero su principal ocupación fue la distribución de los productos Danone en la provincia, “paralelamente con eso, en mis inicios, era instructor de buceo y conocía bastante bien los fondos de Almería. He dado muchos cursos a mucha gente y el buceo me ha creado mucha satisfacción”. Aunque ya ha dejado de practicar ese deporte, sigue manteniendo una gran relación con lo que considera su familia del buceo. “Algunos nos seguimos viendo”. Otro de sus hobbies ha sido la fotografía. “El trabajo me arrancó de ese tipo de actividades, pero nunca abandoné la fotografía. Yo desde los 18 años, año en el que tuve mi primera cámara – se la compré a un extranjero en el Paseo de Almería-, estoy haciendo fotos. Todos los días hago alguna foto. Después de tocar muchos platillos, lo que más me gusta es la fotografía de reportaje, en la que esté presente el ser humano”.
Le gusta trabajar en blanco y negro, “quizás por la época que he vivido, por trabajar mucho el reportaje, por haber colaborado durante un tiempo en fotografía de prensa”. Admite que sus referentes han sido Ricky Dávila oCristina García Rodero, entre otros. En la fotografía ha hecho muchos trabajos diferentes, “uno de ellos, el libro que hice de Cabo de Gata dedicado a Hermelindo Castro Nogueira, se ha convertido en un referente. Hermelindo fue quien promovió y creó el equipo que
consiguió proteger el parque natural, y gracias a su gestión es algo que disfrutamos todos los almerienses y todo España”. Este libro se llama “Costa Ágata”. Adolfo considera que Hermelindo se merecía ese homenaje y, desgraciadamente, se realizó en los últimos días de su vida, “el libro ha gustado, ha sido un éxito. Colaboró intensamente conmigo en el libro y hay testimonios de él, de cómo se fraguó el parque, cómo se consiguió que fuera parque natural”. El trabajo sobre Cabo de Gata fue un encargo de la Junta de Andalucía para conmemorar el 20 aniversario del parque. “Yo puse mis condiciones. Hice una colección que luego completé para el libro. Ellos me dijeron que querían que se conocieran las calas, que las sacara desiertas, sin gente, y yo dije que iba a fotografiar también a las personas que se encontraran en esas playas. Por eso hay retratos en el libro del Cabo de Gata, también salen distintas actividades, como la pesca, la minería, y otras actividades que incluyo en el libro”.
Adolfo no para y ha seguido haciendo otros trabajos. El próximo 28 de noviembre presenta en la Guajira su último libro: “la recogía de las yeguas” con imágenes captadas en Hinojos, en el Parque Nacional de Doñana. Olmedo Villarejo admite que siempre tiene la sensación de que todos los trabajos nunca están terminados. “Siempre te dejas algo en el tintero. De hecho, el de las yeguas de Doñana es de fotografías tomadas el año pasado. Y este año he ido otra vez para completarlo. Y ya estoy pensando en sacar la segunda parte. Y con el trabajo sobre Cabo de Gata pasa lo mismo. Hay muchas formas de mirarlo y muchas formas de verlo”.
Nos confiesa que ya tiene en el horno otros dos libros, uno sobre África y otro sobre la India. “Siempre en esa línea de reportaje humano. Enseñar o contar una historia. Si yo verdaderamente fuera un maestro, pues con una foto contaría una historia, pero como no soy capaz, pues tengo que hacer una colección de fotos que cuenten la misma historia”. Y sumergido en el mundo de la fotografía pasa los días, este hombre que confiesa que ha pasado muchos avatares en la vida. “Es mi terapia. Es lo que me mantiene activo, me mantiene vivo, me mantiene con ilusión y me hace superar todos los males médicos y personales que pueda tener”. Admite que a través de la fotografía se relaciona con mucha gente, investiga sobre actividades diferentes y conoce el mundo. “Me he dado
cuenta que no hay que viajar mucho, no hay que ir a la India, porque aquí, en España, tenemos cosas maravillosas para enseñar a los demás”.
Adolfo Olmedo no hace estos trabajos cuando realiza viajes de recreo. “Aunque es muy difícil, cuando viajo por placer no me llevo la cámara, no llevo la intención de hacer fotos. Y si las hago, es por placer y recreo”. En sus trabajo lo primero que hace es documentarse y decide qué es lo que quiere mostrar en ese trabajo. “Primero te tienes que documentar. Luego llegar al sitio. Tener la suerte de conocer a alguien que te documente sobre las tradiciones locales y, a partir de ahí, empiezas a trabajar”. A la India he ido dos veces y quiere volver. A África fue a hacer un documental que le pidió una persona que daba cursos por Europa “y una vez que vino, me echó el reto de que si era capaz de hacer un documental de su música. Y le dije que sí.. Entonces, llegamos a un acuerdo económico. Me llevé un equipo de siete personas a Guinea Conakri, al pueblo de Sanamalá. Hicimos un documental en vídeo y yo aproveché que estuve un mes, para hacer un trabajo fotográfico que ahora quiero enseñar porque estaba guardado en el cajón y me daba pena, el otro día lo vi y decidí que lo tenía que enseñar”.
Él remarca que lo más importante no es el equipo fotográfico con el que trabajes. “Las fotos se hacen con la cabeza y el corazón. Da igual la cámara que utilices. Yo utilizo Canon, pero bueno, quizás porque las luces que me encuentro son muy diversas. Puedo estar en una oscuridad profunda o puedo estar en un sol pleno. Las cámaras Canon tienen la ventaja que en malas condiciones da menos grano, menos ruido en la foto, mientras que las Nikon dan mejor foco, dan más nitidez en el foco”. Como está especializado en los reportajes, previere usar Canon. “Pero ahora todo eso da igual. Ahora con el teléfono se están haciendo fotos maravillosas. Hoy en día da igual la cámara, una caja de zapatos puede servir para hacer una foto. O sea, no importa el equipo, importa tu preparación, tu formación como fotógrafo, la cabeza que tengas para imaginar los encuadres”.
Adolfo prefiere editar libros a hacer exposiciones. “Últimamente me he dedicado a hacer libros, porque una exposición dura un mes, cuesta casi lo mismo que hacer un libro y no perdura en el tiempo, mientras que un
libro perdura en el tiempo”. Trabaja en autoedición, pero muchos de sus libros han sido encargos. El de Cabo de Gata fue solicitado por la Junta de Andalucía. El de los caballos por la Diputación de Huelva. “Si no encuentro patrocinador, pues hago autoediciones. Porque haciendo tiradas pequeñas, te pueden costar dos o tres mil euros”.