MAGO DE OZMalicia, la noche de las brujas.
Discográfica: Warner
Puntuación Popular
MAGO DE OZ - Malicia, la noche de las brujas.

Han tenido que pasar casi cuatro décadas para que, por fin, pueda afirmar que empiezo a intuir el patrón creativo del señor Di Fellatio. Y eso es mucho decir de un tío tan ecléctico, que tras casi cuarenta años liderando el proyecto más fascinante, polémico, resiliente y evolutivo de todo nuestro metal patrio, sigue con ánimo y creatividad suficiente como para aguantar el ritmo de editar un disco por año. Voy a tirarme el triple: Cuando los singles que se lanzan previamente a la salida del LP son excesivamente azucarados o festivos (Véase el ejemplo de “La tierra de nunca jamás”, “La noche Celta” o “La ruta de los sordos”), el nuevo disco de MAGO DE OZ, viene con sorpresa dentro y es mucho más heavy de lo que pensábamos. Me ha pasado en otras ocasiones, y me ha vuelto a ocurrir con este “Malicia, la noche de las brujas” que ha visto la luz el 31 de octubre. Estamos ante un plástico con muchos matices, con sus luces y sus sombras, pero creo que en términos generales, muy interesante. Abran sus orejas.

MAGO DE OZ tiene la habilidad de ser un catalizador natural que impacta, provoca y perturba a partes iguales, en función del background de cada oyente. Para los más puretas del lugar, seguro que es una obra a la que le sacarán poca chicha, pero a la que tampoco le podrán negar sus méritos: pasajes instrumentales como el central del tema “Malicia” no tienen desperdicio alguno. Casi me recuerda al Tubular Bells II del genio Mike Oldfield, mezclado con el olor inconfundible del tema “Jesús de Chamberí”, en clarísimo homenaje a tan irrepetible época. De repente vuelve a cambiar, con Xana cogiendo las riendas vocales del carruaje para construir una atmósfera completamente distinta, alejada eones del lugar en el que nos hallábamos. Y vuelta a empezar. Este primer corte es una obra maestra, donde cada músico brilla con luz propia y tiene ocasión de demostrar su virtuosismo en solos con sus instrumentos. No llega al nivel de las históricas grandes composiciones de Mägo, con temas de más de diez minutos, pero se acerca.

Desde luego, que todos los músicos se hayan implicado en la composición, se nota y se agradece. Sin dejar de lado el sonido más puro de MAGO DE OZ, la suma, en este caso, multiplica y crea registros completamente evolucionados y novedosos.

He de reconocer que, de inicio, el packaging y el artwork en general me atrajeron, por suponer una vuelta a los orígenes y dejar de lado la línea artística del último disco, bastante flojito para mi entender. No me ocurrió igual con la temática: esto de las brujas, Alicias y demás me tiene un poco hastiado. Al final, ni tan mal. Probablemente las mejores letras de los últimos tiempos de Mägo de Oz estén en este disco.

El tema “Ríos de lágrimas” es un pepinazo, con estribillo digno de single (qué mal elegidos están los singles, pardiez). No es de los más heavies, pero está en el top 3 del disco. Lo más destacable: el trabajo de Rafa Blas, que está en el mismísimo punto álgido de su carrera, y mención de honor para Xana, que nos sorprende con un rasgado de garganta muy al estilo Patri, que casi nos hace saltar una lagrimita de nostalgia. Por cierto, los teclados de Antonelli, otro de los puntos fuertes tanto en este tema como en el resto de composiciones. Es de recibo mencionar además que esta canción habla sobre la desgracia sufrida en la Comunidad Valenciana hace un año, con aquella maldita DANA, demostrando una vez más que Mägo de Oz siempre se acuerda de los suyos cuando hace falta.

“No me dejes solo” comienza con una sección de vientos que nos retrotrae a la época de los “Gaia”, pero rápidamente la cosa se pone más seria y guitarrera. Corte de sonido 100 % MAGO DE OZ, con algo más de rabia de lo habitual. Otro gran tema, con buen estribillo y letra de las de disfrutar. Los coros no me encajan del todo, y pudiera haberse sacado algo más de crudeza en el sonido, porque el tema lo permitía perfectamente, pero al final se queda en tierra de nadie. Gustará a los incondicionales y a los que no buscan puro heavy metal en un disco de los madrileños.

“El último rezo” sigue una línea similar, con Xana cantando mano a mano con Rafa. La evolución de la vocalista es innegable, y cada vez se acopla mejor al sonido de la banda, además de ir adquiriendo un mayor protagonismo, nota a nota. Es probable que en los próximos años la veamos mucho más, como ocurrió en los últimos años de Patri en la banda. Lo que más me gusta, una vez más, es la parte instrumental con sus solos de guitarra, teclados y demás.

“Quiero ser libre” es una de esas canciones que, en un disco de los largos, Mägo siempre suele incluir. A veces un tanto ñoña, a veces disfrazada con guitarras rockerillas, pero con un estribillo facilón y, creo yo, dirigida al público más joven. No debe de ser fácil configurar un álbum conceptual de metal para agradar a jóvenes, mayores y medianos, y por eso los trabajos de la banda madrileña incluyen de vez en cuando este tipo de composiciones. Eso sí, una vez más, sorprenden los pasajes instrumentales, que son sobresalientes. Ix, Salán y De Andrés: trabajo de sobresaliente.

“Mi cuerpo y yo nos dejamos de hablar” me suena inicialmente a Gaia III, con ese sintetizador oscurillo. Comienza con Xana dejándose la garganta, rasgando y tocando agudos con algo más de mesura de lo habitual, y al final resulta que todo el tema es suyo. Otro tema que va al top 3 de cabeza. Y aquí no hay estribillo facilón, ni letras azucaradas, ni demasiada parte melódica. De hecho, no encuentro casi el violín. Doble bombo, guitarras distorsionadas y algo más de velocidad. ¡Qué grata sorpresa!

“La noche celta” sigue la línea de todo el disco, ya con Rafa Blas de vuelta, siendo algo más simplona de lo que me hubiera apetecido. No le encuentro nada destacable. Para mí, tema prescindible completamente, y que queda cojo después de un trallazo como el anterior.

“Mil ojos tiene la noche” comienza con un solo memorable de Mainer, y según va evolucionando la composición cada vez está más claro que estamos ante una instrumental. Otra sorpresa de las buenas, porque esto es lo que espera un fan de los de toda la vida como yo. Otra lagrimita. ¿Recuerdos del Finisterra? No puede ser. Baja a tierra. La melodía me abruma de tal manera que la disfruto como un niño y me la pongo una segunda vez. Qué pedazo de músicos forman el line-up actual de MAGO DE OZ, por Dios. Solo por esto ha merecido la pena la compra.

Hago una pequeña parada técnica aquí, a mitad de disco. De momento me atrae. De hecho, me gusta bastante y ya se confirma la sorpresa : los singles no son una muestra representativa del contenido del álbum, y este trabajo no es de los que entran en una sola escucha. Buenas noticias para los fans que venimos recorriendo el camino de baldosas amarillas desde la estación de Chamberí, y que quizás el rollo woke de los últimos discos no nos estaba convenciendo al 100 %.

De “El vals de las almas rotas” me quedo con la interpretación y el grito final de Rafa, el sonido en general, el violín de Moha y poco más. Otro tema que no me termina de entrar, al que le reconozco, eso sí, que es fácil de corear en un concierto y, por tanto, divertido.

“La ruta de los sordos” es la travesura del disco. El videoclip seguro que lo habéis visto ya, con un Txus tirando de autocrítica y humor, algo que siempre es de agradecer. La participación de Juanma Lobón, primer cantante de la banda, representando una especie de reconciliación, me hizo especial ilusión. Y esos teclados bluseros que recuerdan al primer trabajo de la banda, me sacaron una enorme sonrisa. No es una canción: es un homenaje. Y me gustaría ver a Juanma en algún directo con MAGO DE OZ, la verdad, ya que nunca he tenido ocasión.

“Halloween” comienza con batería rápida y teclados muy modernetes, y de nuevo con Xana en las líneas vocales. Este sonido me recuerda a algún grupo europeo de esos que es fácil ver en los festivales de verano, tipo Blackbriar o incluso Amaranthe. Es decir, un corte dirigido al público más moderno, con un sonido casi completamente renovado y, diría, que hasta la producción no suena como siempre. Si no fuera por el violín, sería casi irreconocible. Una apuesta clara por impactar en otro tipo de público, pero manteniendo los solos de guitarra y teclados marca de la casa, que, por cierto, son los mejores de todo el disco. No entra en el top 3 por los pelos. Grande, Xana.

“Los fantasmas de la fe” empieza con un riff de guitarra ochentero rollo SCORPIONS, y de repente revienta y evoluciona en algo mucho más heavy, y baja revoluciones de nuevo cuando entra el violín. Rafa interpreta como un dios esta canción mucho más melódica en comparación con el resto del disco, y su implacable estribillo se quedará rondando en mi cabeza unos cuantos días, seguro: “Dame una razón, u-oh-oh”. Esto es como mezclar a los Scorpions de los 80 con el Mägo de los 2000 y mucho hard rock melódico. Un temazo sin paliativos. Me voy a tener que repensar el top 3 al final.

“La tierra de nunca jamás” es otro de esos singles que ni fu ni fa. Demasiado almizcle a estas alturas. A mí el cuerpo me pedía un cierre de disco por todo lo alto, tipo “La cantata del diablo” o similar. Este tema no es para mí.

Y lo peor es que el tema final (“Siempre juntos”) es una balada de esas de bajonazo de los buenos. Xana lo clava una vez más, no digo que no, pero no me apetecía acabar así este disco, por lo que no la disfruto igual. Aun así, aguanto y me sorprende Rafa a media canción, junto con unos coros. Este tema es carne de directo, y me lo imagino dibujado en mitad de todos los setlists de la próxima gira, a modo de descanso, similar a lo que hacían en la actual gira con el tema “Por si un día te pierdes”.

Así que mi veredicto final, por si a alguien le pudiera interesar, es el siguiente: llevo algo menos de una semana escuchando el disco antes de rubricar esta crítica. Por tanto, tengo claro que este disco de MAGO DE OZ es complejo, que no entra a la primera (ni falta que hace), y que tiene al menos cinco temas que son soberbios. Otros tres o cuatro son prescindibles, pero eso no es mala media en un LP de quince pistas. Me quedo con la evolución tremenda de Xana, con lo bien que empasta la voz de Rafa con el Mägo actual, y con el sonido de los mástiles y teclados. Estamos ante la mejor formación en la historia de la banda, que además se implica en la creación y en la concepción. Algo así como si estuviéramos viendo jugar a los Bulls de Jordan y Pippen en la época de los anillos. Por tanto, toca disfrutar de ello tanto en disco como en directo. Este “Malicia” no es un álbum puro de heavy metal, pero eso ya lo sabíamos. Y, por favor: al que no le hayan gustado los singles, que no se preocupe, porque dentro del trabajo hay muchísimos más alicientes para darle un par de oportunidades. Animados quedáis.

Jon Rivas Delgado

Lista de Temas:

  1. Intro: Zugarramurdi 1622 – 1:10
  2. Malicia – 9:19
  3. Ríos de lágrimas – 5:51
  4. No me dejes solo – 5:49
  5. El último rezo – 4:35
  6. Quiero ser libre – 4:32
  7. Mi cuerpo y yo nos dejamos de hablar… 4:16
  8. La noche celta – 5:20
  9. Mil ojos tiene la noche – 6:30
  10. El vals de las almas rotas – 4:29
  11. La ruta de los sordos – 5:08
  12. Halloween (Almas sin luz) – 5:17
  13. Los fantasmas de la fe – 4:41
  14. La tierra de nunca jamás – 5:32
  15. Siempre juntos – 4:17