La sal es probablemente el condimento más utilizado en las cocinas de todo el mundo, ya que potencia el sabor de los alimentos, además contribuye a su conservación y, en algunos casos, puede mejorar la textura de estos. Si bien, un exceso de esta está vinculado con múltiples problemas de salud, por lo que es aconsejable limitar su consumo.

Si bien, aunque muchos lo desconozcan, existe una gran variedad de tipos de sal, las cuales pueden tener diferentes efectos en la salud. En el caso de la sal marina, esta se obtiene mediante la evaporación del agua marina y contiene minerales como el magnesio, potasio, calcio o yodo. Estos compuestos permiten garantizar un equilibrio mineral saludable.

¿Qué es el yodo?

En los últimos años, probablemente hayas oído hablar de la sal rosa del Himalaya, la cual destaca por su riqueza en hierro, magnesio, calcio y potasio, cuyo particular color proviene de los óxidos de hierro naturales. Por su parte, la sal de mesa o sal común es la más procesada, ya que muchas veces viene fortificada con yodo.

Aunque el yodo es un mineral vital para la función tiroidea, sobre todo en el caso del desarrollo cerebral y óseo de embarazadas y niños, cuando se refina en exceso puede eliminar los minerales naturales y elevar la presión arterial, sobre todo si se consume en exceso.

¿Cuál es la mejor sal?

La sal marina es una de las más aconsejables, puesto que contiene menos sodio que la sal común y, normalmente, está menos procesada. Además, algunos expertos indican que este tipo puede proporcionar el mismo sabor salado en los platos, pero empleando una cantidad menor, por lo que es la mejor alternativa si se busca reducir el consumo.

A pesar de que la sal rosa del Himalaya se hizo conocida por sus supuestos beneficios para la salud, los minerales que contiene se encuentran en cantidades muy pequeñas, por lo que por sí solos no ofrecen beneficios que sean especialmente notables.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja no sobrepasar los 2000 miligramos de sodio al día en adultos, lo que equivale a menos de 5 gramos al día de sal, es decir, poco menos de una cucharadita de café. La reducción de la ingesta de sodio puede hacerse fácilmente gracias a una serie de cambios en los hábitos, por ejemplo, incrementando el consumo de alimentos frescos, eligiendo productos bajos en sodio, añadiendo la mínima cantidad de sal a las comidas y limitando el consumo de salsas, aderezos y productos instantáneos.

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