Víctor Vela

Sábado, 2 de agosto 2025, 08:15

Esta semana, la biblioteca de El Norte de Castilla viaja hasta Japón para descubrir tres propuestas literarias (y cinco libros) de aquel país. A continuación hay varios ejemplos de novela negra, familiar y testimonial de tres importantes autores del país nipón.

‘El castillo de arena’, Seicho Matsumoto

«Hay todo tipo de chalados que intentan utilizarnos, un montón de artistas mediocres que no conocen sus límites y solo piensan en cómo aprovecharse de nosotros (…). Se dedican a utilizar a los demás para mejorar su propia reputación. Te aconsejo que tú también te andes con ojo ante esa gentuza» (113)

  • ‘El castillo de arena’
    Seicho Matsumoto

  • Libros del asteroide.
    424 páginas. 21,95 euros.

El inspector Eitaro Imanishi es un tipo familiar, estricto con su trabajo (no tolera gastar dietas de más) y apasionado de la poesía, que se enfrenta a uno de los casos más enrevesados de su carrera. Cerca de una conocida estación de Tokio han hallado el cadáver de una persona desconocida. Tiene el rostro desfigurado y apenas hay nada alrededor que pueda confirmar su identidad. Lo máximo que saben es que un tipo que podría ser él fue visto horas antes con otro hombre en un bar. Y lo máximo que pueden decir sobre ellos es lo extraño de su acento y una palabra que los parroquianos cazaron al vuelo: ‘Kameda’. Nada más. A partir de aquí, habrá que tirar de muchos hilos y confiar en las casualidades para desentrañar un caso que Seicho Matsumoto presenta con sobriedad narrativa y destreza a la hora de hacer avanzar la acción e introducir a los personajes. Los giros están muy bien hilados, la prosa lo fía todo a la fórmula ‘frase igual a información’ y la estructura de la novela es férrea. Aquí la literatura, más que en el estilo, está en la armazón del libro.

Escrito en 1961 y considerado como uno de los clásicos de la literatura negra en Japón, presenta a un país tradicional que muestra signos de apertura ante la cultura occidental (apenas unos años después de terminada la II Guerra Mundial). Esto se ve muy claro en los múltiples viajes ferroviarios entre Tokio (cosmopolita y suburbial) y el Japón rural. Hay además una cuadrilla de intelectuales (músicos, dramaturgos, escritores, críticos de arte y literatura) que se reúne bajo el nombre de grupo Nouveau. Son un ramillete de «artistas jóvenes que están muy de moda últimamente, que no llegan a los treinta años, pero que aspiran a ser un referente para su generación. Rechazan por completo los convencionalismos en cuanto a moral, disciplina e ideales, y pretenden romper con todo lo establecido» (77).

Imanishi (y su compañero de investigación, Yoshimura) se cruzarán con varios integrantes de este grupo, que poco a poco se situarán en el centro de la trama. El libro engancha. Son 400 páginas que se pasan a velocidad de vértigo. Eso sí, el arma utilizada para el crimen (los crímenes, habrá más) tal vez expulse al lector que espere un desenlace más tradicional. A favor juega la lectura de fondo. Porque ese grupo de intelectuales que dice no seguir las reglas, que aspira a cambiarlas… al final se demostrará que no siempre está dispuesto a asumir ese grado de rebeldía y que, en el fondo, las personas (o incluso las sociedades) por muy modernas que se crean, siempre tienen unas ataduras (morales, históricas, en su pasado) que hace que estén más pendientes del qué dirán de lo que deberían.

‘Flores de verano’, Tamiki Hara

«Qué puro había sido su miedo de entonces, y qué previsible era ahora: últimamente, el horror se había convertido en una especie de rutina». (61)

La mañana del 6 de julio de 1945, Tamiki Hari se encontraba en Hiroshima cuando la bomba atómica cayó sobre la ciudad. «Estaba en el baño y por eso no fui testigo directo del resplandor. De pronto, se hizo la oscuridad y algo me golpeó en la cabeza. Noté que sangraba por encima del párpado izquierdo, pero la herida era tan superficial que parecía casi ridícula» (102). Sin embargo, muy pronto comenzó a descubrir todo el horror que había a su alrededor y que, por suerte, él parecía haber evitado. Los edificios en ruinas y las viviendas destrozadas, los muertos por las calles, las moscas que se abalanzan sobre la carne quemada (95), decenas de heridos con la cara calcinada y que parecían tener el pelo cortado a cepillo («me di cuenta de que era el resultado de llevar puesta la guerra en el momento de la explosión», 83). El escritor cuenta que pensó: «Tengo que dejar testimonio escrito de todo esto». Y el resultado es ‘Flores de verano. Los días de Hiroshima’, tres relatos que cuentan cómo vivió el desastre atómico la ciudad japonesa, cómo se sufrió (en primera persona) uno de los grandes desastres de la historia de la humanidad.

El fantástico prólogo de Fernando Cordobés desvela que el autor prefería otro orden a la hora de organizar estos tres relatos, pero la propuesta de Impedimenta (que este año reedita uno de los clásicos de su catálogo) parece acertadísima, porque plantea una presentación cronológica que nos acerca desde los días previos (con las constantes amenazas y avisos de que algo iba a suceder) hasta las consecuencias de la explosión. Y eso lo cuenta Tamiki Hara, consciente de que «aún no sabía casi nada sobre el verdadero alcance de aquel bombardeo aéreo» (78). Y una frase: «La amenaza durante tanto tiempo había pendido sobre nuestras cabezas, y cuya llegada considerábamos inminente, por fin se había materializado. Ya no había nada más que temer. Me sentí liberado: había sobrevivido» (77). Ese testimonio del horror, recuerda este pequeño volumen, fue pionero de una corriente literaria bautizada como ‘literatura de la bomba’ (genbaku bungaku), escrita por autores que, como Tamiki Hara, sobrevivieron a Hiroshima.

‘Luna llena’, ‘Suzuran’ y ‘Una joven en Tokio’, Aki Shimazaki

«Vivir, ¿qué significa para usted? (…) Para mí es amar y ser amado» (149)

  • ‘Luna llena’
    Aki Shimazaki.

  • Tusquets.
    176 páginas. 17,90 euros.

En 2021, Aki Shimazaki emprende una aventura literaria compuesta por cinco libros que giran en torno a una familia de Japón. Cada novela (centrada en alguno de los integrantes de esa familia) puede leerse de forma independiente, pero hay unas conexiones tremendas entre ellas, lo que hace que los libros ganen en profundidad, emoción e interpretaciones. ‘Luna llena’ es, desde el punto de vista de la escritora, el primero de estos libros. Le siguen, de los publicados hasta ahora por Tusquets, ‘Suzuran’ y ‘Una joven en Tokio’. En los próximos meses llegarán dos mas. La saga arranca con la historia de los padres de familia. Son dos personas que ya han superado los 70 años y que se marchan a vivir a una residencia de ancianos debido al avanzado estado de Alzhéimer de la mujer. Ella no se acuerda de casi nada de su pasado, pero de vez en cuando tiene fogonazos de lo ocurrido muchos años atrás. Por ejemplo, aquel día en el que se marchó a un concierto de música clásica y vivió una aventura al margen de su matrimonio. El marido se enterará no solo de esta infidelidad, sino de que ella sabía que él también le era infiel y que, en algún momento, pensó en separarse de él. Así, ahora en la residencia, el marido se encuentra con una mujer que no lo quería, aunque ella no se acuerda de eso. Ese es el motor de ‘Luna llena’, una historia preciosa sobre esta relación de pareja y las conexiones que mantienen con sus hijos, que protagonizarán las siguientes historias de este proyecto literario.

La segunda entrega, ‘Suzuran’, se fija en Anzu, la hija mediana. Es una ceramista que, al contrario que su hermana mayor, apenas ha salido de su ciudad natal. No ha sentido nunca la llamada del Tokio cosmopolita y decide vivir cerca de sus padres, alejada del marido del que se divorció y junto al hijo que tuvieron juntos. Pero toda esa vida tranquila se tambalea cuando unas vacaciones su hermana Kyoko se presenta en la casa familiar con su nueva pareja. La ha conocido en una cita concertada y parece que por fin puede ser la definitiva. Porque Kyoko ha encadenado amoríos, uno detrás de otro, y nunca con un firme compromiso, ya que los hombres con los que salía solían están casados. Lo que no se espera Kyoko es encontrarse ahora en una tesitura inédita para ella: su novio ha visto algo especial en su hermana. A partir de aquí se trenza una historia de miradas cómplices, gestos compartidos y confidencias entre conocidos. Asistimos a eso tan hermoso que es la construcción de confidencias entre dos personas, aunque eso suponga a veces dejar a otra fuera de la burbuja que se está creando.

Y la tercera novela es ‘Una joven en Tokio’. Cada uno de los títulos sucede en un tiempo cronológicamente anterior. El lector ya sabe muchos detalles sobre lo que se encontrará en la siguiente novela, si es que la lee en el orden propuesto por la autora. Otra opción (ha sido mi caso) es empezar en sentido inverso. Esto le da unidad cronológica a la historia y hay giros más inesperados para el lector. El caso es que en ‘Una joven en Tokio’ seguimos a Kyoko, eficiente secretaria de un alto directivo de una empresa norteamericana instalada en Japón. Le encanta su trabajo. Gracias a él puede vivir en la gran ciudad, viajar a menudo a Europa y Estados Unidos, coquetear con una vida distinta a la que le esperaba si se hubiera quedado a vivir en su ciudad natal, mucho más apegada a la tradición. Ella siempre se ha sentido distinta, desde la Universidad. Desde esos años en los que comenzó a salir con hombres casados. Encadena relaciones con fecha de caducidad. Sabe que en algún momento su amante regresará con su esposa. Y sabe que lo dejará con él en el momento en que este se separe de su mujer. Kyoko no quiere ataduras. Lo que no se espera es que, de la forma más inesperada, encontrará el amor. Siente que esa fijación por las relaciones con hombres casados viene de una escena que contempló en la infancia, cuando vio a su padre junto a una mujer que no era su madre. Y así, se tienden puentes con ‘Luna llena’, en este universo familiar de Aki Shimazaki.

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