El concepto decorativo del proyecto nace de una constelación de referencias y metáforas visuales. Una de ellas evoca un navío mercante del siglo XVI que cruza el Mediterráneo cargado de sedas, lacas y pan de oro: un archivo flotante donde Oriente y Occidente se encuentran en un intercambio constante de belleza y misterio. Otra imagen recurrente es la de un joyero antiguo: lacado por fuera, forrado de seda por dentro, con un interior dorado que brilla tenuemente en la penumbra. Esa idea de tesoro oculto impregna cada rincón del apartamento.
Los diseñadores también quisieron explorar la reinterpretación cultural, esa fascinación por cómo una civilización imagina a otra. Y los objetos elegidos lo reflejan con sutileza: un jarrón coreano fabricado para la exportación japonesa, un par de lámparas francesas con motivos de chinoiserie, o un bargueño de inspiración española decorado con bambú y pequeñas canoas talladas.

En la habitación de invitados, el espejo de acero y bronce de la década de 1930 perteneció originalmente a un taller de joyería francés. Los apliques de bronce con forma de cara fueron fabricados en Francia y datan de la década de 1960.© Pablo Zamora
Art Déco, años 80 y sofisticación burguesa
En todo el apartamento, la armonía y el contraste conviven en un diálogo constante. Antigüedades –en su mayoría procedentes de París y del sur de Francia– se mezclan con piezas contemporáneas y mobiliario diseñado a medida por Casa Josephine. Cada objeto, hasta el más pequeño detalle –como la cubertería–, fue elegido no por su procedencia, sino por su capacidad de reforzar la atmósfera del espacio.
Los tejidos, casi todos sedas italianas de Milán, marcan una transición tonal entre estancias: rojos y rosas venecianos en las zonas sociales, que evocan la profundidad y riqueza cromática de Tiziano, se transforman en verdes, grises y plateados en los dormitorios. Esta evolución se percibe fluida gracias a la continuidad de las superficies reflectantes y los acentos dorados que recorren el apartamento. Entre los hilos más sutiles del proyecto destaca el juego entre el oro y la plata. Latón y cromo, espejos dorados y plateados, bronce y níquel se contraponen en una composición que evoca el Art Déco, los interiores de los años 80 y cierta sofisticación burguesa. “Son elementos con mucha fuerza”, apunta Pablo, “pero los combinamos con sutileza”.

El biombo japonés del siglo XIX que se encuentra en el dormitorio principal está elaborado con pan de oro y papel de arroz. Los apliques de pared de la década de 1960 son del modelo Uplight Bowl de Florian Schulz, y una lámpara francesa de estilo chinoiserie de mediados del siglo XIX adorna la mesita auxiliar.

El dormitorio de invitados se concibió como una caja de madera lacada que recuerda a un compartimento de tren o un joyero. Sus paredes están revestidas de seda salvaje de Dedar. Los taburetes acrílicos son italianos, de la década de 1980, tapizados con cojines diseñados por Casa Josephine, mientras que la escultura neoclásica de mármol sin terminar es de finales del siglo XVIII.© Pablo Zamora
Llevar a cabo un proyecto de esta complejidad no estuvo exento de retos. Coordinar a artesanos y oficios especializados, muchos de los cuales tuvieron que aprender nuevas formas de ejecutar ideas poco convencionales, fue uno de los mayores desafíos. “Tuvimos que diseñar incluso el propio método de construcción”, explica Pablo. “Y creemos que la corrección y la repetición forman parte esencial de la verdadera artesanía. El mejor resultado rara vez llega al primer intento”.