El dolor ha irrumpido este martes en el Congreso. La comisión de investigación por la dana ha echado a andar más de un año después de que el 29 de octubre del 2024 cambiase la vida de miles de valencianos para siempre. 229 personas, … solo en la provincia de Valencia, murieron en una catástrofe que está judicializada por la posible negligencia del Gobierno autonómico por la falta de prevención a la población civil.
Sus señorías han abierto las puertas de la comisión, reunida en la sala Prim, a asociaciones de víctimas y familiares que han narrado lo que vivieron aquel aciago día. Con lágrimas en los ojos, nudos en la garganta y verdad, mucha verdad, han reclamado eso: verdad, justicia, reparación y memoria. Un día después de la dimisión de Carlos Mazón, que se mantiene en funciones al frente de la Generalitat Valenciana a la espera de que PP y Vox pacten un sucesor, los comparecientes han puesto el foco en su «negligencia» y han coincidido en que su mayor angustia es lo que se tardó en alertar a los ciudadanos, que hasta las ocho y once de la tarde, cuando ya había muchos fallecidos, no recibieron un aviso en su teléfono móvil para que evitasen los desplazamientos.
El barranco del Poyo había colapsado, como tantas otras veces, pero en aquella ocasión con consecuencias desastrosas. Había llovido tanto como en un año entero. Y el agua arrasaba con todo a más de cincuenta kilómetros por hora. Rosa Álvarez, presidenta de la Asociación Víctimas Mortales de la Dana 29 de Octubre, ha estrenado la comisión de investigación. Con ella, aparte de un corazón roto, como ha dicho, llevaba una camiseta con una fotografía de su padre, Manuel, estampada a modo de homenaje.
Manuel era un hombre «obsesionado» con las inundaciones. Una persona a la que su hija ha puesto historia esta mañana, más allá de ser una más de las otras 228 cifras tras las que se esconde tanto duelo. «Tuvo una muerte horrible», ha lamentado Rosa. Manuel, como siempre que llovía con fuerza en su pueblo, había atrancado las puertas de su casa con tablones de madera. Ese día venía de vacunarse del Covid-19 y le dijo a su hija que se iba a acostar pronto. Ella llamó para advertirle que el barranco del Poyo «se salía» y al ver que empeoraba la situación, intentó ponerse en contacto con él hasta que, por fin, le respondió a las ocho menos cinco de la tarde.
El agua anegaba su vivienda. Rosa le dijo a Manuel que subiese a la terraza, pero no podía. La puerta del patio estaba bloqueada por el mismo agua que empezaba a subir imparable. Hablaron hasta que se cortó la llamada. Y Rosa telefoneó a su marido y a su hija, que habían salido con el coche a buscar a su padre, suegro y abuelo, para que regresasen. «Les dije que el yayo había subido a la terraza —ha relatado—. Mentí para salvarles la vida». Minutos después de que se cortase la comunicación entre Rosa y Manuel, a quien arrastró el agua fuera de su vivienda, llegó la alerta a los móviles de los valencianos. «A nuestros familiares no los mató el clima, los mató la mala gestión, la falta de respeto a la ciencia, una alerta que cuando llegó ya había muertos», ha clamado, ante unos diputados que escuchaban en un silencio lleno de respeto y emoción.
«Carlos Mazón anunció ayer su dimisión. ¿Nos supone eso menos dolor? Sinceramente no. Pero no será más el honorable presidente de la Generalitat. Hemos conseguido el primer paso: Mazón, dimisión. Ahora nos queda el segundo: Mazón, a prisión», ha dicho Rosa, quien se ha definido como «el fruto del dolor». Sí ha agradecido «la humanidad y la empatía» demostrada por los Reyes, Don Felipe y Doña Letizia, a lo largo del último año. Tras ella, como ha pasado en el resto de comparecencias, han hablado los portavoces de los grupos parlamentarios. La izquierda ha cargado toda la responsabilidad en la Generalitat Valenciana y PP y Vox han apuntado también al Gobierno central por no declarar la emergencia nacional y por no haber acometido obras de prevención para adecuar el barranco del Poyo. Pero hoy era el día de las víctimas.
«Fue una negligencia estructural»
Carmina Gil perdió a su suegra. Rosa tenía 92 años, pero se mantenía jovial y bien físicamente. «Nadie llamó a Rosa. Fue una negligencia estructural», ha denunciado Carmina, quien, como Rosa Álvarez, también llevaba en su camiseta estampada a la madre de su marido. Y es que para Carmina, Rosa, su Rosa, fue mucho más que una suegra. Fue quien la cuidó en los peores momentos de su vida, cuando sufrió un ictus que la hizo durante mucho tiempo dependiente. Su madre se encargó del cuidado de sus hijas y fue su suegra quien se ocupó de ella.
«Ella me atendió —ha continuado rememorando, tras conseguir serenar un breve llanto y secarse las lágrimas—. Y cuidó de mí como de una hija. Me dio de comer y me bañaba. Con todo el cariño. No dejaré que su nombre, su historia y su muerte caigan en el olvido. No era solo una persona mayor que murió en una inundación, era una persona llena de esperanza. Aunque su voz ya no puede sonar, hoy resuena la mía. No pedimos compasión, pedimos verdad. No queremos minutos de silencio, queremos responsabilidad».
A Mazón también le ha dedicado palabras: «No se ha ido él, lo hemos echado por incompetente, por mentiroso y por mala persona». «Señalamos también a su partido a nivel nacional, por mantenerlo, y a su socio de gobierno», ha añadido en su segunda intervención, mientras dirigía una mirada de reproche a las bancadas de PP y Vox.
«No tuvieron por qué morir»
Ernesto Martínez perdió aquel día a su hermana Elvira y a su sobrina Elisabet, esta última aún desaparecida. A su hermana la encontraron doce días después. Ernesto ha contado que fue uno de los niños de la polio y que en el colegio, a los siete u ocho años, lloró cuando un compañero le dijo que tenía «patas de cigüeña» y que nunca iba a poder correr. «¿Y tú para qué quieres aprender a correr si ya sabes volar?», le preguntó entonces Elvira, menor que él. Muchos años después, Ernesto todavía se emociona contando esa historia. Nunca supo qué le dijo su hermana pequeña a aquel niño, pero nunca volvió a molestarlo. «Nunca sabré qué le dijo. Murió asesinada por un asesino», ha dicho, y ha repetido los lemas de las manifestaciones contra el todavía presidente en funciones de la Generalitat: ‘Mazón, dimisión; Mazón, a prisión’.
El compareciente ha dicho que además de como familiar, hablaba como técnico de prevención de riesgos. «Aquel día no tuvieron por qué morir 229 personas. Seis años antes se actuó —se alertó por una dana en la Vega Baja—. Los protocolos funcionan, lo que no funcionan son las personas. Si te subes a un avión y el piloto se tira en paracaídas a su libre albedrío, lo más fácil es que 229 personas mueran. No sé dónde estuvo, sé dónde no estuvo: al frente de una emergencia», ha aseverado, culpando a Mazón, y ha querido subrayar que la competencia de emergencias es de las comunidades autónomas: «Las competencias no son del Gobierno central». Si Mazón se quería quitar la «patata caliente», ha aseverado, solo tenía que haber pedido la declaración de la emergencia nacional. No lo hizo. El diputado de Vox Ignacio Gil Lázaro ha remarcado que tampoco el Ejecutivo de Pedro Sánchez dio ese paso.
Por la tarde, tras un receso para comer, la sesión ha retomado las comparecencias. En su camiseta, Dolores Ruiz, mujer del campo y sin estudios, llevaba consigo a su marido y a dos de sus tres hijos. Emeterio, de 74 años, Jesús Andrés, de 46, y Javier, de 42. El mediano, Juan Carlos, se salvó de la tragedia porque vive en Valencia. Pero en Chiva, poco después de las cuatro y media de la tarde, Javier regresó corriendo de un paseo en el que había salido a ver cómo bajaba el río. «Entró mi hijo pequeño, nervioso perdido: ‘Mamá, vámonos de aquí. Baja muchísima agua’». Dolores no daba crédito. Allí, al contrario que muchas otras veces, no llovía. El día antes ella había cumplido setenta años; el anterior habían celebrado una comida familiar.
«El señor Mazón no hizo bien el trabajo. Él cuando se fue a comer a El Ventorro sabía que el Poyo no iba seco, iba lleno de agua»
Dolores Ruiz
Esposa y madre de tres víctimas
Pero esa tarde, el agua bajaba con fuerza y al salir de la vivienda, construida por su marido y sus tres hijos, les llegaba ya por las rodillas. Se subieron como pudieron a las ventanas. Pero la riada arrastró primero a los dos hermanos, tras intentar uno de ellos rescatar a su perro, y después a su marido. Desde las cinco y cuarto de la tarde, casi tres horas antes del envío de la alerta a la población, Juan Carlos, con una discapacidad intelectual, llamaba al 112 desde Valencia para pedir que ayudasen a su familia. No llegó nadie. «Cuando el agua perdió fuerza, me bajé de la ventana como pude y me fui a casa de mi hermana», ha contado entre sollozos Dolores, en un testimonio desgarrador. Ella y su cuñado le dieron una pastilla para calmarla, ante la imposibilidad de ir al hospital. Tuvo que esperar días para reunir a su marido y a dos de sus hijos y poder enterrarlos.
«El señor Mazón no hizo bien el trabajo. Él cuando se fue a comer a El Ventorro sabía que el Poyo no iba seco, iba lleno de agua. A las seis mis hijos se habían ido y él estaba comiendo. Eso no hay perdón de Dios. Yo no sé cómo el Señor me ha dejado viva, porque estoy muerta en vida, yo sin mi familia no vivo», ha dicho ante sus señorías, llena de dignidad. Su discurso, sin leer un solo apunte, una sola nota, ha conmocionado a todos los presentes. «Yo no necesito papeles para explicarle a la gente la pena que tengo dentro de mi alma».
La búsqueda de Raquel, Neizan y Pedro
Con notas escritas a mano y un hilo de voz, Maite Pagán ha traído a la sala Prim del Congreso las historias de Raquel, su hermana, de 43 años, de Neizan, su sobrino, de cuatro, y de Pedro, su cuñado, de 45. Con normalidad, su hermana y su cuñado salieron de casa a las cuatro y media de la tarde a buscar a su hijo. Al día siguiente, tras horas de incertidumbre en las que ni su hermana ni su sobrina contestaban al teléfono, su sobrina, de veintidós años, consiguió algo de cobertura —la riada también dejó los hogares sin agua potable ni luz—: «La mamá, el tete y Jorge no han vuelto a casa desde ayer», le dijo. Entonces empezó su pesadilla. Denunció la desaparición de los tres a la Guardia Civil y movió cielo y tierra para encontrarlos.
Pidió ayuda en los medios de comunicación, en las redes sociales y organizó una batida vecinal, con amigos y familiares, de más de un centenar de personas. El 1 de noviembre hallaron el coche y el cuerpo de su cuñado. En la prensa, el 10 de noviembre, se habla de que han encontrado al pequeño Neizan, pero los encargados de identificar a las víctimas se lo niegan. Es el 11, cuando, tras escuchar que había aparecido la madre, ella llama y le confirman lo peor. Eran Raquel y Neizan. «No solo se rompió una familia, se rompió nuestra alma. Sentimos que caminamos por el mundo como si escucháramos un ruido constante». Maite ha sido la última víctima en acudir este martes a la comisión, este miércoles y este jueves comparecerán otras ocho. «Si se hubieran hecho las cosas como se tendrían que haber hecho, hoy mi hermana, mi sobrino y mi cuñado estarían vivos», ha concluido.
Durante las primeras cinco comparecencias, Compromís, Podemos, Bildu, ERC, Sumar y el PSOE han culpado a Mazón en particular y al PP en general de lo ocurrido. Junts tan solo ha consolado a las víctimas. Los populares han prometido trabajar en la búsqueda de la verdad y acompañar a los familiares de los fallecidos. Y Vox, además de compartir las críticas al Gobierno autonómico, ha señalado también la «responsabilidad» que, a su juicio, tenía también el Ejecutivo central. Aunque diluido y soterrado, el enfrentamiento político era notorio entre los pésames y la solidaridad.