El sol empieza a filtrarse por las ventanas de un after improvisado en el corazón de Manhattan. Las gafas de sol ya no esconden la fatiga. El mercado, igual que Renton en Trainspotting, corre sobre las vías de un tren que no piensa frenar, convencido de que todavía puede alargar el viaje un poco más antes de enfrentarse a la realidad.
Lo que comenzó como un baile eufórico en abril, cuando el temor a los aranceles de Donald Trump pareció disiparse y los inversores respiraron sin mirar por encima del hombro, se ha convertido en una auténtica adicción: una subida vertical del Nasdaq 100 que no entiende de pausas y un S&P 500 lanzado hacia esa zona de los 7.000-7.200 puntos donde aguarda la resistencia creciente que une los techos de los últimos años. Es el nuevo chute del mercado, la última dosis de euforia antes del amanecer.
La fiesta continúa, sí, pero el aire empieza a cargarse. Hay una diferencia entre disfrutar de la música y negarse a aceptar que el DJ ya está recogiendo los cables. Cuando un rally se extiende sin descanso, como este que lleva medio año sin tomarse un respiro, las oportunidades futuras se vuelven más esquivas.
Si el mercado hubiera decidido parar a mitad del camino, refrescarse, volver luego con fuerza, el terreno sería más fértil para confiar en un rally de Navidad. Pero cuando se opta por ir al after, la cuerda se tensa hasta límites peligrosos. Y ya se sabe lo que ocurre con las cuerdas: o se aflojan o se rompen.

Análisis técnico estratégico del Ibex 35
En Europa, la escena es distinta. El Ibex 35 ha cerrado octubre haciendo historia al superar, por fin, los máximos de 2007 en los 16.040 puntos. Dos décadas después, el índice español ha logrado borrar el trauma de aquella cima que parecía inalcanzable. Eso sí, hablo del Ibex sin dividendos, porque si tenemos en cuenta el efecto de los dividendos reinvertidos, el llamado Ibex Total Return, hace meses que marca máximos históricos y acumula una ganancia superior al 125 % desde aquel 2007.

Análisis técnico estratégico del Cac 40
Mientras en Wall Street el mercado sigue en el after, el Ibex ha demostrado que también sabe mover los pies, pero sin perder el compás. Aun así, el resto del continente no se ha sumado con el mismo entusiasmo. Ni París ha conseguido robar su Louvre particular, la resistencia de los 8.260 puntos, ni Frankfurt ha logrado asaltar los 25.000 puntos que frenan al DAX. Es como si la orquesta europea siguiera tocando, pero con menos volumen y con parte del público ya buscando la salida.
Por eso mi duda no es si el mercado puede seguir subiendo, claro que puede, sino qué precio tendrá después ese exceso. Si este after se alarga hasta los 7.000 o 7.200 puntos del S&P 500, el riesgo es que la próxima caída no sea una simple consolidación, sino una corrección en toda regla y que quizá se pierda ese rally de Navidad o que una próxima alza no rompa los máximos que se marquen en este tramo actual. No sería una resaca de ibuprofeno, sino una de esas que dejan la cabeza hueca durante semanas.
De hecho, ya hay señales que invitan a cierta prudencia. Las pequeñas y medianas compañías norteamericanas, las más disruptivas y sensibles al riesgo, son las mismas que protagonizaron un rally explosivo en los últimos meses, una auténtica locura que solo quienes las compraron a tiempo saben hasta qué punto fue desbordante. Ahora muchas de ellas están sufriendo correcciones muy potentes y su volatilidad se ha disparado. Es como si la periferia del after se estuviera vaciando mientras el centro sigue saltando.
A pesar de ello, el cuerpo del mercado sigue respondiendo. No hay señales técnicas de debilidad que justifiquen un repliegue inmediato. Mientras el S&P 500 no cierre el hueco alcista abierto hace una semana, algo que exigiría un cierre por debajo de los 6.738 puntos, ni pierda primeros soportes en los 6.655 y 6.550 puntos, el control seguirá en manos de los alcistas. Solo si se pierden esos soportes podríamos hablar de un verdadero cambio de guion, el momento en que el after se apagaría, se encenderían las luces y cada uno buscaría como puede el camino de regreso a casa.

Análisis técnico estratégico del S&P 500
Hasta entonces me siento cómodo con una exposición a bolsa en torno al 50 %. Quien tenga una exposición mayor puede seguir disfrutando del ambiente, pero que no pierda de vista la puerta de salida. No hace falta irse aún, pero conviene saber dónde está el abrigo. Las últimas copas suelen costar más caro, y quien crea que puede bailar eternamente acaba preguntándose en qué momento confundió euforia con inmortalidad.
El Nasdaq y el S&P siguen en modo cohete, es cierto, pero hasta los cohetes necesitan una atmósfera para impulsarse. Vigilen el rango de los 7.000-7.200 puntos del S&P 500. Si allí la música sigue sonando y el índice bate esa zona de resistencia, entonces el éxtasis sería brutal y la cuerda podría tensarse hasta el límite.
Puede que el mercado encuentre entonces una excusa para otro baile, pero si ocurriera eso, lo sensato sería disfrutar de lo que queda de fiesta con la mente clara y el cuerpo preparado para el amanecer, reduciendo algo la exposición a bolsa si la tienen muy elevada. No pretendan vender en el máximo, eso solo lo logran los mentirosos. Como recordaba Bernard Baruch, no intenten comprar en el mínimo ni vender en el máximo. No se puede.
Porque al fondo, todos sabemos cómo acaban estas noches. Con las gafas puestas, la mandíbula apretada y la promesa de que la próxima vez, sí, la próxima, no nos quedaremos hasta tan tarde.
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