¿Qué añora más de su etapa como jugadora de balonmano?
Sin duda lo que más añoro es la convivencia con mis compañeras, estábamos siempre unidas en lo bueno y en lo malo, los triunfos también, aunque le digo que ahora también tengo otros triunfos y logros en mi vida, pero sí que echo en falta esa sensación de superación personal.
¿Cuánto ha cambiado el balonmano femenino desde que usted lo dejó?
En mi época ninguna jugadora estaba dada de alta en la seguridad social, por eso pienso que la mayor diferencia es el grado de profesionalización. Nosotras no teníamos ningún contrato firmado en aquellos tiempos.
Independientemente de que no estuvieran dadas de alta y no tuvieran un contrato firmado, ¿lo que percibían por jugar les daba para vivir de ello?
No, para nada, no podíamos vivir del balonmano. Y eso que en mi caso llegué a jugar en un equipo campeón, pero ni así el deporte me daba para vivir. Era una pequeña ayuda en ese momento, pero no te podías permitir ni tener unos pequeños ahorros, económicamente no nos llegaba.
¿Con qué tipo de trabajo complementaban su actividad deportiva en aquellos tiempos?
Empecé a jugar al balonmano con 15 o 16 años, vivía con mis padres. Con el paso de los años, alguna recibíamos cierta cantidad de dinero por jugar, pero no trabajábamos. Cuando entró algún patrocinador, como en el Remudas el caso de Vanyera, recuerdo haber trabajado en el comedor de la empresa, pero está claro que ahora se ha profesionalizado más y eso hace que el balonmano actual haya cambiado bastante.
Debutó con España en 1987 ante Canadá, ¿qué significó para usted el tener la oportunidad de representar internacionalmente a su país?
Contando que yo empecé a jugar tarde al balonmano, con 15 años en categoría cadete, acudí a la primera concentración con la selección a los 17. Para mí fue todo súper rápido y súper bonito, por lo que significó. Recuerdo que en ese primer partido estaba muy nerviosa, porque yo soy así, con unas ganas y una motivación increíbles. Es algo que me acompañó siempre que iba a una concentración con la selección hasta que llegaron los Juegos Olímpicos de Barcelona 92.
Fue la primera jugadora canaria de balonmano en acudir a unos Juegos. Al celebrarse en España, el Gobierno puso en marcha el Plan ADO (Aportación al Deporte Olímpico) con el objetivo de brindar a los deportistas los medios y recursos necesarios para lograr un buen resultado. ¿Se notó en el caso del balonmano?
Tuvimos muchas concentraciones, disputamos muchos torneos y se hizo una preparación exhaustiva de cara a los Juegos durante cuatro años. Recuerdo que notamos que se estaba apostando por el balonmano y, además, nosotras veníamos de jugar a un nivel muy alto. Como potencia, queríamos hacer un buen papel y por eso estuvimos trabajando un grupo de 16 jugadoras hasta llegar a los Juegos Olímpicos.
¿Ese incremento económico repercutió en ustedes?
Como deportistas de la selección se nos daba una especie de dieta. Se trataba de una aportación económica por cada día que estabas con la selección. También le digo que la brecha con respecto a la selección masculina era enorme. En aquel momento una no era consciente de eso; estaba en la selección, representaba a mi país y no pensábamos en eso. Pero si por ejemplo nosotras cobrábamos diez mil pesetas por día, en el caso de los chicos a lo mejor cobraban unas 35.000. Se nos pagaba, en parte, porque estábamos fuera de casa. Para mí era bastante dinero, porque era una pibita que salía de un barrio. Encima por hacer algo que me encantaba, jugar al balonmano. Me parecía lo más grande. Ahora, con el paso del tiempo, lo valoras de otra manera. Creo que todo esto debía estar más profesionalizado, porque para eso estás entrenando, estás dando tu día a día, estás renunciando a un montón de cosas para dedicarte a eso.
¿Cómo fue aquella experiencia olímpica?
Competí en Mundiales y en varios Juegos Mediterráneos, lo que para mí ya era muy importante. Pero estar dentro del programa olímpico y llegar a esos Juegos de Barcelona 92 era un sueño en lo personal. Detrás de ese logro hay mucho trabajo, esfuerzo, sacrificio, pero cumplir ese gran sueño lo compensaba todo. Fue inolvidable para mí el poder obtener un diploma olímpico y vivir en persona tanto la ceremonia de inauguración como la de clausura.
¿Qué recuerda de la convivencia en la villa olímpica?
Compartes la villa con los mejores deportistas del mundo, te encontrabas con el Dream Team de baloncesto, con las estrellas del atletismo y era increíble. Todo lo que se hizo fue maravilloso, poder conocer al Rey Juan Carlos I, que el por entonces Príncipe Felipe era otro deportista como nosotras y nuestro abanderado, eran cosas que te emocionas recordándolo. Seguramente, si hoy en día me dicen de ir a unos Juegos y no cobrar nada, lo volvería a hacer con toda seguridad. Pero ahora hemos avanzado y eso tiene que repercutir en una mejoría.
Conoce el caso de esos deportistas que durante los años 80 y 90 no cotizaron y que ahora no pueden acceder a la pensión máxima por esos años que les faltaron para alcanzar los años cotizados que se exigen para ello. ¿Cómo le ha afectado a usted?
En mi caso particular, durante mi carrera como jugadora de balonmano, nunca coticé, ni tampoco por representar a mi país o haber ido a unos Juegos Olímpicos. Solo he cotizado por mi trabajo fuera de mi carrera como deportista. Soy una de las afectadas en cierta manera. Esos años como jugadora no fueron cotizados, pero al haber comenzado a trabajar relativamente pronto, he podido cotizar por mi trabajo actual. Empecé a jugar al balonmano en 1988, a partir de ahí ascendimos ese año al equipo a División de Honor. Seguí jugando hasta 2004. Esos 16 años no los coticé y por eso sí que me encuentro en esa situación de precariedad laboral por no haber cotizado; desde luego, si hay que justificar todos esos años, puedo justificarlos, porque a día de hoy solo he cotizado por mi trabajo y no por el trabajo que desempeñé durante mi carrera deportiva.
Echando la vista atrás y viendo a compañeros y compañeras deportistas que se ven sin poder acceder a esa pensión máxima debido a ese periodo en el que no cotizaron, algo que hoy en día es incomprensible, ¿cómo se puede ahora hacer justicia para solventar una situación que nunca debería haber ocurrido?
Está claro que nunca debería de haber sido así, pero ahora, al igual que opina Cristina Estévez, que es la secretaria ejecutiva de UGT, en el caso de los deportistas debe de haber una prioridad legislativa para su protección. Se debe dotar a los deportistas de las herramientas necesarias para que su esfuerzo y su dedicación se traduzcan en derechos adquiridos. Y en este sentido, estoy de acuerdo totalmente con sus palabras.
Más allá de que fuese un trabajo profesional, aunque no fuera reconocido como tal, ustedes además fueron ídolos para muchos jóvenes de aquella época. ¿Resolver esta problemática sería una forma de reconocerles a todos ustedes los servicios prestados, porque en aquellos Juegos de Barcelona lograron paralizar a toda una nación con sus actuaciones en cada modalidad?
Totalmente de acuerdo. Hemos dedicado todo para eso, lo dejamos todo, incluso muchos de nosotros habrían dejado de trabajar para tener la oportunidad de estar concentrados con la selección para llegar a los Juegos. Eso se tiene que recompensar de alguna manera, no sé si se podría modificar la Ley del Deporte para restablecer las obligaciones de cotización. Repito que en mi caso he tenido la suerte de tener un trabajo y de cotizar por él, pero es verdad que en cierta forma se nos ha anulado todo aquello que hicimos con nuestro esfuerzo y nuestro trabajo. Empecé a jugar con 15 años y no paré, y todo lo que he cobrado del balonmano ha sido nada. Y recuerdo que en aquel momento era súper valorado nuestro deporte.
El Consejo Superior de Deportes (CSD) ha comenzado a modificar la normativa en ciertos deportes; por ejemplo en el baloncesto femenino los equipos de la LF Endesa están obligados a tener a 12 jugadoras profesionales dadas de alta en la seguridad social y se ha establecido un salario mínimo interprofesional para poder competir y están dando ayudas a los clubes para que eso sea posible. ¿Qué le parece estas medidas?
Es un tema importante para los deportistas, es momento de asumir la responsabilidad y garantizar el bienestar de los deportistas en su etapa competitiva y después avanzar hacia un Estatuto del Deportista para garantizar derechos efectivos para establecer la obligación de cotización de todos los profesionales en la Seguridad Social. Nosotras únicamente teníamos a nuestro entrenador y él nunca nos dijo nada de eso, además, ¿qué le iba a importar a él nuestra situación? A nosotras lo que nos importaba era llegar, jugar y pasarlo bien, ser competitivas hasta el final para luego conseguir los triunfos y los logros.
Poca gente puede presumir de tener un pabellón con su nombre y encima, en su caso, tener la oportunidad de trabajar cada día en él. ¿Qué significa para usted ese reconocimiento?
He tenido ese pequeño o gran reconocimiento de tener un polideportivo en Telde con mi nombre. Que hayan querido ponerte como referente es importante, que de alguna manera, si no económicamente, al menos ofrecerle al deportista una compensación. Para mí es un reconocimiento enorme a todos esos años de trabajo; ahora trabajó en esa instalación ofreciendo lo mejor, apostando por el deporte y el ejercicio físico en cualquiera de sus variables, intentar que el deporte llegue a todo el mundo, enfocado a la salud, en mi caso. En una ocasión leí, y estoy de acuerdo, que un deportista de élite es un gran trabajador, estás preparado para todas las situaciones, empezando por la capacidad para soportar la presión, para trabajar en equipo, para ser compañeros y líderes, para sacar lo mejor de cada uno. Por esa razón, apostar por un deportista tras acabar su carrera es importante; en mi caso particular, me he sentido un poquito reconocida y he aprovechado esa línea para expandirme y convertirme en educadora.
En su caso, además, fue deportista de élite por partida doble, porque también llegó a ser una de las primeras internacionales españolas de balonmano playa; ¿con qué modalidad se queda?
Me gusta más el balonmano de pista. Mi experiencia en la modalidad de playa me la tomé más como un juego, estar en la playa disfrutando; no lo vi tanto como balonmano en sí, sino asociándolo con la diversión. El título en el Europeo de 2002 en Cádiz fue satisfactorio.
Suscríbete para seguir leyendo