El artista Bernardí Roig (Palma, 1965) inauguró ayer en la galería Miguel Marcos de Barcelona, la exposición Desalojar el rostro, organizada en colaboración con la Fundació Lluís Coromina Isern. La muestra reúne una selección de trabajos recientes -esculturas, pinturas, dibujos y una obra audiovisual- del creador mallorquín que «encierran la mirada en la profundidad absorbente del negro y nos atrapan en el calambre ocular que produce la luz fluorescente», según explica la propia galería barcelonesa.
La raíz común de las imágenes es la experiencia del cuerpo. «Todos estos trabajos son dibujos expandidos que reflejan una pulsión que habla de la pintura como derrota, y de la necesidad de interpretar la representación de la caducidad del cuerpo para ubicarlo en una dramaturgia del espacio», indica Roig. Es una manera de «combatir la incomunicación del individuo frente a un destino condenado a la extinción».
«Desalojar el rostro es liberarlo de la tiranía del tiempo y sus surcos. Una forma de enunciar el vaciado de rasgos y atributos acumulados en un rostro para producir una identidad pactada, y así situarnos frente a nuestra propia bolsa de sombras», añade. Una figura de aluminio (Homo Lux, 2025) a tamaño natural domina la entrada a la galería. Es una escultura que surge de un molde, lugar donde hubo un cuerpo, una presencia fantasmática, la imagen de un hombre semidesnudo y «patético, como una suerte de golem monástico, meditativo y victimizado, cargado de resonancias y alusiones a una masculinidad desahuciada». Lleva el pantalón desabrochado y le cubre el rostro una máscara de rejilla.
A la derecha, el ‘Homo-lux’ de Bernardí Roig.
Cerca, tres grandes pinturas sobre terciopelo negro (Pinturas Negras, 2025) absorben la luz del espacio. Son imágenes de cuerpos trazadas con delicadas y trémulas líneas blancas que fisuran la densidad del negro dejando que la luz se filtre. «Funcionan como grietas de nuestra oscuridad, como tajos en la noche definitiva. Son pinturas des-figurativas que trabajan como espejos en los que vemos el reflejo de un cuerpo que caduca, el nuestro», apunta Roig.
Frente a éstas, hay una serie de pinturas sobre tabla (BLACK-FATHER WHITE, 2018-202), retratos de luz que intentan atrapar la semejanza en el rostro del padre del artista. «Podrían ser imágenes no hechas por la mano del hombre, como la Verónica o la Sábana Santa de Turín», asegura el artista insular. Los dibujos de la serie Aristocrazia Nera son una interpretación, en caída libre, de los dibujos de familias del artista francés J.D.A. Ingres que tratan sobre «la pulsión de insatisfacción que late detrás de una escena de felicidad». Finalmente, en el suelo, un pequeño monitor JVC emite imágenes obsesivas, en blanco y negro, de una cabeza sin piedad que niega todo lo que estamos contando. Niega el mundo en su totalidad. Es el Paconostro, 2018.