La compra de petróleo y gas a Estados Unidos se incluye en el vasallaje que Donald Trump está exigiendo a sus socios comerciales a la hora de establecer su política de aranceles. Así ha sucedido con la Unión Europea, que ha pactado adquirir a EE UU energía por 750.000 millones de dólares en tres años, una cuantía improbable y difícilmente asumible —es necesaria una infraestructura para tal volumen de importación que hoy no existe y que dispararía la dependencia energética con Washington— pero que revela el enorme interés de la Casa Blanca por su industria de combustibles fósiles. Una apuesta que está influyendo en los últimos meses en el precio del petróleo y el gas y que está poniendo en el mapa a la industria petrolera, al tiempo que desde EE UU avanza el declive de la inversión con criterios de sostenibilidad.

El sector del petróleo y el gas no brilla por sus subidas bursátiles pero, a pesar de que en el año el crudo retrocede el 6%, la evolución en Bolsa es positiva para estas compañías. El sectorial europeo de petróleo y gas se apunta un alza anual del 12% y el estadounidense de empresas de refino, del 14%. Y la remontada de estas compañías desde abril —cuando Trump anunció su andanada de aranceles y el temor a una recesión global y a un menor crecimiento debilitó el petróleo a mínimos de cuatro años— es rotunda. Por ejemplo, Repsol se revaloriza casi el 40% desde los mínimos de abril.

La arrolladora y volátil política de Donald Trump ha dejado este año vaivenes en el precio del petróleo, y en el conjunto del mercado, que no están siendo un elemento adverso para la cotización petroleras y gasistas. Al contrario, un entorno de volatilidad da más atractivo al perfil defensivo de estas compañías. “El sector del petróleo y gas tiene sus momentos. Es un gran generador de caja y generoso en la retribución al accionista, que suele servir de cobertura en momentos de volatilidad, y también es una cobertura ante el riesgo de inflación”, explica José Manuel Amor, socio director de análisis económico y de mercados de Analistas Financieros Internacionales (AFI).

Volatilidad y amenaza inflacionista, a cuenta en buena parte por los picos alcistas del petróleo y el gas, no ha faltado en los últimos meses. El anuncio de sanciones de EE UU sobre Rusia por la invasión de Ucrania llevó al petróleo al que sigue siendo el máximo anual, en los 82 dólares el barril de Brent. Su precio cayó después al filo de los 60 dólares, mínimos de cuatro años, por el temor a una recesión resultado de la guerra comercial, y volvió a dispararse en junio, esta vez por el miedo a una guerra real. Fue cuando EE UU atacó Irán en apoyo a su socio israelí y Teherán amagó con el cierre del Estrecho de Ormuz.

La geopolítica y la cotización de las petroleras y gasistas va inevitablemente de la mano. Este mismo lunes, las estadounidenses Venture Global, Cheniere Energy y NextDecade (especialistas en gas natural licuado) se dispararon cerca del 8% al conocer la cláusula energética incluida en el pacto de aranceles entre EE UU y la UE. “Aunque las ventas de energía acaben siendo inferiores, Estados Unidos está asegurando a sus gasistas que van a tener demanda. Y a las petroleras europeas enfocadas en el refino de petróleo, también les vendrá bien”, añade Amor.

Las políticas de Trump en favor de las energías fósiles no van a destruir la tendencia global de fondo hacia las energías renovables pero sí están siendo un freno, capaz incluso de dar ventaja a las energéticas estadounidenses frente a las europeas. El conjunto del sector cotiza con un “descuento estructural”, según explica Amor, fruto del retroceso paulatino del petróleo en el conjunto de la producción energética y de la expectativa de rentabilidad que ha rodeado a las energías renovables. Pero ese descuento es superior entre las energéticas europeas. Para Pablo Fernández de Mosteyrin, analista de Renta 4, “el mercado ha penalizado más a las petroleras europeas por su diversificación a las renovables. En términos generales, y salvo excepciones como Repsol, no se termina de creer las rentabilidades prometidas”. Y añade: “Las petroleras integradas europeas cotizan con un descuento de entre el 40% y el 50% frente a las estadounidenses o globales como Chevron, Exxon y Saudí Aramco, y solo una parte está justificada por los fundamentales”. La británica BP es un ejemplo de cómo algunas firmas europeas están reduciendo inversiones en energías renovables, al tiempo que están reforzando proyectos de petróleo y gas en Irak e India. La reciente entrada en su capital del fondo Elliot Investment coincide además con este ajuste estratégico de la compañía.

En cualquier caso, la perspectiva a largo plazo para las petroleras no es boyante. La llegada del coche eléctrico y la electrificación de la economía avanza y hace que las inversiones energéticas se concentren en el desarrollo de las renovables. “Muchas petroleras occidentales han reducido inversión llevando las reservas a mínimos jamás vistos. El peso del crudo en los índices de Bolsa está en el 3%, mínimos históricos, muy por debajo de los máximos de casi el 14% en 2008, o de la media de 30 años del 7,5%”, señalan en Azvalor, una gestora que lleva tiempo apostando por los combustibles fósiles, también en los años de fiebre bursátil por las renovables y la inversión sostenible. “En los dos últimos años el consumo de petróleo ha crecido en términos absolutos (medido en volumen equivalente de energía) más que el de las energías renovables. Y si sumamos el gas natural, el crecimiento ha sido del doble”, señala la gestora en su última carta trimestral a clientes. Y añade otros dos motivos para justificar la inversión en el sector petrolero. Por un lado, el hecho de que la penetración del consumo de petróleo en los países emergentes es todavía una fracción del de los países avanzados. Y en segundo lugar, recuerdan en la firma que el petróleo supone casi el 34% de las necesidades de energía primaria a nivel mundial y es esencial para las industrias química, de fertilizantes, detergentes y textil, estando presente en una infinidad de productos de consumo.

Los expertos de AFI defienden que las compañías petroleras y gasistas tienen sentido en las carteras, aunque solo a corto y medio plazo, y asumiendo el riesgo de los vaivenes del precio del crudo por la geopolítica. Así, hay compañías que con un Brent por debajo de los 80 dólares ya comienzan a perder rentabilidad. La petrolera europea favorita de Bank of America es la británica Shell, que acaba de anunciar un descenso en su beneficio a junio del 23% —en buena parte por los menores márgenes de refino— y un programa de recompra de acciones por 3.000 millones de euros. “Destacamos a Shell como nuestra principal elección en cuanto a resiliencia entre las grandes petroleras, con un precio de equilibrio del petróleo cercano a los 70 dólares por barril, frente a una media de más de 95 dólares por barril entre sus competidores”, añaden en Bank of America. Es decir, con un Brent actualmente en los 71 dólares, muchas petroleras estarían ya por debajo del nivel de precios con el que ser rentables.

Para Goldman Sachs, Shell también destaca, junto a Repsol y TotalEnergies, entre las petroleras europeas con el mayor retorno al accionista estimado para este año y el próximo. De hecho, ese retorno es el gran reclamo para el inversor en entornos volátiles como el actual. En el banco estadounidense calculan para las europeas una rentabilidad para el accionista total del 11,7%: el 6,3% de rentabilidad por dividendo más el 5,4% por las recompras de acciones.

El precio del crudo en los próximos meses será una variable clave en la marcha bursátil de las petroleras y estará sometido a la actualidad geopolítica y también al exceso de producción. Goldman Sachs también ha elevado su previsión para el Brent en la segunda mitad de este año en 5 dólares, hasta los 66 dólares el barril, y espera que descienda en 2026 a una horquilla entre los 56 y los 52 dólares. Maneja aun así escenarios en los que podría dispararse a los 90 dólares en caso de que Irán reduzca su producción o hundirse hasta los 40 dólares en caso de recesión el próximo año. Su recomendación es vender esta materia prima cuando el contrato a junio de 2026 alcance los 75 dólares el barril de Brent y comprarla cuando cotice entre los 55 y los 45 dólares.

En Bank of America calculan un nivel para el Brent en los 64 dólares en la segunda mitad del año, en buena parte gracias a que se espera que la OPEP siga aumentando su producción. El cartel petrolero se reunirá este domingo para decidir la producción de septiembre y de la cita se espera un nuevo y rotundo incremento del bombeo de crudo. En la cita de julio decidió elevar la producción para agosto a mayor ritmo que en los meses anteriores. De nuevo, los inversores en el sector petrolero tienen una cita con la geopolítica, en un sector que ha quedado fuera del foco de las megatendencias de futuro pero que en tiempos de volatilidad —causada en gran medida por uno de sus principales defensores, Donald Trump— reivindica su lugar en las carteras.